Revista Cultura y Ocio

¿Literatura juvenil?

Por Eltiramilla

¿Literatura juvenil?Muchas veces nos preguntan, nos preguntamos, qué eso que llaman, llamamos, “literatura juvenil”. Y muchas veces no sé contestar. Y no porque no haya pensado en ello, sino porque la mayoría de las veces, las preguntas no tienen una sola respuesta.

De hecho, creo que casi ninguna pregunta tiene una sola respuesta. Cuando la tiene es que la respuesta puede ser algo terrible. No existe el blanco y el negro puros, sino una gran gama de grises. Así que cuando me preguntan qué es la literatura juvenil, no siempre sé qué contestar.

En mi opinión, lo primero que tiene que quedar claro es que si hablamos de literatura juvenil, hablamos de literatura, de amor por las palabras, de extrañamiento lingüístico, de creación mágica a través de las palabras. De que, a través de ellas, se establezca ese lazo maravilloso que durante unas horas une al escritor con el lector. Ese “algo” extraordinario que hace que entre los dos sean capaces de crear y recrear una historia, unos lugares, unos personajes…

Pero ¿y los tópicos sobre qué es eso que llamamos “literatura juvenil”? Analicémoslos brevemente:

  • Si literatura juvenil es aquella en la que los protagonistas son jóvenes, incluso adolescentes, deberíamos considerar como tal La Ilíada, la obra magna de la antigua Grecia, las aventuras que Homero (fuera quien fuera quien estaba detrás de ese nombre) contó sobre Aquiles, Patroclo y Paris, que, probablemente y según los dictados del sentido común actual, eran tres jovencitos caprichosos, testarudos e irresponsables. Héctor era otra cosa y así se le presenta, casado y honorable. Aquiles, primer huelguista de la historia de la literatura, pone en jaque a todo un ejército porque su jefe le ha quitado a su chica. Paris provoca una terrible guerra porque se enamora de la más bella; claro está que con lo de la manzanita de la discordia se había ganado el odio de dos diosas… Y el pobre Patroclo quiere emular a su amigo Aquiles, que es más fuerte y más listo, y muere en la pelea.  Claro que su amigo lo venga y mata a Héctor, como en cualquier historia de pandillas callejeras, desde Romeo y Julieta a West Side Story, por ejemplo… Y a pesar de ello, a nadie se le ocurriría pensar que La Ilíada es una muestra de literatura juvenil.
  • Si la literatura juvenil es aquella que va dirigida a un público joven… Pues claro, aquí también tenemos un problema. ¿Dónde pondríamos la barrera de la edad? ¿En los 15?, ¿en los 18? Hay muchos adultos que tienen a honra decir que ellos no leen literatura juvenil, como si eso supusiera rebajar su nivel intelectual, su autoestima. Esto yo lo he oído en muchos foros. Y a mí me hace gracia. ¡Como si tuviéramos que dar explicaciones sobre qué y por qué leemos! La buena literatura la puede leer un joven y un adulto, sin que este se tenga que sonrojar. ¿Acaso La isla del tesoro no la puede leer un adulto? Quien se sonroje por ello, es que tiene al menos un problema.
  • Si la literatura juvenil es aquella que trata de los temas que tópicamente preocupan a los jóvenes… ¿Qué temas son los que preocupan a los jóvenes? ¿Hay un esquema de lo que debe o no debe preocupar a los jóvenes, como si fueran un colectivo unitario? Cuando yo era “joven”, no recuerdo que me preocupara lo mismo que a mis compañeros de estudios: cada cual es un mundo, o muchos mundos, y esos elementos comunes que nos preocupan a todos por igual no tienen edad, y son lo que don Antonio Machado llamaba “los universales del sentimiento”. Es decir, aquellos sentimientos que son universales a todos los seres humanos: el amor, el dolor ante la muerte, la soledad, la angustia, los deseos… Y casi toda la literatura trata de esos sentimientos, no sé si de explicarlos, o de mostrarlos, pero trata de ellos, y habla a esa parte del lector que es capaz de emocionarse. Y eso no tiene edad. Y si creemos que la tiene, es que también tenemos un problema.
  • Si la literatura juvenil trata de los temas que los adultos piensan que les preocupan a los  jóvenes… Entonces nos hallamos frente a un tipo de literatura aparentemente realista que muestra a personajes atormentados por temas sociales: drogas, embarazos no deseados, delincuencia… Pero de esa temática ha tratado la novela negra toda la vida, con obras de la literatura universal que nadie osaría calificar como “juveniles”: desde El conde Lucanor del infante don Juan Manuel, hasta A sangre fría de Truman Capote, por citar solo dos obras maestras.
  • Si la literatura juvenil es aquella que recoge las modas cinematográficas… Eso querría decir que esa parte de la literatura sigue unos dictados que quieren diseñar y moldear una serie muy limitada de perfiles en los lectores adolescentes. Unos perfiles en los que la división de los roles sexuales cada vez está más definida.  El príncipe azul ha dado paso al vampiro que doblega la voluntad de la chica y le despierta un deseo de sumisión muy preocupante. Hay muchos libros de ese tipo.
  • Si la literatura juvenil es aquella que refleja la sociedad en la que se mueven los jóvenes, estamos hablando de nuevo de una generalización que poco tiene que ver con la realidad: hay muchas realidades. Y no nos olvidemos de que, por muy realista que sea una novela, no deja de ser una ficción. Afortunadamente, la mayoría de la humanidad no se dedica a jugar a matarse unos a otros, como muestran algunas obras literarias. Ni a buscar anillos perdidos. Ni a viajar al centro de la Tierra…
  • Si la literatura juvenil es aquella que refleja los arquetipos que muchos adultos tienen de los jóvenes, entonces es que tenemos otro problema del que hay que salir. Porque hay novelas que tratan a los adolescentes como si fueran imbéciles, y no lo son.
  • Si la literatura juvenil es aquella que intenta dar ejemplos y consejos a los adolescentes para que se ahorren el psicólogo, estamos en competencia directa con los libros de autoayuda, que, si no me equivoco, son los que más se venden en el mercado internacional. Una novela no es un libro de autoayuda, aunque nos ayude a comprendernos mejor. Pero esto es debido a la maestría del autor: Cervantes nos ayuda a entender nuestro deseo natural de hacer de nuestra vida algo hermoso, de convertirla en una novela. De eso habla El Quijote, que no es un libro de autoayuda, precisamente.  Uno de los libros que leí muchas veces durante mi adolescencia fue Pregúntale a Alicia, un supuesto diario de una joven drogadicta, de la que se nos decía en el epílogo que había muerto de sobredosis. No sé si era una novela juvenil, pero era estremecedora. En la misma época leí Jane Eyre, de Charlote Brontê, la historia de una jovencísima institutriz que se enamora del inquietante señor Rochester. Yo también me enamoré de él, y a pesar de ello mis padres no me llevaron nunca al psicólogo. Tampoco sé si es una novela juvenil. La sigo releyendo de vez en cuando y me sigue emocionando igual que hace… muchos años. Probablemente La Celestina fue concebida como ejemplo de en qué podía acabar un amor fraguado a escondidas de los padres. En la gran obra de Fernando de Rojas mueren todos los protagonistas, como si sus pecados fueran castigados por un demiurgo vengativo. Así contado, parecería que estábamos hablando de una mala historia, en la que los malos reciben su merecido. Nada más lejos de la realidad: La Celestina es una de las grandes cumbres de la literatura hispánica. Sus enamorados protagonistas, unos adolescentes; ¿literatura juvenil? Romeo y Julieta, ¿literatura juvenil?
  • Si la literatura juvenil es aquella que escriben los escritores que quieren ganar dinero fácil… Esto lo tuve que escuchar en la presentación del libro de un escritor al que casi nadie lee, o sea, lo que se llama un escritor minoritario. Su presentador lo alabó comparándolo despectivamente con quienes escribían literatura para jóvenes, que lo hacían para un público fácil y amplio. Llevo muchos años trabajando con adolescentes y, la verdad, nunca diría que son un público fácil. En ningún aspecto. Casi ninguna novela juvenil ha nacido con la intención de ser un best seller. Ni siquiera Harry Potter, que pasó por varias editoriales hasta que una tuvo la osadía de publicar aquella novela larguísima cuyo protagonista era un niño mago. Lo que pasó es que aquella desconocida novela hablaba del bien y del mal, de la nostalgia, de la amistad, de la inadaptación, del dolor por la muerte de los padres, del respeto, de la soledad, de la magia, del poder de la imaginación. Y fue un éxito porque hablaba de los universales del sentimiento.
  • ¿Es literatura juvenil la que se publica en una colección juvenil? Creo que ahí está la clave. Llamamos literatura juvenil a la que se publica dentro de colecciones destinadas a público joven por razones de mercado. La mayoría son novelas. Del sintagma “literatura juvenil”, lo que debe preocuparnos es el sustantivo: “literatura”, eso es lo que podríamos exigirle a una novela, que lo sea de verdad. El adjetivo, en este caso “juvenil”,  señala lo accidental, lo contingente, lo que puede ser pero puede dejar de serlo. No es lo esencial. Lo esencial es que sea literatura. ¿Y qué significa que algo sea o no sea literatura? Esa es otra historia. No tengo una respuesta clara para esa pregunta.

Lo que sí que tengo claro es que yo, que tengo 50 años, y que algo sé de literatura, soy capaz de disfrutar la lectura de obras “juveniles” de muchos colegas. Somos muchos los que en España nos dedicamos a estos menesteres. Pienso en escritores como Fernando Marías, Blanca Álvarez, Laura Gallego, Gonzalo Moure, Eliacer Cansino, Fernando Lalana, César Mallorquí, Begoña Oro, Montserrat del Amo, Daniel Nésquens, David Lozano, Sandra Andrés, Ramón Acín, Félix Teira, Ricardo Gómez, Alfredo Gómez Cerdá, Jordi Sierra i Fabra… La lista sería demasiado larga si nombrara a todos. Vayan ellos como ejemplo de espléndidos escritores cuyas novelas denominadas “literatura juvenil” siguen haciendo disfrutar a la adolescente que sigue viva dentro de mí.

Porque ¡ay del que no conserve al adolescente que fue!


Volver a la Portada de Logo Paperblog