Revista Cultura y Ocio

Lost in translation: The Woman Upstairs de Claire Messud

Publicado el 29 abril 2014 por Paula Lucas @letrasconlasopa
Lost in translation: The Woman Upstairs de Claire Messud I'm not crazy. Angry, yes; crazy, no. My name is Nora Marie Eldridge and I'm forty-two years old. Neither old nor young, I'm neither fat nor thin, tall nor short, blond nor brunette, neither pretty nor plain. Quite nice looking in some moments (...). I'm neither married nor divorced, but single. What they used to call a spinster, but don't anymore, because it implies that you're dried up and none of us wants to be that. Until last summer, I taught third grade at Appleton Elementary School in Massachussets and maybe I'll go back and do it again. I just don't know. Maybe, instead, I'll set the world on fire. I just might. 
Mis expectativas con The Woman Upstairs estaban a una altura que no hubiera alcanzado ni Edmund Hillary en sueños pero que Messud alcanzó sin despeinarse.
Es un libro que el humor dicta si te gusta o no y, al igual que Los hijos del emperador, creará adeptos y detractores por igual ante la falta de trama y unos personajes que no a todo el mundo le caerán en gracia. Es una lectura sobre las apariencias y la realidad, la decepción y la traición, y el autodescubrimiento, que me dejó emocionalmente exhausta al terminar.
La historia gira alrededor de Nora, una artista, o al menos, así es cómo le gustaría que la viese y la llamase alguien más que ella. Para los demás es una sólamente una mujer de mediana edad, profesora de primaria, soltera, responsable, tranquila. Es la mujer del piso de arriba.
We're the quiet woman at the end of the third-floor hallway, whose trash is always tidy, who smiles brightly in the stairwell with a cheerful greeting, and who, from behind closed doors, never makes a sound. In our lives of quiet desperation, the woman upstairs is who we are (...). We're completely invisible. 
Nora siente que ya se le pasó el arroz para hacer todo lo que siempre había deseado y para lo que nunca encontró el momento: dedicarse a su arte, correr riesgos y vivir grandes y épicas experiencias. Se encuentra en un punto de su existencia en la que vive por inercia, aburrida y cómodamente en su rutina diaria, sin sospechar que la llegada de los Shahids, una familia italiana con orígenes libaneses y que lleva años viviendo en Francia, hará que todo de un cambio. Nora se enamora por separado de cada uno de los miembros de la familia (y de una manera no tan turbia como suena...) y va despertando de su letargo. El marido, Skandar, un culto profesor de Harvard, que ve en ella a alguien más que a La mujer del piso de arriba. Sirena, una reconocida artista en París que, de casualidad, hará que Nora vuelva a centrarse en su arte. Y Reza, el hijo de ocho años de los Shahids y alumno de Nora, se convierte en el retoño que nunca tuvo.
"You seem wonderfully calm in your life, as though it's in enviable order. As though there's nothing extra that you would requiere. You don't have messes, or make them. You're so generous to everyone - to your school, to Reza, to Sirena - even to me. You dn't look like a ravenous wolf."
"Well, I am." I sad. "I'm starving."
The Woman Upstairs es una de esas historias que tanto me gustan sobre personajes, sin demasiada trama y que se centra en sus deblacles y tribulaciones internas, y en cómo los pequeños e inesperados acontecimientos de la vida cotidiana los hacen cambiar.
Con un estilo introspectivo, intimista y narrado en primera persona, Messud nos mete en la cabeza de Nora y nos hace cómplices de sus pensamientos, sentimientos y ese torbellino de emociones, confuso a veces, pero siempre vibrante, que se desata con la llegada de los Shahids. Nora nos lo confía todo como nunca antes se lo había contado a nadie, sin miedo a que la juzguemos y adelantándose en más de una ocasión a lo que se nos cruza por la cabeza para resolvernos cualquier duda o sacarnos de nuestro error. Muchos la han calificado como un personaje antipático que no es capaz de generar compasión en el lector, pero mientras sea capaz de hacerme sentir lo que siente, sea lo que sea, todo va bien, y Nora Elderidge lo ha conseguido. Me da igual que sea insoportable, quejica, deprimente o desagradable porque he sufrido y he sonreído con ella y me ha conmovido su enérgica y furiosa declaración final cómo hacía tiempo un libro no hacía.

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