Revista Vino
La fórmula es sencilla, lo difícil es encontrar personas con la capacidad, la inteligencia y la sensibilidad suficientes como para que sea un éxito. Thomas y Reza, de Nuvola Café, son de esta raza y me colocaron, sin quererlo aunque con premeditación, el adjetivo "bistronómico" (¡que tanto he usado yo también!) en el lugar que le corresponde: la anécdota del pasado, reciente sí, pero pasado. ¿Cómo calificar una cocina que funciona sin parar de 13 a 18 h., con un menú de rabiosa calidad que cambia cada dos días, por un precio de 9,5 €? Estos jóvenes se han reinventado y nosotros vamos a disfrutarlo con ellos. Son supervivientes, todos los que trabajan en el local, de experiencias traumáticas anteriores en el mundo de la gastronomía profesional. Todos aprendieron la lección y maduraron su elección. Ahora han podido llevarla a cabo. ¡Qué gozada! A comprar cada día y a mezclar las tradiciones locales, catalanas e italianas, con las del Mediteráneo en el sentido más amplio, con breves pero jugosos excursus allí donde Eva y Adán retozaron al compás de la mejor fruta (el valle entre el Tigris y el Eufrates).
El día que estuve en Nuvola Café tenían, como primeros, burrata di Corato con ensalada mixta, crema fría de pepino y queso o risotto de primavera. Yo tomé el risotto de la foto superior, sencillo, completo y muy sabroso, hecho además con carnaroli...De segundos tenían un "mar i muntanya" de conejo con gambas, una dorada con crema de espinacas o un salteado de verduras con huevo duro y coriandro. Ya sabéis de mi debilidad por los maridajes planianos: cayó el conejo que estaba tierno y muy resultón con las gambas y su jugo. Acompañó de maravilla como vino de la casa un Valpolicella ligero, fresco y con mucha fruta, servido además en copa de respeto (Thomas no juega con esas cosas...). De postres tenían quesos italianos, delicia de chocolate con mascarpone de cacao o quarck a la nuez moscada, con plátano y cereales (en la foto). Esa deliciosa mezcla del derivado lácteo con el toque de especia, fruta madura y cereal me devolvió al Edén del que nunca tuvimos que salir. Muy bien.
Repito por si alguien no lo leyó antes: me cobraron 9,5 €. Me rio yo de lo bistronómico desde ya mismo...La gente del barrio está encantada (hablan maravillas de los chicos y de su cocina, servicio y carácter). Ellos dominan el espacio y el escenario, se les ve cómodos en sus nuevos papeles y en su trato afable con la gente y, caramba, me pareció que se lo estaban pasando de primera mientras trabajaban. Me gusta lo que comí, me gusta lo que vi y bebí (cayó, de extra, una copa de uno de los grandes amaros del mundo: el sudtirolés Kräuterbitter del "indio" Saltner: único en sus aromas de monte) y me alegro mucho por ellos y por nosotros. En Barcelona acaban de darle otra vuelta de tuerca al concepto de "bar" y de "menú". Sí señor.