Me consta que hay críticos de cine que todavía tienen reparos en valorar positivamente una comedia. Por increíble que parezca, es cierto. La infravaloración histórica que sufre el género que tantas y tan buenas películas nos ha dado, reflejada en las escasas ocasiones en las que una comedia se ha alzado con los galardones más importantes en cualquiera de los premios de cine de referencia, es tan injusta como la incapacidad de los profesionales de la crítica que ignoran -o fingen ignorar- lo increíblemente difícil que es hacer reír al público. Evidentemente todo depende del público y del tipo de humor: el que nos interesa es el humor inspirado, ingenioso, con gracia. Para provocar la carcajada a un ser sin neuronas basta con ponerle en bucle un vídeo chorra del Youtube. El otro humor, el que realmente merece la pena, es el que rezuma Nacida para ganar (2016), segundo largometraje del director y guionista valenciano Vicente Villanueva tras la estimable Lo contrario al amor (2010).
Nacida para ganar refleja, con grandes dosis de humor y mordacidad -mucha mordacidad- la gran mentira de las empresas multinivel al mismo tiempo que aborda un tema tan complejo como la identidad; el ser uno mismo incluso en las peores circunstancias. Y lo hace a través de la historia de Encarna (Alexandra Jiménez), una joven que ha vivido siempre con la autoestima por los suelos que se deja arrastrar por una ex compañera de clase (Cristina Castaño) para trabajar en un negocio de venta piramidal que, según le asegura, le va a proporcionar todo el éxito y dinero que se merece. La jefa de todo este tinglado es una Victoria Abril haciendo una (muy) distorsionada versión de sí misma en un papel que supone su vuelta por la puerta grande al cine español. Lo primero que llama la atención de esta película eminentemente femenina es el gran nivel de su trío principal, desde la siempre eficaz Alexandra Jiménez, pasando por la maravillosa Victoria Abril y terminando por una Cristina Castaño, auténtica revelación del film, en su papel en pantalla grande más importante hasta la fecha. Todos los años al frente de la popular serie La que se avecina han servido para que la actriz maneje los registros de la comedia con una sencillez pasmosa, ofreciendo una interpretación impecable en puesta en escena, tono y gestualidad. Ojo con ella a partir de ahora.
El otro punto fuerte de la película es lo mucho que se nota escrita por alguien que conoce de primera mano la estafa sin aditivos que esconden estas empresas que, lejos de extinguirse, ganan adeptos día a día. Porque, por duro que sea, esos ridículos vídeos promocionales o esas esperpénticas fiestas y congresos de Saylife Corporation están más cerca de la realidad de lo que pensamos. La película, en este sentido, es menos surrealista de lo que puede parecer. Villanueva usa de pretexto esta realidad para hablar, insisto, de algo mucho más importante como es la necesidad de mantenerse impertérrito a la propia esencia de uno mismo aún cuando intentan amenazarla. Y lo hace, para sorpresa de todos, con una ternura y humanidad incontestables. Nacida para ganar es una comedia delirante, en ocasiones desternillante -ver a esa Victoria Abril, escopeta en mano, persiguiendo a la protagonista en el tramo final no tiene precio, como tampoco lo tienen la escena del casino o el cásting de las futuras vendedoras de cremas, entre otras muchas-, pero también es una película triste, que habla de la soledad, la frustración, la necesidad de ser socialmente aceptado, de la amistad y del amor.
Está claro que no es la película con más valores cinematográficos del mundo, y que tampoco va a pasar a engrosar la lista de las mejores comedias de la historia –tampoco ayuda la escena de la actuación de las Supremas de Móstoles, algo perfectamente omisible-, pero ninguna de estas apreciaciones deberían de servir para restar valor a Nacida para ganar, una película bien dirigida y bien interpretada que, por encima de todas las cosas, exhibe la capacidad de su máximo responsable de escribir personajes complejos y poner en escena situaciones de la más elevada comicidad mientras que, al mismo tiempo, te muestra la miseria humana que rezuma este mundo frívolo, grosero, consumista e insultante en el que vivimos.