Revista Expatriados

Moderados del mundo, uníos

Por Tiburciosamsa

En el campo de las relaciones internacionales desde mediados de los 90 se ha puesto de moda hablar del choque de civilizaciones. Un día en el que al abuelete Huntington se le había olvidado tomar sus pastillas, le dio por hablar de choque de civilizaciones y la que montó. De pronto, todo el que quisiera llamar la atención en la arena internacional tenía que proponer algo para impedir ese choque. En 1998 el Presidente iraní Jatami introdujo la idea del Diálogo entre Civilizaciones. En 2004 el Presidente Rodríguez Zapatero envidó más y lanzó la Alianza de Civilizaciones. El Primer Ministro turco, Erdogan, que es menos imaginativo encontró que era menos complicado subirse al carro de algo que ya existía, así que la patrocinó con tanto entusiasmo que parece que la hubiese parido él.

La última novedad en este campo tan bonito del choque civilizacional es el Movimiento Global de los Moderados que se sacó del magín el Primer Ministro de Malasia, Najib Razak, en septiembre de 2010. Najib Razak lanzó su iniciativa en el lugar habitual en el que se lanzan las grandes ideas o las pajas mentales inmensas: la Asamblea General de Naciones Unidas.

Naijib Razak comenzó su discurso en dicho foro constatando que tenemos un problema. Bueno, problemas tenemos para regalar, pero él prefirió concentrarse en el problema de la islamofobia, la tendencia a concebir el Islam como una religión peligrosa, dañina y perversa. Esto sólo consigue ahondar la brecha entre el mundo musulmán y Occidente. Najib sugiere que nos estamos equivocando, que el verdadero problema no se da entre musulmanes y no musulmanes, sino entre los moderados y los extremistas de todas las religiones, sean musulmanes, cristianos o judíos. Hemos permitido que las voces de los extremistas, que son periféricos y minoritarios, ahoguen las voces de la mayoría, que es moderada y pacífica. Su propuesta es que construyamos un Movimiento Global de los Moderados de todas las religiones que coopere en combatir y marginar a los extremistas.

El pasado 16 de mayo, Najib dio una conferencia en la Universidad de Oxford en la que perfiló un poco más la idea. Allí se hizo una pregunta interesante: “¿Cuándo el Islam y el extremismo se hicieron sinónimos? (…) ¿Cómo ocurrió que los actos de extremismo de una minoría de musulmanes llegaron a verse como un reflejo del Islam y de sus seguidores?” La pregunta me parece muy válida. Cuando Anders Behring Breivik perpetró sus atentados en Noruega en defensa de una Europa cristiana y en contra del multiculturalismo y el Islam, nadie habló de terrorismo cristiano, sino de un pirado peligroso. Cuando Baruch Goldstein mató a 29 palestinos en la Cueva de los Patriarcas en febrero de 1994, no hablamos de terrorismo judío, sino de un extremista individual, a pesar de que, a diferencia de Breivik que era un lobo solitario, tenía vínculos con un movimiento judío de extrema derecha. Cierto que hay muchísimos más terroristas que profesan la religión musulmana que terroristas cristianos o judíos. Pero aun así representan una proporción ínfima dentro de los 1.500 millones de musulmanes.

Otra cosa que me gustó de su discurso es que lo concluyó con una frase de Edmund Burke: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.” Es una frase que siempre me ha impresionado, por lo cierta que es y por cómo nunca la ponemos en práctica. Estoy seguro de que en 1941 eran muchísimos más los alemanes que pensaban que el Holocausto era un horror, que los que lo apoyaban. Pero los primeros no hicieron nada. Ah, y no me creo la versión de que del Holocausto sólo se enteraron cuatro gerifaltes nazis y seis kapos de campos de concentración.

Tanto en Nueva York como Oxford Najib hizo un canto de la armonía y puso como ejemplo a su propio país donde “en Malasia, el Islam es sinónimo con la moderación, la inclusión y el buen gobierno. El 60% de los malasios son musulmanes, el otro 40% profesa una variedad de creencias (…) Aunque la Constitución malasia establece que el Islam es la religión de la Federación, protege el derecho de todos los malasios a practicar su religión en paz y armonía.”Parece que esta última afirmación no ha sentado tan bien en Malasia. La diputada del Partido de Acción Democrática (DAP) Teresa Kok le ha señalado que si tanto le gustan la armonía y el buen rollito, por qué no le da un capón a Ibrahim Ali, el líder de Perkasa, que está todo el día haciendo declaraciones xenófobas y racistas. La prestigiosa ONG Sisters in Islam ha dicho recientemente que no puede estar más de acuerdo con la propuesta de Najib Razak, pero ha advertido que la propuesta se conjuga mal con las crecientes amenazas a los defensores de Derechos Humanos, a la libertad religiosa y a los derechos de las minorías. Un recorrido por la blogosfera malasia muestra que Teresa Kok y Sisters in Islam no son las únicas preocupadas porque la realidad malasia es muy distinta del buenismo que Najib predica en el extranjero. Y un vistazo a wikileaks muestra que la preocupación alcanza también a la Embajada de EEUU en Kuala Lumpur. Algunas de las cosas que la Embajada escribió fueron: “Durante mucho tiempo ha habido un conflicto entre el compromiso del partido gobernante en principio con la libertad de religión y la tolerancia en la práctica de opiniones diversas.” Los telegramas de la Embajada norteamericana pintan a un Najib Razak que se ve cogido entre la necesidad de defender la moderación y la tolerancia y la de no perder votos entre el electorado malayo. En esa disyuntiva va ganando lo segundo. Pero en política no importan las realidades, sino los símbolos y el Movimiento Global de los Moderados va por buen camino. En enero de 2012 ya contará con su propia fundación y los primeros burócratas que vivirán de él. ¡Larga vida al Movimiento!

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