Revista Vino
Al margen del espíritu egoísta del veraneante (¿siempre sol y buen tiempo...? Qué aburrimiento...), que la tormenta te sorprenda en pleno mes de agosto en Mallorca, tras muchas semanas de sequía pertinaz, es un regalo para los sentidos. De la playa de sa Canova (en Artà, Son Serra de Marina, mirando a la bahía de Alcúdia) a los campos de trigo del interior del Pla, Sant Joan, Lloret de Vistalegre, Montuïri... La tormenta entró por el noroeste, barrió con suavidad la isla, dejó unos pocos litros de agua, refrescó la temperatura y los colores y aromas explotaron: de la combinación de verdes, azules y blancos del mar intranquilo a los amarillos y ocres llenos de sosiego del campo cosechado. Paja húmeda, agujas de pino en el suelo, resina y piñas, arcilla roja en las manos, algarrobas en sazón, higos madurando, cepas y uvas casi a punto para su fiesta anual. Mediterráneo en estado puro.