No sé que estudiar. No sé de qué trabajar. Ni siquiera sé si quiero estudiar o trabajar.
No sé si te quiero. No sé si no te quiero. No sé lo que quiero.
No sé a quién votar. No sé si quiero estar solo. No sé si quiero estar acompañado.
Hace poco, alguien lanzó por un grupo de facebook una intrigante pregunta: si tu vida fuera una película ¿la verías?
¿Adivináis qué contestó la mayoría?
NO LO SÉ.
Bienvenidos a la era de la incertidumbre.
Cuando Nemo Nobody tenía 9 años, tuvo que afrontar una gran decisión, al romperse el matrimonio de sus padres: ¿irse con su madre a la ciudad, o quedarse con su padre? En función de cada elección, Nemo se casa con tres mujeres diferentes, vive tres vidas diferentes y muere de tres maneras diferente. ¿Cuál fue la verdadera historia? ¿Qué perdió con cada elección?
Todas estas incógnitas forman parte de la fascinante película belga Las vidas posibles de Mr.Nobody: un monumento a la duda existencial tan complejo y cautivador como desquiciante. Si hubiera tomado este camino, no habría tenido a mis hijos, si hubiera tomado este otro, no hubiera conocido al amor de mi vida, en cambio si mi elección hubiera sido ésta no hubiera muerto en un accidente de coche y sin embargo si mi elección hubiera sido otra, podría haber tenido un matrimonio totalmente infeliz.
No podemos volver atrás, por eso, cuesta elegir. Hay que tomar la decisión correcta. Mientras no elijas, todo sigue siendo posible, decía Nemo Nobody en algún momento de su laberíntica historia de no sés. El director propone una solución en torno a la cuántica y los universos alternativos. Nosotros sólo tenemos uno…
¿Porqué nos hallamos tan inmersos en la incertidumbre? Nos creemos libres y hasta cierto punto, lo somos. Nadie nos obliga a quedarnos donde no queremos estar y empezamos a entender que como Mr.Nobody, tenemos a nuestra disposición un abanico de vidas posibles, y en cada una de ellas, habrá su consiguiente provisión de errores, aciertos, alegrías y tristezas, aceptaciones y arrepentimientos. ¿Cómo podemos saber entonces cuál es la mejor elección?
Ni la duda ni la incertidumbre son producto exclusivo de las nuevas libertades de las que disponemos actualmente. Una revisión atenta de, por ejemplo, la historia de la filosofía y de la literatura a lo largo de los siglos nos demuestran que la incertidumbre siempre ha formado parte esencial de la condición humana: con la diferencia de que la zona de confort ha pasado de ser obligatoria a ser opcional. ¿Resultado? Confirmamos que el camino a la madurez está sembrado de dudas. Uno no sabe lo que quiere porque durante mucho tiempo, tampoco sabe quién es.
Una anotación: dialogando con muchas personas y en base a mis propias percepciones, observo a menudo que tenemos la falsa idea de que aquellos que nos rodean, y sobre todo, aquellos que nos son cercanos y de los que dependemos en mayor o menor medida, poseen un mayor discernimiento de lo que podemos gozar nosotros mismos. Que de alguna manera la otredad se conoce mejor, se gestiona mejor, o tiene las cosas mucho más claras. Confiamos en la capacidad ajena mucho más que en la propia y por consiguiente, cuando de repente nos encontramos ante la demoledora certeza de que los otros están igual de perdidos que nosotros, nos rompemos. Ya no hay asidero firme en el caos. Los padres, la parejas o los amigos, también viven inmersos en su propio universo de no sés: ni saben lo suyo y aún menos, saben el nuestro.
No estoy aquí para condenar la duda, para desterrar las incertidumbres. Sin llevar a cabo el ejercicio de la confusión y asumir sus consecuencias, difícilmente podríamos averiguar qué es lo que verdadaderamente queremos. Sin embargo, nuestros no sé, están a su vez rodeados de no sé; estamos en el mundo de los estudios superiores para trabajos basura, de las relaciones a medio gas, de lo follamigueos, del ahora sí, pero luego no, del quiero, pero…¿Dónde está el punto fijo, dónde están los referentes claros y concisos? En ninguna parte. En cualquier parte.
La respuesta a los no sé, surge con facilidad. Quedarse en las intersecciones, permanecer a la entrada de todos los caminos, pensando que de este modo, podríamos tenerlo todo. Pero al final, sólo acabamos teniendo una cosa: a nosotros. Igual de solos y perplejos que al principio. Pero con un poco de suerte, quizás vayamos averiguando al menos lo que ya no queremos. Y desde ahí, remontando desde la oportunidades perdidas y las posibilidades agotadas, empiezan a verse las primeras claridades.
Porque en el momento que los no sés se transforman, en el momento que empezamos a ejercer elecciones, algo sorprendente se revela en nuestro interior: una verdadera, contundente, indiscutible sensación de libertad. Renunciar a las vidas posibles es dejar atrás el angustioso apego por los ¿qué hubiera pasado si…? y decidir que sea lo que sea que podría haber pasado, nunca serás más importante que lo que está pasando ahora mismo.
No hay una serie de historias escritas para nosotros, de principio a fin, inamovibles y rígidas. No hay manera de saber a ciencia cierta si hubieras sido feliz con esa persona en concreto, o viviendo allí en lugar de aquí, o trabajando en ese sitio en lugar de éste. Si no encontraste los recursos para estar bien en lo que ya estás viviendo ahora, tampoco los tendrías en otra de las vidas posibles, en otros problemas distintos.
Concedámonos el permiso para dudar: sin duda, no hay crecimiento. Tendremos que escoger la vida que vivimos muchas veces a lo largo del tiempo, en plena consciencia o en plena oscuridad, sin garantía alguna de que que las opciones descartadas no fueran a ser mejores. Escojas lo que escojas, recuerda: no sólo elegir te hace más libre; también hace más libres a los demás.
¿Aún no sabes lo que quieres? No importa. Elige. Y haz de cualquiera de tu vidas posibles, la vida correcta.