"Primero unos pocos se tatuaron el 15M en la frente, luego muchos otros se tatuaron el 19J, y cuando nuestros hijos y nietos nos pregunten el por qué de tantos tatuajes les diremos con orgullo que sin ellos no habría sido posible el bienestar del que disfrutan."
Yo estaba mirando desde la ventana de mi casa (espero que no llegue el deshaucio) como un jurado imparcial, no como un indignado, sino como un observador asombrado que no daba crédito a lo que sus ojos veían; se esfumaban los logros sociales conseguidos con tanto trabajo, desaparecían las garantías mínimas de la clase obrera mientras los grandes empresarios y banqueros engordaban sus arcas. Y no podía creer que una sociedad que había sufrido recientemente una guerra civil, pudiera caer en tal estado de sopor, como si la temperatura no bajara nunca de los 40 grados centígrados y todo el mundo tuviera que estar tirado en el sofá, mirando el fútbol o la farándula, abanicándose en los ratos de lucidez y durmiendo la mayor parte del tiempo.
Pero cierto día, como por arte de magia (millones de parados, recortes sociales sin precedentes, y otras tonterias) vinieron los brotes verdes que tanto nos habían prometido, y empezaron a crecer. Ahora sólo espero (ya no desde mi ventana) a que echen raices y den frutos deliciosos.
Hay una frase encontrada en las acampadas, que me ha gustado mucho porque entraña una gran verdad: "Hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores." Ahora es cuando debemos mirar hacia adelante con optimismo, cuando vemos decenas, quizás cientos de miles de personas en las calles, que por fin han despertado del letargo y salen a gritar que no se van a dejar arrebatar lo conseguido con tanto esfuerzo en una lucha de tantos años; cuando salen a decirle a los ladrones que ya que les han quitado el presente no van a permitir que también les roben el futuro y mucho menos que condenen a sus hijos a la misma esclavitud a la que les han sometido en estos tiempos.