Como cada año os enseño la tarta que preparo cada año para el escaparate de mis amigos Antonio y Andrés. Esta vez quería que fuera sencilla a la vez que muy vistosa y me decanté por algo clásico, unas bolas de árbol, pero grandes y hermosas, que se vieran de lejos.
Quienes seguís este blog ya sabéis que es falsa, que su base es de porexpan para que aguante bien todas estas fiestas en el escaparate. Pero no creáis que eso lo hace más fácil, por lo menos a mí me resulta muy difícil forrar el porexpan con el fondant.
Siempre que la termino tengo esa misma inquietud cada vez, si les va a gustar lo que se me ha ocurrido; y hasta que no la ven y me dicen que les gusta ando con un run-run en el estómago que no me deja tranquila. Eso sí, cuando me envían la foto con el escaparate decorado con la tarta me pongo tan tan contenta...
Quería haberos enseñado esta tarta a mediados de semana pero por desgracia me ha visitado una de mis neuralgias y me ha tenido unos días llorando como una niña pequeña desesperada con el dolor. Así que comprenderéis que me ha sido imposible escribir esta entrada.
Siempre viene porque sí, cuando menos te la esperas y se va igual, cuando le parece. A veces puede durar un rato o me puede hacer compañía durante meses. Por suerte esta vez sólo han sido dos días, vale, dos días en los que quería morirme, pero afortunadamente dos días. No sé por qué siempre viene a rondarme cerca de las fechas navideñas, y dicen que tiene que ver con el estrés, aunque he estado muchísimo más estresada y nerviosa estos dos años anteriores y no apareció.
No quiero tratamientos, hacen que la convalecencia se alargue durante semanas y me vea como una inútil incapaz de hacer nada. Hacen que me sienta aturdida, que olvide cosas (lo que me convierte en un peligro) y me siento triste y deprimida. Con todo lo que duele, prefiero aguantar y si hay suerte y dura poco tiempo no tener que entrar en ese pozo al que no le veo fondo.
Aunque hoy ya no duele no me atrevo a comer nada sólido y sigo enjuagándome con colutorio por no usar el cepillo de dientes, todos, estímulos que pueden desencadenar aún más dolor, el neuro me recomendó que ni siquiera me pusiera la mano en la zona que duele.
En fin, que aunque sigo con pies de plomo y llena de temores, al menos en este momento no duele, así que me he decidido a enseñaros la tarta. Ya sé que no es una entrada propia para estas fechas, pero quizás haya muchos que sigan este blog que se sientan identificados, cada cual con sus males, enfermedades y dolores.
Y es que la vida de una blogera no es perfecta, aunque a veces todos nos dejemos llevar por esa corriente de enseñar sólo las cosas buenas que nos ocurren. No digo que haya que estar siempre contando penas, la mayoría usamos las redes (me incluyo) para intentar alegrar un poco la existencia pero es que las cosas son como son y yo que soy de decir la verdad, pues si así son las cosas..., pues eso, ya me entendéis.
Bueno, no me enrollo más, en nada os pongo otra entradita más alegre y con receta, que sé que son las que más os gustan. Muchos besotes y hasta la próxima entrada.