Retrasé mi primera visita a Milán por el falso concepto que tenía de ella, no podía estar más equivocada y hace unos años, un frío fin de semana de invierno, en el que nos nevó y todo, nos fuimos para allá. Así comprobamos que Milán, ni Gris, ni Fea, ni solo Moda y Diseño.
Razón suficiente para incluirla en el “viaje de chicas” de este año. Si añadimos que está a menos de 50 km de Bérgamo y que hay trenes cada hora, ya no hay razón para no acercarse a conocerla. Con lo que nosotras no contábamos era con la huelga de trenes con la que nos desayunamos ese viernes. ¿Teníamos Plan B?
Ni nos habíamos planteado el Plan B. Sin tren tampoco podíamos ir a Verona y otro día más en Bérgamo iba a ser demasiado. ¿Y en autobús?
La estación de autobuses está justo enfrente de la de trenes y solución había, no tan rápida y cómoda como el tren, ni siquiera tan sencilla, pero teníamos medios para ir a Milán. ¡Mira que es complicado saber que autobús va al centro de Milán! Ni los italianos lo tenían claro. Pero al fin lo conseguimos.
Un viaje en autobús hasta Milán – Sesto San Giovanni y otro viaje en metro hasta la plaza del Duomo, y prueba superada, estábamos en Milán. Maravilladas nos quedamos cuando salimos a la plaza y lo vimos, allí, como un gigante tomando el sol, el Duomo.
Impresiona ver su grandiosidad, aunque no sea la primera vez que lo tengamos delante, pero es tan magnífica, tan elegante, tan bella esta catedral, a pesar de la cantidad de gente, de vendedores ambulantes, de cámaras y de palitos de selfies.
De estilo gótico y una de las más grandes de Europa, ese bosque de pináculos y chapiteles ya me tenían enamorada, ¿Sabíais que hasta hace unos años podíamos apadrinar esas agujas?. Ni os imagináis la de fotos que he podido hacer de ellas, de sus contrafuertes, de su fachada, de sus gárgolas, de las estatuas que culminan las agujas, y es que reconozco que soy más de “arquitecturas” que de “pinturas”.
Imprescindible subir al tejado, en ascensor o por la escalera, para admirarla desde todos los ángulos. Las vistas son espectaculares. Por un lado, la plaza, a la derecha el Arco de las Galerías Vittorio Emanuele y un poco más allá, la terraza-restaurante de La Rinascente.
A la inversa también se obtienen buenas vistas del Duomo. Por lo que es aconsejable subir a la última planta de los grandes almacenes La Rinascente, salir a la terraza y admirar a ese coloso que es el Duomo. Si sóis foodies, esta planta os resultará un pequeño paraíso. No es Harrods, ni Lafayette, pero se pueden encontrar detalles gastronómicos muy interesantes.
Cuando bajamos de la azotea del Duomo, pasamos a su interior. Interminables columnas, luminosas vidrieras y un suelo de mármol blanco, rojo y negro que casi me hace más mirar hacia abajo que hacia arriba.
Bajamos también a visitar la zona arqueológica en las que se muestran los restos de la Catedral de Santa Tecla y las ruinas de un baptisterio cristiano del siglo IV.
Salimos de nuevo a la plaza para dirigirnos a los pasajes de la Galería Vittorio Emanuele. Cúpulas de cristal, elegantes tiendas, todas las vitrinas con los carteles en negro y dorado y el mosaico de un toro en el que todo el mundo, incluidas nosotras, se empeña en pisarle sus partes. Dicen que trae suerte y que es una forma de volver a Milán. En cuanto a esto último, doy fe que conmigo se ha cumplido.
Si salimos por el otro extremo de la galería nos encontramos con el Teatro de La Scala, una bombonera, que visité en mi primer viaje a Milán.
Se acerca el mediodía, así que nosotras nos vamos por la vía Tommaso Marino en busca de Luini, un horno que data de 1888 y que es famoso por sus Panzerotti.
Siempre tiene una larga, aunque rápida, cola de espera, y es una buena opción para comer algo rápido a mediodía. Yo ya los había probado y sabía que a mis acompañantes les iba a gustar, pero estábamos cansadas, necesitábamos un receso, y a ser posible, sentadas.
Justo al lado se encuentra el restaurante Di Gennaro, que, a pesar de estar situado en una zona hiperturísitica, es frecuentado por milaneses que han salido de compras, algún hombre de negocios, y por supuesto, turistas como nosotras. Era un apuesta sobre seguro porque ya lo conocía de la vez anterior, así que no costo mucho que nos decidiéramos.
Tomad nota: deliciosos los Tortelloni de espinacas y ricota con salsa de nueces y difícil resistirse a la pizza de mozarella, rúcula y jamón. Me vuelven los aromas y los sabores mientras lo estoy contando.
Con las fuerzas repuestas estábamos listas para una visita fugaz a La Rinascente y partir, paseando, hacia el Castillo Sforza ó Sforzesco Construido en el s.XIV como fortaleza y reconvertido en palacio más tarde.
Un paseo y un descanso por el recinto. Se estaba bien y hacía una tarde muy agradable. Momentos de pausa en los que siempre sale a relucir algún tema interesante en el que al final acabamos riéndonos de nosotras mismas.
El castillo alberga varios museos, pero nosotras nos quedamos deambulando por el extenso patio central y otras zonas de acceso gratuito.
Después volvemos hacia la zona comercial. Una vuelta por la mítica Vía della Spiga, repleta de tiendas de lujo y de grandes marcas, en las que la mayoría de la gente pasea, pero no compra.
La tarde caía y era momento de acercarse a la estación central para confirmar que el servicio ferroviario se había restablecido y podíamos volver a Milán en tren.
Esta vez no nos acercamos, pero si pasamos más de un día en Milán, aconsejo darse una vuelta por el Naviglio donde los domingos se celebra un agradable mercado y hay gran oferta de restaurantes. En esta ocasión, no había tiempo.
Ni os imagináis lo abarrotada que estaba la estación. Cola para sacar los billetes, espera hasta el último minuto para conocer en que vía estaba nuestro tren, para finalmente subirnos al vagón sin validar los billetes. No sería la única vez que nos pasaría en este viaje, aunque no tuvimos ningún problema ¡cómo no hay revisor!
Bérgamo nos recibió de noche, el día había sido intenso y algo cansadas si que estábamos. Había que recuperar fuerzas por que al día siguiente tocaba madrugar para ir a Verona. Pero eso os lo cuento en el próximo post.
Etapas de este viaje:
- Bérgamo, algo más que un Aeropuerto
- Milán, ni gris, ni fea, ni sólo moda y diseño
- Bella, Bellissima Verona (proximamente)
A tener en cuenta:
- Ticket Duomo: Duomo, Museo, Baptisterio de San Giovanni y Terrazas, con ascensor, 15 euros, a pie, 11 euros, se pueden sacar por internet. En las taquillas hay que pagar en efectivo.
- Metro: Los billetes de metro se pueden comprar en las máquinas automáticas y en los quioscos del metro.
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Transporte en Tren:
Los billetes de tren se compran en los estancos de la estación o en las
máquinas automáticas, algunas sólo admiten tarjetas de crédito. Para ir
a Milán o Verona es preferible coger este transporte. No hay reducción
en el importe por comprar ida y vuelta.
De Bérgamo a Milán hay trenes directos, sin transbordo, aproximadamente cada hora.
- Transporte interurbano en Autobús: Los billetes de autobús se venden en los estancos de la estación de autobús. Probablemente hagan múltiples paradas durante su trayecto, por lo que no recomiendo este transporte.
- Dónde comer en Milán: En el centro podemos encontrar Luini para tomar un tentempie y probar sus Panzerotti. El restaurante Di Gennaro en una de las travesías de la Galeria La Rinascente, también tiene una carta interesante tanto a mediodía como para cenar. Si disponemos de más tiempo podemos acercarnos a la zona del Naviglio donde hay una gran oferta de restaurantes.