Revista Animación

Mi Villano Favorito

Por Diezmartinez
Mi Villano Favorito

Debe ser difícil tratar de hacer cine animado para toda la familia en la época de Pixar. Y es que por más que la película animada de marras tenga sus méritos –y casi todas los tienen-, la realidad es que en muy rara ocasión un filme de este tipo resiste la comparación con lo mejor de Pixar (el tríptico Toy Story, Buscando a Nemo, Wall-E, Ratatouille…).

Tómese el caso de Mi Villano Favorito (Despicable Me, EU, 2010), opera prima en el largometraje animado de sus dos directores, Pierre Coffin y Chris Renaud, cinta realizada para Ilumination Entertainment, la nueva compañía animada en el vecindario hollywoodense. No podría decir que la cinta es fallida, que aburre o que su animación es pobre. Pero tampoco puedo afirmar que la película entusiasma o emociona al grado que lo hacen las obras de Pixar antes mencionadas. Ni modo: como en este y mucho otros asuntos, hay niveles. Y el de Pixar no es fácilmente alcanzable.

El argumento, escrito por Sergio Pablos, tiene su gracia, aunque me parece que pudo haber salido de algún capítulo extendido de la teleserie animada de Disney, Phibeas y Ferb, pues el protagonista Gru se comporta, a ratos, como el torpísimo maloso de esa serie, el Dr. Heinz Doofenshmirtz. Gru, el villano favorito del título en español, está siendo desplazado en su “malosidad”, por el sangrocito-hijo-de-papi Vector (voz en español de Aleks Syntek), quien acaba de asombrar el mundo robándose una de las pirámides de Egipto. Así, aguijoneado por el éxito de ese junior malcriado, Gru (con voz en español de Andrés Bustamante, cual Dr. Chunga villanesco) planea dar el golpe más grande de toda la historia: robarse la Luna. La aparición de tres encantadoras huerfanitas, sin embargo, harán que Gru cambie por completo… y no sólo de planes.

Lo más gracioso de la película está en los márgenes de la misma: como ya sabemos en qué terminará la relación de Gru con las tres niñitas, resulta mucho más entretenido e ingenioso el slapstick que Coffin y Renaud logran vehicular a través de las decenas de pequeños secuaces de Gru, los llamados “minions” -esbirros, pues-, que son una especie de capsulitas amarillas ambulantes con uno o dos ojos y que hablan un lenguaje propio pero completamente entendible.

Es cierto que, hacia el final, los hacedores de esta cinta sí logran que nos interesemos genuinamente en el pobre villano Gru, que no es más que un lamentable hijito-de-mamá al que le faltó un poco de atención. Esa atención que, sabemos, sabrá dársela a sus tres nuevas hijas. Con todo y baile final a lo John Travolta.


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