Revista Vino

Mam i Teca

Por Jgomezp24
Empedrat del Mam i tecaNo creo en las casualidades. Las cosas suceden porque y cuando toca y el Destino nos mueve como le da la gana. No hay más: resignaos y disfrutad de lo que se os da cuando llega. Empecé a leer las novelas de Pepe Carvalho (trasunto poético-revolucionario de Manuel Vázquez Montalbán) el día 8 de marzo de 1984. Debuté con la segunda de la serie, Tatuaje, y no he dejado de disfrutar con ellas hasta que el "pájaro" llegó a Bangkok, un mes de octubre de 2003. He tardado 27 años en descubrir dónde ejercía Biscúter en Barcelona. He tardado, sí, pero ¡he llegado! MVM se desdoblaba en dos: contra el mundo luchaba como Carvalho. Con el mundo, se aliaba a través de la cocina de Biscúter. Radicalmente directo, enganchado a la Boquería como el pulpo a la roca, Biscúter ejercía en la parte baja de la Rambla, en una cocinilla del despacho de Carvalho, frente al Arc del Teatre. No hay que desplazarse mucho, de verdad: Alfons oficia en Mam i Teca, en la C/ de la Lluna n.4, en lo que MVM quizás llamaría las estribaciones occidentales del Barrio Chino. Su cocina es algo más amplia que la de Biscúter pero no mucho más. Su espíritu, su apego a la más cruda realidad, su socarronería, su capacidad de adaptarse a aquello que el mercado le da cada día son, sin más, la reencarnación del trasunto culinario de MVM. Fuma, bebe, insulta con cariño y acierto, provoca y sabe tratar a la gente desde el tú a tú más afable. Y cocina sencillo, casero y, qué caramba, de puta madre.
Nada anunciaba que la cosa acabaría con una epifanía como la que os estoy describiendo (escribo esto en la tarde del 14 de julio de lo que podría haber sido Año Santo de 2011). He entrado modoso, temprano, cuatro mesas (11 plazas) y cinco taburetes en la barra. Vacío  a las dos menos cuarto. "Vengo solo". "Siéntate donde quieras", me dice el camarero, que después se ha revelado como un crack de la música posrumbera catalano-andaluza y aledaños (lo que pincha es una compañía ideal tanto para el local como para lo que se come, de veras). "Qué me recomiendas". "Empedrat". Venga, pues, un empedrat de primero. Los jureles a la plancha los he pedido yo directamente de segundo (anotados en una pizarra). El empedrat estaba riquísimo, con un aceite del que no he dejado gota, vamos, unas judías mínimas que parecían de Santa Pau y dos anchoas que me han hecho soltar una lágrima. Los jureles en su punto, de carne firme y jugosa, con ensalada, pimientos verdes, cebolla sabrosa y olivas muertas de acompañamiento. "Qué tenéis de vino por copas". "Blanco del Penedès". Sin más. Vamos mal, pienso. Pero le echo una ojeada a la carta y descubro que hay malvasía de Sitges de Sasserra, con la coletilla "por copas". "¿Y esto?", pregunto al camarero. "Ah, sí, esto también". Joder, me digo, casi mato la comida por culpa del vino. Me abren la botella y me sirven como si la copa fuera un barreño de San Fermín. "De qué año es", me atrevo a preguntar. "2005". Un estremecimiento de placer Pavloviano recorre mi espinazo...¡tengo bien fresca la memoria de la última botella de 2005! La realidad supera al recuerdo: hoy mismo este 2005 está más hermoso y opulento, con esa combinación de  sequedad y frescor que tan bien le cae. Matorrales verdes cerca del mar del Garraf. Madera seca que el sol ha secado en la orilla. Miel de milflores. La cosa se ha puesto interesante. Pero lo mejor estaba por venir y no sólo tenía que ver con la comida...
Por los ventanales asoma un cliente habitual. Suelta el camarero gritando hacia Alfons (que estaba en la cocina con unos garbancitos con tocino para tres jóvenes francesas que sabían bien qué comían y bebían, al contrario de lo que hacen la mayor parte de nuestros posadolescentes): "¡¡¡llama a la perrera !!! ¡¡¡Que vengan ya los de plagas del Ayuntamiento!!!" Y entonces entra el cliente por la puerta. La cosa ha tardado dos minutos en liarse y yo, diez en entrar de lleno al trapo. Complicidad absoluta. Matices a tope. Segundas intenciones. Palabras y palabrotas. Barrio Chino de veras: Biscúter y Carvalho se me han aparecido de golpe. Se ha negociado un menú: "Me pones unos espárragos". "¿Cuántos?" "Dos y medio", suelta el cliente habitual. Y de allí para arriba. No os cuento para cuánto han dado los espárragos cojonudos que se ha tomado mi compañero de mesa (hemos acabado peleando codo con codo, contra los dos facinerosos que regentan el local). Sólo os digo que la batalla más dura se ha librado sobre el acompañamiento: "quiero mahonesa con mis espárragos". Y salen de la barra Alfons y el camarero (perdona, pero no he pillado tu nombre, lo siento...) con una bolsa de plástico: "te vamos a cortar un huevo porque es la única manera de que te pongamos unos cojonudos con mahonesa", han soltado entre risotadas. Por supuesto, se los ha tomado con un chorretón de aceite y un mínimo de pimienta negra. Lo del trapo ha sido porque cuando he pillado el tono y nivelazo del asunto, he entrado de lleno, me he repantigado en mi silla, he pedido un amaro Averna (que ya no es lo que era...) con un cubito de hielo y hemos estado destripándonos los unos a los otros con un cariño y una devoción que hacía años no vivía. Ha sido una de las comidas más "desastrosas" y  agradables de los últimos 27 años. Sólo me faltaba que las tres francesas hayan despachado sus garbanzos y su queso con un Bri de Monroig MMX de Serrat de Montsoriu (¡quiero que mis hijos tengan novias así!) y que Alfons confesara que conoce a Trallero desde los siete años, para que se completara la epifanía. Una tasca-bar-restaurante-discoteca-enoteca-embajadadelaboquería-trasunto/reencarnación del alma poéticoculinaria de MVM/Carvalho/Biscúter que nadie que quiera saborear y conocer los restos del naufragio de aquello que un día fue Barcelona debe perderse.  Bufff...Lo digo en serio.
No recuerdo ni qué he pagado por la comida (la tecnología punta de la empresa, como comentaba el cliente habitual, llega hasta el sistema de cobro: a tocateja y punto). Incluso creo que mi compañero de batalla ha pagado una de mis copas de malvasía: me parece que los jureles andaban sobre los 6€ y algo parecido el empedrat. He salido, además, con una botella del Sassera 2005 y dos del Bri de Monroig (no fáciles de encontrar en Barcelona) y he pagado un total de 62€. Lo mejor, con todo, ha sido que hoy he completado y sustanciado en carne un recorrido de amor por la Barcelona más canalla y descarnada (literaria) que empezó hace 27 años. Ha sido como volver a casa. Y por favor, dejadme terminar con una nota de servicio: leed este post con la malicia, complicidad y sonrisa más amplia posibles. En especial los protagonistas (si terminan leyéndolo). Ha sido escrito desde un cariño y devoción grandes. Ellos no sabían quién era yo, me han conocido hoy  y me han acogido con una complicidad y camaradería enormes. Se han convertido en uno de mis puntales emocionales desde hoy mismo. Cuando tenga que mojar (me olvidaba el pan: buenísimo) mis penas en albóndigas, croquetas, buen vino y cualquier guisote, ¡ya sé dónde tengo que ir!
Sorells del Mam i teca

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