Revista Política
La cumbre de Durban ha resultado ser finalmente el fracaso anunciado y seguramente deseado por la mayoría de participantes en ella. Ante la realidad tozuda de los hechos, un cambio climático que amenaza ya la estricta supervivencia del planeta, los cínicos irresponsables causantes de la catástrofe en puertas siguen oponiendo sus negaciones y mentiras.
Ni siquiera desastres nucleares como Chernobil o Fukushima son suficientes para que estos cabestros reconozcan la que han liado a nivel mundial: ellos se limitan a cerrar los ojos y recitar los mantras neoliberales acerca del progreso sin límites y la capacidad de regeneración de la Naturaleza. En esa batalla se alinean del mismo lado de la trinchera países con ideologías aparentemente dispares pero en realidad concomitantes: las grandes potencias capitalistas como EEUU y Rusia se dan la mano con los "emergentes" China, India y Brasil en la defensa de su supuesto derecho a explotar los recursos naturales que poseen hasta acabar con ellos y si se tercia, con todo rastro de vida sobre la Tierra.
La destrucción en amplias zonas del mundo de la vegetación en general y de los bosques en particular, la extracción salvaje de combustibles fósiles en otras tantas, la intoxicación planetaria por el CO2 producido por la industria y los automóviles, la mutación incontrolada de la agricultura y la ganadería mundiales a través de las modificaciones genéticas de animales y plantas, y la contaminación cotidiana generada por cientos de centrales nucleares cuyos fallos y detritus amenazan toda forma de vida por milenios, continuará tal cual porque esa es la voluntad de los poderosos del mundo y de sus verdaderos patrones, los famosos "mercados" que gobiernan por encima de ideologías, regímenes e intereses nacionales.
Quienes han impuesto su dictado en Durban han sido los beneficiarios de la explotación del mundo, singularmente los amos de la extracción, distribución y comercialización de los combustibles fósiles: las compañías petroleras y gasísticas. A su orden se pliegan todas las voluntades, desde la "progresista" Bolivia de Morales, entregada a un frenesí de megaproyectos de explotación de recursos naturales pilotados por multinacionales del sector, hasta los "reaccionarios" EEUU empeñados en "liberalizar" la exploración y subsiguiente explotación de descomunales reservas de petróleo y gas en los parques naturales protegidos del país. Otros, como India y China, desarrollan proyectos industriales que aniquilan la vida a su alrededor, incluida la de millones de seres humanos; o el Brasil postLula empeñado en deforestar el Amazonas, el pulmón del mundo, al servicio de las grandes compañías madereras y de los terratenientes locales. Detrás de tanto crimen y como siempre, los famosos mercados y sus beneficios.
El único compromiso habido en Durban ha sido prolongar los acuerdos de Kioto (un proceso ya muerto), hasta 2015, y estudiar entonces algunas intervenciones limitadoras que comenzarían a aplicarse en 2020. Y es que todos los países quieren un margen de tiempo "adecuado" en el que poder seguir quemando recursos para incrementar las ganancias. La paradoja es que si en el futuro se lograra fijar algún tipo de plazo límite real para la reducción por ejemplo de las emisiones de CO2, ello sería al precio de que en los años previos todo país que estuviera en condiciones de hacerlo aumentaría sus emisiones hasta el paroxismo, actuando como el fumador al que le diagnostican un cáncer y se pone a fumar a un ritmo creciente para aprovechar el tiempo que le queda.
Y es que estos animales (en el peor sentido de la expresión) al estilo del famoso primo de Mariano Rajoy, aquel presunto científico que negaba todo cambio climático al menos antes de un siglo, prefieren negar la realidad y seguir enganchados a su dependencia con tal de seguir llenándose sus bolsillos y los de sus amos.
En la imagen que ilustra el post, inundaciones en la India.