Revista Cultura y Ocio
Música argentina del Siglo XXI. Artistas más votados: #2, Luis Alberto Spinetta
Publicado el 27 marzo 2015 por TuchoPor Santiago Segura
La escena es graciosa al imaginarla: un adolescente de esta era pone Silver sorgo, llega a "Tonta luz" y cree que el tema salta, que está mal rippeado el disco a mp3. Mejor: que hay un error en la carga del tema en Deezer o Spotify (o, peor, que es un problema del full album en YouTube). Lo que no sabrá esa persona es que "Tonta luz" es así. La canción (¿vale decirle canción a ese collage sonoro tan clasicista como vecino de lo concreto/contemporáneo?) está rayada por decisión de su autor. Entre los cortes aparecen palabras sueltas, algunas que no se escuchan con nitidez y otras mucho más claras: "déja vù", ¿"nubes"? ¿"tu luz"? El proceso pareciera llevar la lírica a la acción:
Espera un instante fugaz
en el que dejarse ir
en la tonta luz que querrás entreabrir
y así el vacío mirar
y el bardo final
de este mundo que aniquila el amor
por dentro, todo es un túnel hacia ti,
y para qué proseguir
si tú te esconderás
y de mí huirás
en un súbito adiós
como un ángel,
sin dolor alguno, ¡ah!
Podría escribir este texto sólo con “Tonta luz”. El tema (mejor digámosle así) apenas si llega a los dos minutos, pero ya desde el título nos deja conclusiones. Spinetta empieza el nuevo siglo contradiciendo toda su obra porque… ¡¿Desde cuándo la luz es “tonta”?! Uno de los tipos que más nos habló del sol, ahora dice que la luz no va; al rato dirá (en... "Esta es la sombra") que sólo espera "ser la nube que propicie tu lluvia". Algo está por pasar. O algo pasó.
Eso que pasó viene de 1999, se llama Los ojos y es el disco en verdad iniciador del período '00 de Spinetta, porque a veces los números engañan. El principio del último Spinetta, quizá el más discutido por crítica y público (aunque, a juzgar por los números de esta encuesta, hay 300 músicos y periodistas que siguen venerando al Flaco). Una no tan vieja entrevista de Roberto Pettinato a Juanse en la revista La Mano, abril de 2005, contenía este diálogo:
—¿Estás de acuerdo que ya nadie escucha los discos de Spinetta de los últimos tres años, pero igual nos encanta que los siga haciendo?
—Sí, estoy de acuerdo.
La operación es simple: al menos con Spinetta vivo, sus discos de 2000 no eran demasiado escuchados. Y la sentencia no proviene de la charla entre Pettinato y Gutiérrez, sino del propio Flaco, que se lo dijo con humor a su hija Catarina en una entrevista para el canal CN23: "[Un mañana] es un disco lindo, la gente cuando lo escucha huye despavorida. (...) El más influyente es la Mona Jiménez, para mí. Lo pienso en serio, musicalmente hablando, su ritmo y su contagio pachanguero, eso, finalmente ha alimentado a mucho del rock. La parte fiesta del fútbol, no la parte asesina. (...) Quienes no somos muy pachangueros tenemos que sabernos ubicar y saber que no podemos ser tan punto de referencia, por más que todos los músicos admiren tu trabajo. Estamos en un momento muy Clubdelclanero, de escuchada fácil".
Volvemos a "Tonta luz". Decía Spinetta de ella, y Silver sorgo: "Es un rapto de desesperación. La escribí en el secuencer de mi Trinity, basándome en una forma andante, cambiando los acordes y jugando sobre la misma estructura rítmica. (...) Al terminar la canción, al cantarla y aceptar su deliberada monstruosidad, se me ocurrió agregarle un fragmento grabado durante la realización de Los ojos por otro gran técnico y amigo: Ramtés González, quien es el único técnico egipcio que trabaja en nuestro medio. Dicho fragmento es el producto de una feliz casualidad. Por curiosidad, al apretar yo un comando de la computadora, todo un pedazo de la canción empezó a sonar entrecortando simétricamente pequeños segmentos que se rebobinaban pero al derecho, hasta el comienzo del tema. Esta canción es de Los ojos, pero no quiero decir su título. De todos modos, alguien con oído fino e imaginación podría saber de qué se trata. La combinación de esta cola de cometa lingüístico con la letra de "Tonta luz", me hace feliz. Con eso resumo todo. (...) El nombre Silver sorgo tiene un sentido, o, bueno, en realidad, podría tenerlo. Es la emisión fallida de otra nueva divisa, ahora que se viene el euro. Esta nueva moneda es el silver sorgo. La Argentina es un gran productor de sorgo, entre otras cosas. Y silver, que significa plata. Sí, ya sé, el río. El río de guita que se va... El silver sorgo es una moneda irrealizable".
Vale recordar que Silver sorgo, el disco, salió en 2001. A veces los ojos del artista ven un rato antes el río que se va y el que se viene.
Spinetta suele ser tildado de aburrido, de reiterativo, de difícil. Spinetta 00 produndiza esa brecha para con el oyente huidizo a ciertas complejidades armónicas, ese macromundo que excede todo género, estalla en los oídos y lleva tiempo de asimilación. Sus temas próximos a lo que se concibe como rock ("Yo miro tu amor", "Agua de la miseria") eran celebrados en los shows como una excepción dentro de lo que imperaba, así como pasaba con las gemas de antaño. Pero bien: ¿cuánto hay de cierto en que el Spinetta de los últimos años practicó una quietud sonora cercana al estancamiento? ¿No hubo nada nuevo, siquiera rasgos novedosos, en su música? ¿Todo lo que hizo entre el díptico Los ojos-Silver sorgo y Un mañana es igual? La respuesta es no y con un poco de atención, se nota. Hubo un movimiento sutil que, es inevitable, tiene sus vaivenes con el pasado.
Ese movimiento es el que arrima a Spinetta a las aguas de la música negra (algo que se ha señalado bastante poco). ¿Un músico tan blanco en su sonido? Sí. A su manera, desde "No me alcanza", "Adentro tuyo", "Canción de noche", "No quiere decir" -y hay más, mucho más-, Spinetta roza el funk y el soul, como si hubiera (a)probado los discos que escuchaban sus hijos en los '90. O los que hacía el propio Dante con Illya Kuryaki and the Valderramas. "Me atrae el soul porque hay mucha musicalidad en las canciones y se encierran como misterios que son dignos de prestarles atención. (...) Esa mirada hacia el funk, la música de Stevie Wonder y de tantos otros genios me permite expandir el límite creativo un poco más arriba". El Flaco llegó al nivel de invitar a Dante y Valentino, con su grupo Geo Ramma, para reversionar en clave rap-metal un clásico de Almendra ("Ana no duerme", en el soterrado Obras en vivo). Y arremetió nada menos que con Necesito un amor de Manal, en la cumbre de Las Bandas Eternas. Las apuestas le salieron bien aunque los escépticos miren de reojo. El límite se expandió, se abrió un poco más.
Para los árboles es el disco donde esa búsqueda llega a su punto cúlmine, el más distinto o distintitvo del período. Spinetta se rodea de músicos ideales para lograr ese groove: Javier Malosetti; la corista Grace Cosceri, además coach vocal del Flaco (¿y la primera mujer en ser miembro estable de un grupo de L.A.S.?). También colabora un productor/técnico ducho en la materia, Rafa Arcaute, que se encarga de algunas teclas. La suma de los ingredientes hace de "Néctar" y "Vidamí" dos momentos embriagadores, mucho más livianos que otros Spinettas. Las programaciones ayudan: nunca habíamos escuchado al autor tan cercano a un pulso electrónico, aunque en Silver sorgo algo se insinuara. "Yo era sólo gelatina/ sin un esqueleto,/ sin organización alguna...", dice la letra de "Néctar": alguien olvidó darle play y replay al Spinetta bailable; y juro que lo escuché y leí elogiar a Beyoncé. Pueden horrorizarse... O bailar con él.
Pan es, a la larga, el disco más cálido de estos últimos años. El del sonido más orgánico y de banda. El de las canciones más hermosamente simples, como "Sinfín", "La flor de Santo Tomé" y "No habrá un destino incierto". "Dale luz al instante" y su "Estoy entusiasmado con tu corazón/ todos los días así, toda mi vida/ estoy iluminado con tu sencillez". El enamoramiento parece pegar y Spinetta suena más casero que nunca, relajado y con una banda que hace brillar su voz infinita y clara (sale Malosetti y entra Nerina Nicotra, otra dama; Sergio Verdinelli se hace cargo de los parches. El toque negro merodea a varias canciones, pero esta vez todo es más a flor de piel). "Bolsodios" se erige como una de las grandes canciones de todo el repertorio spinetteano.
¿Alguien dijo Repertorio? Allá viene Un mañana, el jukebox para fanáticos de todos los tiempos: "Tu vuelo al fin", para los setentistas más pesados (en todo sentido); "Hiedra al sol" y su link instantáneo a Kamikaze en otra obra cumbre, sonido a madera incluido; "Mi elemento" y la canción redonda que no aparecía desde "Seguir viviendo sin tu amor"; "Hombre de luz", "Vacío sideral" y el velo de los últimos ochentas; la estructura modular de "Canción de amor para Olga" y el instrumental "Un mañana" para reubicar en una zona de privilegio a Jade. Es el disco de los hipervínculos, como si el tipo -otra vez- hubiera sabido más que nosotros. El postre vendría al año siguiente con la sorpresa (y el show) más grande de toda su carrera.
"Spinetta y Las Bandas Eternas" nos dejó boquiabiertos desde su propuesta, con El Flaco junto a todos sus grupos legendarios haciendo un recorrido sin reniegos por toda su obra, de punta a punta. La concreción fue aún más fulminante: cinco horas y media de la música que a muchos les (nos) cambió la vida. Una reunión con amigos -sus grupos, sus discípulos, sus contemporáneos-, un acto de resistencia, un desafío a la memoria y el cuerpo porque, quién iba a resistir cuando el arte atacara... Algunos se fueron, cansados, antes de que el concierto llegue a su fin; hoy se lamentan. Los que nos quedamos no podemos explicarlo. Están (casi todos) los temas para escuchar, los videos para ver y los libros para contemplar las fotos de todos los músicos presentes. Pero los momentos son irrepetibles.
La luz, que había vuelto hace rato, fue del mañana al pasado. Hubo reconciliación. Cuando todo volvía a sus carriles habituales (para nosotros, los espectadores: esperar con atención un nuevo disco de Spinetta, ir a verlo y que arme shows con listas de temas completamente insólitas, etcétera) llegó un período de incertidumbre, sin novedades y en silencio. Y la noticia canalla, filtrada, y lo que se sabe.
La tonta luz.
Al final, qué luz de mierda.
[Foto por Sebastián Arpesella]