Revista Ilustración

Orwell y la semiótica

Por Davidrefoyo @drefoyo
ORWELL Y LA SEMIÓTICA
George Orwell no era un visionario, era un gilipollas. Un gilipollas capaz de imaginar el peor de los escenarios posibles, el funcionamiento perfecto del sistema desde la óptica obtusa de los poderosos. El arte es una cuestión totalmente prescindible dentro del sistema salvo porque el poder necesita ideas, constantemente, para seguir mutando, para seguir mostrándose lejano de cualquier diana, de todo disparo. Ahí es donde radica el verdadero éxito de George Orwell. Cuando escribió 1984 enseñó el camino, el manual de instrucciones sobre el que construir las perversidades necesarias del control humano, un redil perfectamente definido del que nadie debería poder escapar. Las élites nunca tuvieron capacidad de imaginar, nunca demostraron creatividad, pero sí una tremenda capacidad para desarrollar las ideas de otros, para hacerlas propias, para enseñarlas poquito a poco, en pequeñas dosis, y convertirlas en asuntos fáciles que yacen en el fondo de nuestros cerebros. 1984 es hoy. Será también mañana. Sólo hace falta echar un rápido vistazo al desarrollo de la televisión, la radio, Internet, la telefonía móvil, el tráfico de datos, la psicología social y, en última instancia, a la prima de riesgo. El editorial de Ramonet de ayer, en el Le Monde Diplomatique en español, bajo el título de La Gran Regresión no es más que el apéndice final -o semifinal- de la tan manida y recomendada obra de George Orwell. Aquello que se pretendía denunciar se ha hecho realidad. La misma táctica empleada para robar cualquier símbolo de rebeldía: pañuelos, camisetas, grupos de rock... Es un método sencillo, quitarnos los significados. Orwell no era semiótico, era un lunático, un aventurero que enseñó el sendero luminoso del futuro. Y ahora formarmos parte de lo que nos daba miedo. Somos verdugos a la espera de un cadáver standard que, probablemente, lleve nuestro mismo rostro.

Volver a la Portada de Logo Paperblog