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Mano invisible, de Adam Zagajewski

Por Ninyovampiro @ninyovampiro
Mano invisible, de Adam Zagajewski
Algo tiene la poesía polaca contemporánea que atrapa, fascina, conmueve y en ocasiones hasta divierte a este lector. Esto es así sobre todo con Wislawa Szymborska, quien nos dejó este año, y que fue autora de algunos de los poemas más lúcidos, originales y divertidos que recuerdo.Otro de los grandes es Czeslaw Milosz, considerado por muchos el más grande poeta del siglo XX. Desconozco los baremos que se utilizan para esas mediciones, pero sin duda algunos de los poemarios de Milosz, antologizados en Tierra inalcanzable, que espero reseñar algún día, son absolutamente soberbios.Poco puedo decir de Zbigniew Herbert, otro de los grandes (y que era descendiente del poeta religioso inglés george Herbert), puesto que todavía no lo he leído, pero desde luego su puesto como referente de la poesía polaca y su prestigio se perciben en la obra de Milosz y del poeta que hoy nos ocupa, Adam Zagajewski.
Mano invisible, de Adam ZagajewskiO cejas que os resistís a encanecer
Tras Tierra de fuego y Deseo, Mano invisible es el tercer libro de poemas de Zagajewski que leo, y una vez más, me han sucedido esas cosas que, dicen los entendidos, nos produce la buena poesía. Si no sabéis a qué me refiero, tan sólo guglead "la poesía produce".
Zagajewski, nacido justo al final de la Segunda Guerra Mundial, no fue testigo directo de los horrores de aquellos años y todos los anteriores. Además, sus tribulaciones más significativas tuvieron lugar cuando él contaba apenas unos meses. Su familia fue expulsada de Lvov, que había pasado a pertenecer a Ucrania, y esa ciudad, hoy Lviv, adquirió tintes casi míticos en la mente del poeta, lo que daría lugar a su ensayo / libro de memorias Dos ciudades, que sólo de recordarlo me están entrando ganas de releerlo. Pero volviendo a nuestro poeta, se me ocurre que, en contraste con Milosz, Zagajewski es un "poeta tranquilo". Su poesía tiene poco de elegía, y casi nada del peso de la culpa, la culpa de todo un continente, que cargó Milosz a sus espaldas.
Mano invisible, de Adam ZagajewskiGliwice, ciudad en sepia donde vivió el autor con su familia tras su expulsión de Ucrania
El Zagajewski más reconocible es el poeta que, en sus recuerdos de infancia, en un detalle cazado al vuelo en un café, en la menor trivialidad cotidiana sabe hallar sencillas revelaciones de gran profundidad, expresar sentimientos universales a menudo inefables, y dar cita en un mismo verso a lo bello y lo terrible, lo efímero y lo inmortal.                   
                   ARKONSKA, 3
                                                           [En Gliwice]
La señora Mazonska era nuestra vecina del rellano,
en Arkonska, 3 (al lado vivía Pszoniak;
Rózewicz en la esquina de Zygmunta y Slowackiego):
Tenía el cabello teñido de pelirrojo y oro en los dedos.
Su marido, un profesor alto y delgado de la politécnica,
me regaló un álbum de sellos;
había allí un verde Congo, un azul Francia
y también muchos rosa marrón de la Segunda República.
La señora Mazonska me invitaba a veces
a la merienda y me recibía como si fuera un adulto,
hablaba conmigo de manera seria y concreta.
Pero yo no era ningún adulto.
No sabía quién era, en el espejo sólo veía unos ojos que no me miraban a mí.
De los árboles caían castañas, claras y brillantes.
Tras la ventana, en la hierba, en un jardín microscópico,
corrían estorninos indiscretos.
En la torre de la iglesia y en la del ayuntamiento, en las paredes
de nuestras casas, en todos los relojes planos
trabajaba incansable el tiempo;
era omnipresente, la policía secreta
no podía competir con él,
ni tan sólo el pensamiento podía alcanzarle.

Es la de Zagajewski (sé que no se puede ser menos original) una poesía del recuerdo y de la epifanía, como podéis ver en el siguiente poema. El concepto de la vita contemplativa aparece en diferentes ocasiones a lo largo del libro, y se puede entender como una metáfora del mismo poeta.
TAMBIÉN "VITA CONTEMPLATIVA"
                                         [En el tren hacia Varsovia]
Puede ocurrir en cualquier sitio, a veces en el tren,
cuando estoy en tierra de nadie: de pronto se abren
las puertas y entran figuras olvidadas, aparece
mi pequeño sobrino que ya no vive,
pero ahora está tranquilo, sonriente,
y un poeta chino que amaba
las hojas de los árboles otoñales y la música,
estudiantes de teología de Córdoba, aún imberbes,
surgen de la nada y se enzarzan en una disputa
volviendo a la discusión sobre los atributos de Dios,
y murmura la fantástica vida como una cascada en primavera,
hasta que finalmente se extiende el insistente tono de un teléfono,
después un segundo tono, un tercero, y todo este gran mundo extraño
de repente mengua y desaparece, igual que un ratón de campo
que, al sentirse amenazado, se escurre diestramente en su secreta morada.

Mano invisible, de Adam Zagajewski
Estas revelaciones que tiene el poeta pueden ir de lo más trascendental a lo más nimio, pero nunca dejan de sorprendernos. A modo de ejemplo, recojo otro bellísimo fragmento, del que me fascina, sobre todo, la facilidad con que la visión de Zagajewski nos transporta de continentes remotos a los cuadrados amarillos de las ventanas en la noche. 
Está anocheciendo, viene una noche seria por el este,
recelosa y taciturna.
La noche que viene de Asia y no hace preguntas.
Qué bello es lo extraño, qué fría la felicidad.
Se encienden luces amarillas en las ventanas sobre el Sena
(he aquí algo realmente misterioso: la vida de otras personas).
Lo sé, en esta ciudad ya no existe el secreto.
Pero existen los plátanos, las plazas y los cafés, las calles afectuosas
y la mirada clara de las nubes que se va apagando lentamente.
(de "Jardín de Luxemburgo")
Al leer esos versos que comienan con "Se encienden...", uno no puede evitar pensar que el poeta está hablando por él.
Podría aportar decenas de ejemplos parecidos. La sencillez del siguiente me pareció memorable. Creo que la incredulidad ante la muerte de una amiga, y la idea de que para la mente humana la palabra es en ocasiones la ejecutora del acto que verbaliza, pocas veces se han expresado de una manera tan clara y certera:
....... pregunta si sé
que murió Paola Malavasi,
de manera inesperada, por la mañana,
el domingo, en un hotel de Venecia.
No, no sabía nada; estas dos palabras,
murió y Paola se encontraban
por primera vez....
             (de "Indefensa")

Mano invisible está organizado en tres partes, cada una de las cuales contiene recuerdos, reflexiones y epifanías como las descritas. A simple vista, y como me suele suceder con los libros de poesía, no parece evidente el porqué de esta división. Existe, sin embargo, un tema recurrente que cruza todo el libro, y es la pérdida de memoria del padre del poeta. Este trágico proceso se articula en tres tristísimos poemas, "Con mi padre de paseo", "Ahora, cuando has perdido la memoria" y "Mi padre ya no me reconoce". 
Si  somos nuestra memoria, cuando perdemos ésta sólo existimos en los recuerdos ajenos. Esta idea se ha dicho mil veces, ya lo sé, pero Zagajewski no se propone en este libro inaugurar una nueva poética ni sorprender al lector con conceptos jamás expresados. Más bien al contrario, su propósito es ahondar en esas cuestiones que a veces se expresan mejor en un verso que en una novela: el paso del tiempo, la memoria como identidad, o la revelación epifánica en lo cotidiano. 
Con una impecable traducción a cargo de Xavier Farré, Mano invisible es, en suma, un poemario inteligente, accesible y profundamente hermoso.

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  arkadion
publicado el 11 noviembre a las 05:20
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