Baile en el Moulin de la Galette (1876), por Renoir
En el Moulin Rouge (c.. 1895), de Tolouse-Lautrec
Un cartel del Folies-Bergère (¿c. 1900?), el mayo espectáculo de París. Observen a la Bella Otero en el centro.
En el Montmatre de la Bohemia aparecieron locales, de corte musical, de muy diversa índole: el célebre Moulin de la Galette, antiguo y verdadero molino, se reconvirtió en un lugar de merienda y verbena campestre, donde se bebía vino de Montmartre (célebre desde la Edad Media, y aún hoy se conserva algún viñedo) y se tomaban las famosas galettes, una especie de crêpes de trigo negro; el Moulin Rouge o el Fòlies Bergère, fueron concebidos como salas de baile (con animación musical ligera proporcionada por la por la casa) en donde señoras y, especialmente, caballeros de todo tipo acudían a encanallarse, antes de ser reconvertidas en grandes teatros de revista y music hall; otros lugares, como Le Chat Noir (propiedad de Rodolphe Salis y clausurado, para desgracia de muchos, en 1897) o Le Lapin Agile (fundado por el caricaturista Andrè Gill) estuvieron mucho más cercanos al kabarett alemán y fueron mucho más representativos del espíritu Montmartrois.
Una fantasiosa vista de Le Chat Noir. Porque no pienso poner el maldito cartel de Steilen con el gato.
Le Lapin Agile sigue en el mismo sitio, y exteriormente no ha cambiado demasiado
Fundados por excéntricos intelectuales, eran concebidos como cafés-cantantes, con ocasionales espectáculos de poesía o de teatro (célebres son las marionetas de sombras chinescas del Chat Noir, hoy pueden ver muchas de ellas en el Museo D'Orsay), poblados de sátira e irreverencia, y verdadero lugar de nacimiento de la chanson francesa (desde Yvette Guilbert y Aristide Bruant a Josephine Baker y Maurice Chevalier). Podría prolongarme en este aspecto interminables posts, y de hecho, es posible que lo haga.
En este estupendo caldo de cultivo, asistimos a los primeros brotes de la vanguardia puramente del siglo XX, concentrada más fuera que dentro de los cabarets, en lo que se significaron dos edficios: el Bateau-Lavoir y la Casa Rosimond.
El edificio se quemó en 1970 y esto es todo lo que queda del original.
El Bateau-Lavoir recibió este sobrenombre ("el barco-lavadero") por su curioso, y decadente, aspecto exterior. Era un inmueble que albergaba únicamente talleres/despachos de artistas, que para la época de las Vanguardias, ya se habían quedado bastante viejos: en aquel coincidieron en tiempo y espacio Pablo Picasso, Marie Laurencin, Max Jacob, Jacques Cocteau, Juan Gris, Amedeo Modigliani, Kees Van Dongen, Alfred Jarry… además de muchos otros. El propio Picasso describía su taller de su época azul con las siguientes palabras:
La vista trasera.
"Un lugar donde todo olía a trabajo y desorden, con un somier de cuatro patas en un rincón, una pequeña estufa de hierro, oxidada. (...) Una silla de paja, caballetes, telas de todos los tamaños, tubos de colores desperdigados por el suelo, pinceles, recipientes con aguarrás, ninguna cortina, todo ello encima de un entarimado en estado de putrefacción.”
Y desde la plaza.
Sin embargo, la Casa Rosimond, hoy reconvertida en el Museo de Montmartre, fue construida, en medio de maravillosos viñedos, como palacete privado para el más importante comediante de la corte de Luis XIV tras la muerte de Molière. En el siglo XIX, la villa había alcanzando un estado de casi abandono, y fue dividida en diversos talleres, que habitaron ni más ni menos que Rodin, Renoir, Suzanne Valadon, Utrillo, Satie, Utter, Bloy, Duffy…
El actual Museo de Montmartre, paradigma de lo que fueron las casas ricas del Butte-Montmartre
Por todo esto, no podemos considerar Montmarte como un barrio honestamente humilde, sino que su tipología de intelectual responde más bien a la del burgués encanallado, enfadado con el mundo y enamorado de su arte, que malgasta su dinero en alcohol para vergüenza y deshonra de su familia.De este tipo de artista les hablo, que no fue el único de noble cuna.
En la próxima entrada, Montparnasse.