Foto: Jaume Prat
Empiezo una serie de cuatro artículos dedicada a uno de mis proyectos favoritos de los últimos años, el Teatro Atlántida de Vic. Sé de esta obra desde que se falló el concurso, hace años, y se expuso en la sede de Urbanismo del Ayuntamiento de Vic. Seguí las obras con atención, he visitado el edificio varias veces, haciendo centenares de fotografías, y he acompañado gente a visitarlo. Agradezco especialmente el interés de Josep Llinàs y, sobretodo, de Josep Llobet, que, por su grado de implicación, es casi coautor del artículo. Éste ha tardado más de un año en hacerse, y agradezco, también, a Marta Ferrer, Montse Arnau y Laura Martínez, de Figueras International Seating, el habérmelo mostrado por primera vez.
Es importante tomar la serie como un artículo único, separado por razones de espacio, que habla de un solo proyecto. La separación por temas no ha de hacer perder la coherencia global de las decisiones: el proyecto es uno, no cuatro, independientemente del modo de ser trabajado (los arquitectos llegaron a partir el edificio en pedazos para poderlo controlar mejor, siempre coordinados entre ellos, pensando como uno solo). Sólo de este modo se podrá reconstruir lo que es este edificio tanto para los arquitectos que lo han concebido como para la ciudad a la que lo han legado.