Revista Sociedad

Los invitados.

Publicado el 31 agosto 2020 por Salva Colecha @salcofa

Hay cosas que se quedan en un rinconcito del corazón, escondiditos, esperando el momento propicio para saltar y decirte “¿Te Los invitados.acuerdas?”. Todos tenemos alguna o algunas. En mi caso puede que tres o cuatro. Se comportan como interruptores que tienen el poder de cambiar el estado de ánimos por completo, y si ya andamos algo tocados por lo de la pandemia y la vida que se empeña en ponerlo difícil, pues bueno, la tormenta está servida.

Hace un porrón de años la celebración del día del cumpleaños era una especie de fiesta mayor, cucañas, bikinis de nocilla, bocadillos… No éramos de posibles, nunca lo fuimos, pero siempre la

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imaginación suplió el gasto y entonces las cosas no eran como ahora. La celebración solía durar todo un largo día de verano. Empezaba con la llegada de los primos al Mareny en autobús. Eso daba inicio al día que llevaba esperando desde hacía meses, era el cumpleaños y hoy podía olvidar el sabor agridulce del verano que se acaba y toca volver al cole. Porque en esta vida todo tiene un final, también aquellos veranos eternos en la que jugaba todo el día y la única preocupación era que la próxima ola no alcanzase el castillo de arena que construimos. Ahora que ya tengo canas se que lo alcanza, siempre lo alcanza, es inevitable.

Un año, tendría yo unos 8 o 9 años amaneció tormentoso. Una tormenta de esas que avanzaban el final del verano cuando el tiempo

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era bastante más ordenadito y se encargaba de recordarte que el verano se acaba y va siendo hora de volver a la rutina gris de la ciudad. Pero lo de ese día fue una tormenta más fuerte de lo habitual, llovió, tronó y granizó durante todo el día y claro, no vino nadie. Ese día me quedé sin cumpleaños y con una tristeza inmensa al saber que no vendrían los niños, al ver que la tarta no sería lo mismo. Sentí por primera vez el extraño vacío de la decepción cuando ví que ese año no habría piñatas, ni juegos ni risas, sólo truenos y granizo.

Han pasado los años (demasiados, te aseguro que el contador de años también puede marcar “demasiados” aunque el DNI pueda decir lo contrario). Este año llegó la tormenta, lleva aquí desde el mes de

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Marzo y esta vez tampoco vendrán los invitados, tampoco habrán juegos y risas y también me sentiré solo. Esta vez soy consciente de que algunos de los invitados no van a venir más y el vacío que me han dejado es inmenso e irremplazable ya nada podrá ser igual. Lo se, es por ello por lo que decido acabar la fiesta, apagar las luces y marcharme a casa, si es que puedo encontrar algo parecido a ello. A recoger los pedacitos, pegarlos con Superglue e intentar seguir adelante.

Hoy es imposible llenar el vacío insondable que queda en ese rinconcito de alma. Es el vacío de tantos cumpleaños perdidos que ya no van a volver este año en cada rincón de este mundo, en cada

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familia. Son tantos los invitados que no vendrán a probar un trocito de la tarta que hacía la abuela, son tantas las llamadas telefónicas que no se recibirán y las voces que no escucharé… Esta vez me quedaré aquí sentado, viendo como las lágrimas de añoranza acaban con los restos del castillo de arena que construí demasiado cerca del mar. Con la vaga esperanza de que suene el timbre y llegue alguno de ellos dispuesto a probar ese pedacito de tarta que cocinó ayer la abuela con todo su cariño. No se cuando voy a poder rearmarlo. Nos veremos entonces, si quieres esperarme.


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