Estaba en mi lista de futuras visitas y este fin de semana tuve ocasión de tacharlo definitivamente, pasándolo a la de sitios para repetir… Se trata del restaurante Padrino de Gijón.
Se encuentra en la calle Santa Elena 5, en pleno centro; un local no demasiado grande, con la cocina a la vista y abierta, una pequeña barra y una decoración sencilla.
Ellos mismos se definen como un restaurante de “comida sobre masa” y nada más acertado, ya que su carta se compone completamente de platos en los que la masa tiene una presencia importante. Solo tres apartados, uno para ensaladas, presentadas en un bol de masa que se rompe para comer todo junto, lo que denominan sustentos, que no deja de ser unas tostas de pan artesano, las empanadas, muy similar a lo que podríamos llamar como pizza calzone, y por fin las pizzas. Todos sus platos resultan muy llamativos por su descripción detallada de productos que lo componen. En el apartado de pizzas, además de tener en carta tres clásicos como la margarita, la peperoni y la caprichosa, tienen otros dos apartados por los que creo que realmente tienen éxito. Por un lado las que denominan de autor, pizzas poco convencionales, masa muy fina e ingredientes de calidad, con mezclas verdaderamente novedosas, y por otra parte las denominadas del mundo, pizzas con productos que nos evocan a los países de referencia. A pesar de haber deseado probar toda la carta, en esta ocasión me centré en dos pizzas de estos grupos. Por un lado la pizza de boletus y foie y la pizza Francia.
Ambas son abundantes, de tamaño perfecto para compartir y masa ligera. No les falta producto y los sabores son fantásticos. En la primera, además del tomate y mozzarella, cuenta con boletus edulis pinicola, paletilla ibérica de bellota, virutas de idiazábal ahumado, foie de pato, y aceite de oliva, casi nada… La segunda, que me encantó, tenía crema de naranja, pato confitado, boletus edulis, tomillo de limón, mozzarella y queso parmesano. El toque de naranja fabuloso y sabor del pato fantástico (de la conocida marca Navarra Martiko)
De postre probamos la tarta de queso fresco y el coulant de chocolate con helado. En ambos casos tanto el recubrimiento de la tarta como el helado era de maracuyá, y a mí personalmente, donde no soy muy fan, me resulto muy fuerte de sabor, pero bien.
Con copa de vino y botella de agua, 45 €, propina incluida.
Disponen de carta de vinos bastante completa que podéis consultar en su web, al igual que el resto de platos junto con sus precios.
El servicio es rápido y muy atento, explicándonos la carta, dándonos recomendaciones e interesándose por el estado de la comida, un diez.
Una muy buena experiencia y totalmente recomendable.
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