Imágenes proporcionados por el Teatro Zorrilla.
A principios de la década de los sesenta murió Nino Bravo. Un accidente de tráfico se llevó a la que fuera la mejor voz de nuestro país, y cuarenta años después este musical pretende rendirle un merecido homenaje.
Mientras pasaban los minutos en el Teatro Zorrilla solo tenía un pensamiento en mi cabeza, que cuando llegara a casa me iba a poner mis discos del valenciano, a disfrutar de nuevo con sus canciones y dejar que los recuerdos me invadan. No, no es que el show me llegara precisamente, es que lo casposo del mismo y lo desacertado de las interpretaciones logró que quisiera escuchar al artista y olvidarme de lo que había visto.
Un escenario que imita al de cualquier gala televisiva, y cumpliendo la referencia de asemejarte a los de la década de los sesenta, fue el único fondo que tuvimos los espectadores durante la hora y media de un espectáculo al que no se puede llamar musical, y que realmente es más un documental salpicado de canciones.
El continuado uso de vídeos y declaraciones de personas que trabajaron con Nino Bravo no hacen más que reflejar la idea mencionada en el párrafo anterior. En ningún momento da la sensación de estar dentro de una historia o de que realmente haya una molestia por enganchar al espectador, el único aliciente es poder ver en directo unas letras de alguien que ya falleció.
No todo fue malo y la noche la salvó Carmen Rodríguez, la más sincera del trío que interpretó las canciones del valenciano, logrando transmitir las mismas sensaciones que el artista al que se homenajeaba y a la que se notaba realmente entregada a lo largo de sus apariciones encima del escenario.
Id a verlo, serán casi dos horas de vuestra vida que no recuperaréis jamás. O quedaos en casa, poned vuestros discos, cerrad los ojos y soñad.
Doc Pastor