¡Que comience la última y tercera parte de Ludi Famis! Esta vez intentaré tratar toda aquella referencia que se nos haya quedado sin mencionar, siguiendo con los Juegos del Hambre mismos porque aún no he terminado con ellos. Ya hemos explicado tanto su funcionamiento como su inspiración mitológica, pero no la real, que reside en la figura de Espartaco y la Tercera Guerra Servil o Guerra de los Gladiadores, como la llamó Plutarco. Se trató de la última revuelta de esclavos contra la República Romana, librada entre los años 73 y 71 a. C., que, aún sin tener éxito alguno, dio quebraderos de cabeza al Senado y, aunque las consecuencias de esta guerra son difíciles de concretar, cambió algo la actitud de los romanos para con sus esclavos por el miedo que despertó en ellos, que años más tarde derivaría en el reconocimiento de ciertos derechos.
Otra inspiración posible la encontramos en la instauración de los Juegos Capitolinos por Camilo en el 387 a. C., para conmemorar que los galos no tomaran Roma aquel mismo año. En un principio se celebraban anualmente, empezaban en los Idus de octubre y duraban dieciséis días. No eran públicos y al final acabaron en desuso. Más tarde, ya en época imperial, Domiciano los recuperó en el 86 a. C., pero celebrados cada cuatro años al modo de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, a diferencia de los Juegos del Hambre, estos eran inofensivos e incluían la participación de poetas, oradores, historiadores, cómicos, magos, etc. Eran celebrados en honor a Júpiter Capitolino; a quien, por cierto, los romanos llamaban así porque su templo estaba construido en el Capitolio, una de las siete colinas de Roma, donde se encontraba el centro religioso y político de la ciudad.
Y justamente relacionada con esta divinidad está la Cornucopia o cuerno de la abundancia. Hay varias versiones del mito, aunque la más conocida es aquella que cuenta como Zeus de niño, escondido de su padre Cronos quien lo buscaba para darle muerte, arrancó un cuerno de la cabra que le daba de mamar mientras jugaba y se lo regaló a su nodriza Amaltea, una ninfa, prometiéndole que se llenaría de todos los frutos que deseara. Otra versión cuenta que otorgó estos poderes al cuerno simplemente para compensar a la cabra.
En cuanto a las infames teselas, éstas también tienen su equivalente en la antigua Roma. Proveniente del griego “tesseres”, “tesserae” (plural) era el nombre que recibían los pedacitos de cerámica, terracota o vidrio que formaban los mosaicos. Los romanos también llamaban así a los dados y Collins ha mantenido este último significado relacionado con el azar en sus libros, ya que por cada tesela que un adolescente pide su nombre entra unas cuantas veces más en la urna, a cambio de recibir aceite y cereales. Relacionado con estos últimos está el pan, muy presente a lo largo de la trilogía: Peeta es panadero, Rue y el resto del distrito 11 se dedican a la agricultura, el nombre de la nación es Panem, etc. En primer lugar, hay que señalar su importancia en Roma, donde era el alimento básico de la gente al considerarse el más nutritivo. Los romanos eran llamados por los griegos “comedores de pan” y la falta de éste se consideraba hasta un atentado contra los derechos de los ciudadanos. Obviamente había muchos tipos y según la clase social se consumía uno u otro: por ejemplo, a lo largo de la historia el trigo siempre ha quedado reservado para las élites, mientras que la cebada se destinaba para los esclavos. El centeno es el otro cereal que siempre se ha dejado para las clases bajas. El pan que se elabora con estos dos últimos granos suele ser más oscuro que aquel hecho de trigo, y así es como describe Katniss el trozo que el distrito 11 envía a Rue.
Siguiendo con este tema, del que ya he dicho que da para mucho, he de destacar que la importancia que los romanos daban a los granos era tal que hasta los consideraban vivos, de manera que sólo se molían el mismo día en que se hiciera el pan. También tenían su importancia religiosa y el pan era el protagonista del tipo de boda romana más antiguo y sagrado: la confarreatio. Durante la ceremonia el novio y la novia compartían una torta de espelta o panis farreus. Los fans más acérrimos se darán cuenta de que se asemeja mucho a como describe Katniss las bodas de su distrito.
Y ya para terminar con este tema está Panem, el nombre de la nación, que significa literalmente “pan” y viene de la locución latina “panem et circenses”, pan y circo. Los dos asuntos de los que más he hablado en esta sección que ya está llegando a su fin. Antes de acabar, sin embargo, me parece necesario mencionar de pasada las grandes semejanzas entre la Roma imperial y el Capitolio, algo que la mayoría de los lectores habrán captado por ser el período de la ciudad más representado en la cultura popular. Los juegos de gladiadores, los excesos en cuanto a comida y bebida, la costumbre de vomitar para poder engullir más, las fiestas casi orgiásticas, las absurdas modas de la élite romana, etcétera, etcétera. Son cuestiones más que conocidas por todos sobre las que no me he querido detener en detalle por esa misma razón. En su lugar he preferido dedicarme a otras que podrían haber pasado más desapercibidas por los lectores.