Por Martín Volman
Estas imágenes tienen tanto en común como de diferente. Estas fotografías examinan las condiciones (y límites) de lo digital y de la representación. Pero, ¿qué pasa hoy en día con la fotografía, el medio realista por excelencia, el que imita(ba) a la realidad a la perfección? ¿Sigue siendo el análogo perfecto?
El referente se adhiere, pero al acercarse, estas imágenes se vuelven más irreales. Los pixels se disuelven y se vuelven ilegibles, como si uno se aproximara a otro tipo de verdad. Edgar Allan Poe, en 1840, pocos meses después de la introducción ante sociedad del daguerrotipo, escribió: “Al acercarse más a una fotografía [dibujo fotogénico] se revela una verdad más absoluta, una identidad más perfecta con lo representado”. Los pixels, esas celdas uniformes coloreadas, son superficies que almacenan otras superficies captadas. Su visibilidad suele ser pensada como error, como falla, como una imagen pobre. Sin embargo, tal vez este ahí su riqueza. Estos pequeños bloques de información reafirman lo digital de estas imágenes, su irreductibilidad. Al pasar de lo real a la imagen no podemos escapar a estas mínimas unidades que se camuflan en la grilla de los pixels, que junto a las venecitas y ventanas se entremezclan, (con)fundiéndose en una nueva realidad. En el Marq, Libertador 999 CABA