Revista Cine
Hablar de Isaac Asimov es hablar de uno de los grandes referentes en el género de la ciencia ficción. Autor de títulos imprescindibles, de una manera de hacer literatura, capaz de asentar los cimientos de una ideología propia, Asimov es un imprescindible. Y la novela que hoy reseñamos debe estar entre lso primeros títulos a leer. Nos encontramos ante uno de los mejores libros de ciencia ficción de todos los tiempos, que no es poco. Es en Los propios dioses (1972) donde Asimov demuestra un alarde de imaginación y rigurosidad científica casi inigualable. Veamos los motivos.
El libro está dividido en tres partes, cuyos respectivos títulos forman la famosa frase del filósofo alemán Schiller: "Contra la estupidez, los mismos dioses luchan en vano". Este es el mensaje principal de la novela, pero sus tres partes son claramente diferentes. El libro entero se basa en una teoría especulativa (el intercambio de materia/energía con universos paralelos con leyes físicas distintas). En la primera parte Asimov basa en el diálogo de los personajes los peligros de experimentar con descubrimientos que no se han estudiado suficientemente. El gusanillo del científico, la rivalidad entre eruditos y la dependencia casi absoluta de una fuente de energía son argumentos clave en esta parte.
En la segunda parte todo cambia. Nos encontramos en el "parauniverso". Aquí, Asimov describe a unos alienígenas extremadamente originales, con fundamentos científicos y criterios perfectamente razonados. En mi opinión (y en la de muchos) son posiblemente los alienígenas mejor descritos de toda la literatura de ciencia ficción. Describe sus inquietudes, sus deseos, su forma de reproducirse, su unidad familiar, su problemática, ... Una obra de arte, sin duda.
La tercera parte es la más floja de todas, en mi opinión. Se resume en una novela policíaca en la luna, con un final feliz y escena de sexo incluida. Sin duda, la menos destacable, especialmente después de leer la segunda parte. Esto empaña el conjunto, y da la sensación de volverse más un añadido que un parte de la historia. Sin embargo, la sombra del parauniverso es alargada y, como lector, sigues sintiendo sus efectos.
Poco más que decir de esta maravilla literaria. Sólo que, si alguien desea introducirse en el mundo de Asimov, debería empezar con "Los propios dioses" para no olvidar jamás sus líneas.