Revista Cultura y Ocio

Los compositores del Tin Pan Alley

Por Terrakeo @zonadejazz

portada

El pie de foto sería: “Los compositores del Tin Pan Alley: W. C. Handy, Shelton Brooks, Harold Arlen e Irving Berlin (izq-der) durante la Feria Mundial de San Francisco en el año 1940″.

¿Por qué les llaman a estos señores “compositores del Tin Pan Alley”? .


A partir del año 1880 las editoriales musicales empezaron a convertirse en unos negocios productivos y quince años más tarde estaban totalmente asentados y produciendo pingües beneficios.

En este contexto no fue nada extraño que en 1899 los responsables del periódico neoyorquino, The New York Herald, se interesaran por estas compañías y pidieran al escritor y compositor, Monroe H. Rosenfeld, que escribiera unos artículos dedicados a las mismas. Para poder realizar bien su trabajo el escritor eligió a una de las editoriales más importantes y sita en el 42 de la calle 28 oeste cuyo propietario era, Harry Von Tilzer.


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Albert Von Tilzer. (c) Indiana Historical Society .

Monroe explicó en sus artículos que el porcentaje más importante del negocio de las editoriales consistía en la venta de partituras, a las que dedicaban toda su atención, cuidando con esmero todos sus detalles. Para la confección de las portadas se contrataba a los mejores ilustradores y fotógrafos del país. Hasta la llegada del disco, la música escrita en papel pautado, fue la fuente de ingresos por excelencia de estas empresas.

Estas partituras se vendían al público en general y las melodías que contenían se interpretaban generalmente en el piano – toda casa que se preciara poseía uno en su casa – por algún miembro de la familia recayendo ese papel fundamentalmente en la madre o en alguna de sus hijas.

Ahora bien ¿cómo llegaba a ser famosa una melodía para que la gente comprara la partitura? Evidentemente se tenía que escuchar.

¿Dónde? En las salas de los teatros, en los teatros ambulantes, clubes, restaurantes, cafés, terrazas, etc.

La primera canción cuya partitura alcanzó la cifra de más de un millón de copias vendidas fue la titulada, After a ball (1892), compuesta por Charles K. Harris (1867-1930). Este astuto compositor, aparte de cuidar todos los detalles importantes de la impresión de la partitura, consiguió que el cantante más de moda en aquellos momentos, James Aldrich Libbely, incluyera la canción en su espectáculo titulado, A trip to Chinatown.

Además, Charles K. Harris tuvo la suerte de que el director de banda más famoso de los USA, John Phillip Sousa, interpretara After a ball en los conciertos que ofreció durante la celebración de la Feria Mundial de Chicago de 1893.

¿Dónde conseguían los profesionales de cualquier tipo de espectáculo en el que estuviera presente la música las últimas novedades para que éstas se escucharan en sus respectivos negocios? Pues también en las editoriales musicales.


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Tin Pan Alley , NY .

Estas tenían a unos pianistas, a los que denominaban “pluggers”, que interpretaban cualquier partitura del catálogo de la editorial a todo profesional del mundo de la música: cantantes, productores, propietarios del negocio, directores de banda, etc. Estos elegían las canciones que pensaban que iban a tener éxito entre su público y se las llevaban.

Un día Monroe H. Rosenfeld terminó su trabajo en la editorial de Von Tilzer salió a la calle y se quedó un rato en la acera escuchando cómo el sonido de una docena de pianos salía a través de las ventanas, mientras éstos eran tocados por los “pluggers”. El reportero relató en el periódico esta pequeña experiencia diciendo que la cacofonía que escuchó en la calle se parecía a un grupo de cacerolas de estaño chocándose unas contra otras, que viene a ser el significado en inglés de, Tin Pan Alley.

Si las editoriales del Tin Pan Alley ganaron muchos dólares con la venta de partituras, a los compositores y letristas del Tin Pan Alley, que a fin de cuentas eran los padres de la criatura, les entró muy poco de este dinero en sus bolsillos. La falta de leyes que protegían el copyright de estos profesionales fue una auténtica losa para sus economías. Sirva el ejemplo del, quizás, más famoso compositor norteamericano del siglo XIX: Stephen Foster (1826-1864). De sus melodías más famosas entre las que se encuentran, Oh! Susanna, Old black Jack o My old Kentucky, se imprimieron miles y miles de partituras. A Foster le reportaron un beneficio tan mísero que murió en la pobreza.


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Jack Yelen (letrista) y Milton Ager (compositor) . Años 20-30.

A partir del siglo XX las relaciones comerciales entre las editoriales y los compositores y letristas empezaron a cambiar en beneficio de éstos últimos. Se libraron batallas importantes con unos desarrollos y unos resultados que bien podrían convertirse en el meollo de un próximo artículo.

El término, Tin Pan Alley, estuvo vigente hasta prácticamente la mitad del siglo pasado coincidiendo con la llegada del rock and roll.

Enlaces de Interés :

Latidos del Jazz. Sección coordinada por Fernando García de Andoin

Y se hace música al andar con swing (Edición Kindle) :


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Fernando García De Andoin para ZDJ , 2014.


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