Él se considera aficionado y no seré yo quién le niegue la condición. El DRAE le apoya: “Que cultiva o practica, sin ser profesional, un arte, oficio, ciencia, deporte, etc.” Pero Carles Ginès es mucho más que eso: de su pasión ha hecho afición, de la afición, virtud y de la virtud, arte. Mirad aquí, si no creéis lo que os digo. Intuyo, además, que la jubilación le ha llegado en un momento dulce y si alguien podía pensar que la pata que quedaba coja era la del escribir, nos sorprende ahora con un monumento (esto es, aquello que está llamado a pervivir) de la literatura gastronómica.
El que es menjava a casa (con prólogo de Joan Roca) es una deliciosa selección de las recetas de bisabuelas, abuelas y madres, pasadas por el tamiz de un niño que creció entre mercados y cocinas. Esta forma de entender el mundo a través de la relación con lo que nos recibe, estación tras estación, en la cocina y en la alacena, está desapareciendo: las cerezas llegan en enero y las fresas hace ya días que están en el mercado. Ginès ha realizadoun ejercicio literalmente visceral y de él ha surgido este libro, que he leídocasi como leo a Josep Pla (no sé si le gustará la comparación, però El que hem menjatme ha venido con frecuencia a la cabeza…), con placer,con complicidad, con una media sonrisa en los labios y, sobre todo, ¡con muchas ganas de ir a comprar y ponerme a cocinar!
Arroz con bacalao deshilachado, arroz delos milagros (¡con una lata de atún!), col y patata con xulla (magro de tocino), patatas viudas, pies y tripa de cerdo a la vinagreta, tortilla de alcachofas, bacalao con huevos duros, alcachofas y guisantes, calamares rellenos, conejo con caracoles, fricandó,pollo con hatillos de col, compota de manzanas, crema, torrijas…Momentos ha habido en que he llegado a pensar si no me había equivocado de familia y Ginès y un servidor habíamos compartido algo que H.G.Wells hubiera tenido que investigar. Su libro desborda el entorno de Girona y hundesu búsqueda en las raíces de un país y de un territorio (somos aquello que hemos comido y comemos) en el que todos acabamos reconociendo a abuelas y madres, a sus cocinas y a nuestros mercados. He aquí otro mérito del libro: además de la veta gástrica, Carles Ginès nos ha tocado la veta sentimental y yo, que procedo de la Anoia y la Plana de Vic (por parte de abuelas y madres cocineras), también me siento representado en el libro.
Que dure muchos años, que lo utilicen las generaciones que nos van a convertir en sombras y, más que otra cosa, que lo ensuciemos bastante en la cocina: serà señal de que el objetivo del aficionado Ginès se ha conseguido.
La ilustración de la portada (la misma que ofrezco aquí) es de Pere Ginard. El libro, como objeto, es otra maravilla; la compaginación, el tipo de letra, el papel, su olor, las ilustraciones, todo lo que han preparado los de Riurau Editors lo convierte, también, en un objeto de valor por si mismo. Si hubiera sido magdalena, no quedarían ya ni las migajas...