Hoy tenía pensado en contaros que cómo un día cualquiera se había convertido en un día de esos rutinarios con encanto.
Cómo, a pesar de la lluvia y la tempestad, me dispuse a arreglar papeleo contra viento y marea-literamente- buscando una cita inexistente en una calle en la que, según las leyendas del lugar, solo Google Maps conocía. Os iba a relatar la maravillosa historia del porqué no me pude resistir a pedir 1/2 tostada con tomate y jamón al ver al camarero creando maravillosos platos con bellezones para alimentar a un banquete entero. Luego, pensé también en añadir la risa que me tuve que contener al ver a uno de esos “hombres mayores de pueblo” plantarse en medio de la calle y decirme algo así como “¡mira qué guapa está ella con su gorra!” porque sí salido de la nada o como, misteriosamente, le compré a mi madre un rimel-hacendado-transparente porque me gustó las letras rositas que tenía y resultó que, mágicamente, justo esta mañana se le había acabado uno y la cara que puso al ver que precisamente le había comprado uno, aludiendo a mis poderes sobrenaturales a los que modestamente les resto importancia…
La historia continuaba con maldiciones y perjurias a la maravillosa idea de Window de dejar de dar soporte al XP y cargarme con más trabajo del que ya tengo.
Sin embargo, el cuento aburrido del día iba a acabar con que había sido uno más, un día cualquiera de esos que te sacan sonrisas, pero que no dejan de traernos preguntas sobre quiénes somos y lo que queremos ser, sobre lo sencilla que es la vida a veces y lo que nos la complicamos y ese tipo de cosas. Pero no, mi historia no acaba aquí.
Finalmente, me decidí por ponerle fin a un destierro de cuatro días de las redes sociales por evitar spoilers indeseados. Me dispuse a verme los cinco capítulos de una de las series que más me ha marcado, con la que más he reído, con las que -creo- menos he llorado, pero con la que mejor me lo que pasado con diferencia. No voy a hablar de finales, sino de principios. Rara vez me acuerdo de cuándo empecé a seguir una serie, más que nada, porque sería difícil seguir la pista a tantos capítulos pilotos. Y definitivamente, sí que me acuerdo de los primeros minutos de esta. De esa voz en off y de cómo me enganchó desde el primer segundo. No creo que se pueda conseguir un final excelente para algo que nos ha acompañado durante tantos minutos. Más que nada, porque sería injusto. Los finales son solo formas de bajar el telón de forma elegante y de dar algo de consuelo. ¿De verdad que se consigue tal cosa alguna vez? Hace una hora que sus guionistas se han despedido de mi carpeta de archivos nuevos y no siento un vacío, sino una historia que contar. Como la del día de hoy, rutinario como tantos, pero imprescindible como todos.
Debería poner la alarma de mi rutina y bajar la persiana por hoy, a ver si mañana quedan más historias que contar.
It’s gonna be legend… wait for it… dary ;) That’s for sure.