El subgénero thriller-periodismo ha sido un importante filón para la industria de Hollywood de la que han salido obras maestras como Luna nueva de Howard Hawks y Creo en ti (Henry Hathaway), protagonizada por James Stewart en la que un periodista defiende la inocencia de un chico hasta el final con la ayuda de la luchadora madre de éste. Tampoco nos podemos olvidar de Todos los hombres del presidente o El desafío: Frost contra Nixon, donde se desvelaban detalles del Caso Watergate. Resulta imprescindible Los Gritos del silencio de Roland Joffé que sirvió para denunciar los desmanes del comunismo en Camboya, mientras que en los últimos años hemos podido disfrutar de la serie The newsroom y la película: Sombras del poder, interpretada por Russell Crowe.
Matar al mensajero cuenta las andanzas de un “buscador” de noticias que trabaja en el San José Mercury News y que no ha tenido demasiado éxito hasta que cae en sus manos una bomba informativa que le puede servir para ganar el Pulitzer, pero que tendrá que soportar muchas presiones para sacar sus artículos adelante, al salpicar a las altas esferas de los servicios secretos.
El cineasta Michael Cuesta, muy relacionado con el mundillo de la televisión, nos ofrece una historia, basada en hechos reales, para desvelarnos las luces y sombras del caso Gary Webb que, en la época del gobierno de Ronald Reagan, escribió unos explosivos artículos en los que demostraban las conexiones entre la CIA, Nicaragua y el narcotráfico. Salvo por unos 15 minutos, la película no pierde el interés en ningún momento y el director ha sido capaz de hacer asequible para el público una complicada trama a diferencia de lo que ocurre con las películas de espionaje con las que muchos nos perdemos y desconectamos.
La caracterización de Jeremy Renner está muy conseguida, ya que guarda gran parecido con el auténtico Webb, aunque el reparto es bastante bueno y lo completan: Rosemarie DeWitt, Mary Elisabeth Winstead, Ray Liotta, Andy García o la española Paz Vega.
El largometraje es un homenaje a todos esos investigadores de los medios de comunicación que se juegan la vida en su afán por descubrir la verdad porque a nadie le gusta que le quiten la careta. Esta cinta deja en mal lugar a la política estadounidense de la década de los ochenta por muchos aciertos que tuviera. Por otra parte, podemos reflexionar sobre la ética enfrentada a la guerra sucia en esta profesión considerada como el cuarto poder. Además, como hemos visto en innumerables ocasiones, la familia tiene gran peso en este thriller, donde la reconciliación puede ser o no el modo de limar las diferencias existentes porque las malas acciones tienen sus consecuencias (publicado en Pantalla 90).