Por pensar que te tenía, no me di cuenta de que te perdía…Si has vivido una relación en la que no has valorado ni invertido en la otra persona, ¿por qué sufres tanto cuando te la rompen?
Pongámonos en antecedentes. Estuviste con una persona. Compartiste tiempo, vivencias, cariño y proyectos. Pero entretanto, tenías dudas. Siempre tenías dudas. No sabías si era la adecuada, no era como tu ex, necesitabas sentirte seguro para entregarte, no te convencía su carácter, su risa, el color de su pelo o su forma de andar. Hubieras pagado lo que fuese por algún remedio mágico que te hiciese ser el que eras. La persona que reía, gozaba, se abría y se ilusionaba.
En cambio, eras un fantasma.
Alguien disperso, débil, sin energía, que necesitaba el amor ajeno para poder materializarse.
Lo que se traducía en ninguneos. En actitudes bipolares o en críticas sutiles. En comparaciones mentales. En nostalgias. En diversas excusas para no dar lo que tenías que dar. En infidelidades, en malas elecciones y en rácanos compromisos. Tú lo sabías. Tu pareja se autoengañaba.
Y ahora estás aquí porque todo lo todo ese sufrimiento que intentaste evitar de forma inconsciente no dándote a él o a ella, te ha caído encima como una losa.
¿Amor o ego?
Fueran cuales fueran las causas o las excusas, lo cierto es que tú no amaste a esta persona.
Ahora sentirás que sin embargo, su marcha ha sido como el perfecto revulsivo para tus bloqueos emocionales. Ya no tienes miedo. Estás dispuesto a todo para demostrarle que has cambiado y a luchar por recuperarle.
Pero olvidaste lo más importante.
El amor no se trata de forzar nada. El amor es un sentimiento que te nace de forma natural. No aparece de pronto como por arte de magia sólo porque nos hayan dejado. Si tú sientes algo, se va a demostrar solo, aun cuando puedas haber tenido dudas; y si no lo sentías, fueron tus hechos quienes hablaron por ti, independientemente de cuán estupendas fueran tus intenciones.
¿Qué demuestras ante una persona a la que no has valorado ni querido, cuando te deja y te empeñas en recuperarla a base de lloros, promesas, cambios y reconquistas?
Sencillo: una inseguridad tremenda y un miedo que te cagas. Tu actidud proclama a gritos: NO SOY FIABLE.
Es difícil que te tomen en serio si tu manera de afrontar problemas consiste en suplicar, mandar cartas, enviar regalos o dilapidar tu dignidad.
¿Sabes que frase encontré repetidas veces al hablar con personas que habían vivido esta situación?
Nunca encontraré a nadie que me ame como fulanita o menganito.
Jamás he escuchado en ninguno de estos casos un: nunca encontraré a nadie a quién ame YO como amé a fulanito o menganito.
¿Curioso, no?
Si esta frase es el metrónomo que acompasa la música de tus miedos, no te engañes más: tu problema no es haber perdido al hombre o la mujer de tu vida. Tu problema es que te perdiste a ti mismo mucho antes siquiera de conocer a esta persona.
Las buenas noticias es que has llegado exactamente al punto al que tenías que llegar para empezar a encontrarte.
Llega el momento de hacer lo propio de un Romeo que se precie: elegir entre quedarte o morir, o irte y vivir. Y yo te animo a lo segundo.
Comprende que a día de hoy no tienes la libertad ni la valentía de ofrecer un amor consistente a nadie por más que te empeñes. Lo digo siempre y sigo insistiendo en ello: no es lo mismo estar dispuesto que estar preparado. Libre no es la persona que no tiene un compromiso con alguien, sino el que puede escoger entre tenerlo y no tenerlo. Libre no es el que se queda en el punto de la incertidumbre, libre es quien decide. Mientras tengas miedo a perder, no podrás escoger. O lo afrontas, o lo que llegará a tu vida seguirá siendo un continuo reboot de Me hicieron mucha pupita y tengo en un pedrusco en lugar de corazón: el retorno.
Ten claro que la única persona que debe afrontar tus miedos y encargarte de volver a quererte para saber estar con alguien por convicción, afinidad y buen criterio y no por necesidad, eres tú.
El camino es tuyo. No pertenece a tus ex parejas, ni a las parejas que estén por venir. Tuyas son tus acciones, decisiones y tuyas son las consecuencias. No vivas lamentando aquello que tuviste o lo que no puedas tener. Pregúntate en cambio porqué esta experiencia apareció en tu vida y en qué dirección señala para que puedas seguir completando tu mapa.
En cuanto comprendas que lo que haces no es fruto de la casualidad, ni del cálculo, sino de lo que fuiste, pudiste y supiste, la culpa dejará de tener sentido, al igual que la reconquista.
La mayor lección que nos otorga una pérdida de alguien a quien no valoramos en su momento, es maravillosa: nos guía para vivir amando, para vivir dando, sean cuales sean la circusntancias, de modo que aunque al final no funcione, al menos nos vayamos con la convicción de haber hecho las cosas lo mejor posible.
¿Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde?
Lo sabemos perfectamente. Pero aún así, nos encaminamos buscando la pérdida como un guerrero vikingo persigue la muerte en su última batalla, esperando que nuestro Valhalla sea ese lugar sin nombre donde está desterrado el miedo.
No creáis que podréis dirigir el curso del amor: será él quien, si os halla dignos, dirigirá vuestro curso (Khalil Gibran)