Revista América Latina

Los muertos se quieren ir

Publicado el 25 abril 2014 por Javier Montenegro Naranjo @nobodyhaveit

Llegó consciente de cuán complicado puede ser un trámite en nuestro país. Necesitaba una inscripción de nacimiento para obtener la nacionalidad española. Llegó su turno en la cola y solicitó el documento. La persona que le atendía se dirigió al ataúd metálico llamado archivo y comenzó a indagar. Después de unos minutos regresó y le dijo “lo sentimos pero usted aparece como fallecido y una persona fallecida no puede solicitar una inscripción de nacimiento”

Anonadada, insistió:

-   ¿Pero si yo saqué una inscripción hace seis años?

-   Habrá fallecido en el transcurso de ese tiempo. Lo siento mucho pero si aparece como fallecida no puede obtener el documento.

-   Pero si yo estoy aquí, no puedo haber muerto, es un error.

-   ¿Su nombre no es Julia A. Rodríguez del Campo?

-   Sí.

-   Fallecida. No hay error.

La historia debería terminar aquí, sería lo genial, pero todo tiene una explicación en la vida.

Por suerte, ella no era de Guanajay, sino de Bauta. Fue al registro civil de su municipio y le pidió ayuda a una amiga que trabajaba allí. Como era de esperarse, la fallecida era otra, también llamada Julia A. Rodríguez del Campo, pero el segundo nombre, en lugar de ser Antonieta era Antoñika. Y la fecha defunción… 1938.


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