Soñó con el agua. Con el ruido de las olas. Con el olor a tierra mojada. Al despertar se detuvo delante del cuadro. De lejos era una aguamarina azul. De cerca la silueta de una tarde de verano. Se puso las gafas de realidad virtual y todo cobró vida de repente: olió el salitre, se quemó con el sol, incluso, cayó rendido ante los encantos de las bañistas que pasaban a su lado. Sin embargo, cuando se las quitó, supo que la ciencia nunca recuperaría aquello que antes había soñado, pues era incapaz de reconocer lo que en verdad amaba.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
Revista Arte
Soñó con el agua. Con el ruido de las olas. Con el olor a tierra mojada. Al despertar se detuvo delante del cuadro. De lejos era una aguamarina azul. De cerca la silueta de una tarde de verano. Se puso las gafas de realidad virtual y todo cobró vida de repente: olió el salitre, se quemó con el sol, incluso, cayó rendido ante los encantos de las bañistas que pasaban a su lado. Sin embargo, cuando se las quitó, supo que la ciencia nunca recuperaría aquello que antes había soñado, pues era incapaz de reconocer lo que en verdad amaba.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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