Revista Cine

Mujeres que alteran a hombres.

Publicado el 07 mayo 2010 por Francissco
Mujeres que alteran a hombres.
Los dos sexos, como siempre.
Ya es algo científico, la presencia de una mujer en una habitación basta para activar el organismo masculino, de forma químicamente constatable, según un estudio reciente. Ha sido uno de esos que sirven para comprobar, por quincuagésima vez, lo que siempre hemos sabido y creíamos que todos  sabían también, excepto los de siempre, claro, el Doctor Perogrullo y sus ayudantes empollones.
Este doctor  -una entidad colectiva formada por múltiples cabezas cuadradas-   es conocido por investigar tan solo las cositas que  confirman las creencias más intuitivas, una forma segura de seguir recibiendo financiación.
Pues lo que han visto es que nos sube el cortisol, que no es una marca de refrescos, sino una hormona que libera glucosa, para que así dispongamos de energías para iniciar el cortejo, galantear y, sobre todo y seguramente, apartar a algún posible mastuerzo competidor, que es que esta cosa de la evolución biológica fue algo muy duro y con abundante reparto de coscorrones.
Se comprobó la alteración haciendo entrar a chicas jóvenes, agradables pero sin llegar a sexsimbols, en una habitación llena de sali, digoo, de hombres voluntarios y, posteriormente, tomándo a estos panolis muestras de sangre y efectuándoles, asimismo, algunas cositas abominables más, cosillas que suelen hacer los fulanos de batas blancas y tiempo abundante (extraer fluidos seminales, esencias masculinas varias...)
Como siempre y desde nuestros orígenes, quien más las miraba (a ellas, claro) y más leña repartía era el que lograba dejar más niñatos repelentes por el mundo, ay que joderse. Y es de esa herencia de la que nos viene el sin vivir que arrastramos. Lo llevamos grabado a fuego en todos nuestros chips, lo arrastramos como una bendición y al mismo tiempo como una penitencia. Nos inunda los sueños, las horas del día y nos provoca balbuceos inoportunos, justo cuando más locuacidad necesitaríamos, cuando al fin nos atrevemos a abordarlas, aiis....
¿Y porqué demonios es esto una penitencia? ¿Acaso no es agradable ese efecto deliciosamente expansivo en cierta parte de la anatomía? Pues sí, claro que sí, nos ha jodido Mayo. Esta bajada repentina de sangre, dejando la zona pensante al mínimo, constituye el gozo secreto de los varones.
Es secreto porque, aunque después se relata entre amigos y todo eso que se hace, en el preciso momento  que te ocurre no puedes comunicárselo así como así a la mujer que lo provoca, sobre todo porque muchas veces (casi siempre) suelen ser desconocidas.
Está constatado que sube la presión arterial, que hay contracciones musculares en la zona del vientre, que se entra en modo visual casi absoluto y que la actitud abstracta se va a hacer gárgaras. Y esto último no es moco de pavo, ya se comprueba el cómo los chicos rinden menos que las chicas en los estudios, en esa adolescencia glandular y llena de picores, que constituye una de las mayores maldiciones de la convivencia humana.
El querido Doctor Freud (ya sabéis, diván y pipa de cazoleta) lo llamaba (al deseo, no al diván) la "tensión jamás resuelta". Lo propio de esta es apetecer siempre más y más y no satisfacerse nunca. Lo suyo sería que lo intentáramos, pero la estructura social está hecha aposta para impedirlo. Desear a la vecina del quinto podría hacer que otro hombre subiera para matarte hasta el décimo, si eres tan insensato como para impedir que se te note. Tú también bajarías hasta el quinto con ánimo homicida si fuera a la inversa.
El resultado de todo ello, de esa contención forzada, es ese malestar en la cultura, esa pulsión instintiva siempre inconfesa que, si es muy intensa, hasta puede alienarnos, paradójicamente, de ellas, las Inalcanzables (por lo general, tenemos una pareja y las energías llegan justitas, je, je)
Fueron las comunas hippies, en los psicodélicos, horteras y atolondrados sesenta, las que demostraron la falacia del sexo de todos con todas y la revolución sexual total. Esta se frenaba en seco si tocaban a tu querida costillita, factor que transformaba a aquellos grupitos, inicialmente bucólicos, en una ensalada de hostias primigenias.
Es la misma reacción que se observa en las pandillas de jóvenes, que reproducen de forma espontánea los roles machistas y posesivos, al igual que actitudes de violencia de género y maltrato de origen celoso, jodíos niñacos...
Es en esa edad cuando la mujer se revela como una suerte de  atractor explosivo, con la expansión de los senos, el redondeo de las caderas y el bamboleo atormentador de la zona pélvica. Semejante dinamita, armada posteriormente con instinto y artes de seducción, es la que desequilibra molleras y matrimonios, ay, Dios mío.
Una leyenda oriental dice que al principio y en algún lugar, éramos todos un solo sexo hermafrodita, pero alguna divinidad nos partió en dos. Y separó las dos partes. Y las dos partes se deben encontrar para ser felices. Lo de la media naranja y todo eso, ya sabéis. Pero lo que también sabéis  -y aquella divinidad puñetera no sabía-  es que, para muchos, casi cualquier otra mitad les vale.
Un saludito alterado (la primavera)

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