Revista Vino
Los caminos por los que uno llega a un vino no tienen número ni fin. Una de las cosas que más íntima satisfacción me da es descubrir un vino del que no sabía nada pero para llegar al cual tenía todas las pistas a mi disposición. Pero no sabía nada de él. Y el azar (¿o no...?) me puso en cuestión de un par de horas no sólo una copa en la mano, sino la posibilidad de poder charlar con una de las personas que lo hacen. Tenía en la cabeza y en mis notas, incluso había probado ya una botella, el nombre de Finca Las Caraballas. Un verdejo del que pensé "hay que ser pacientes y seguirle la pista". Sin más. Pero retuve el nombre de los dos enólogos que lo hacen: Jesús Hermida y Esmeralda García. Miércoles por la tarde. Tras el trabajo, había quedado con una persona que nos va a proporcionar una de las mayores sorpresas del año en garnachas blancas. No puedo decir más ahora mismo porque el vino no tiene ni nombre. Pero va a romper los esquemas... Antes, tenía una cita con otra persona. Y antes, justo cuando salía de casa, me llama un crack: Orlando Lumbreras. Un tipo que lleva tanto vino como música y amor por el buen comer en la sangre. Una pieza, una joya. Me cuenta un nuevo proyecto que va a explotar en el próximo Fenavin (estén atentos).
Y termina la charla, como quien no quiere la cosa, diciéndome "¿conoces Pagos de nona? Hacen un clarete de los que nos gustan a ti y a mí! Son los de Caraballas pero en sus tierras del Bierzo" Y ahí queda la cosa...Me voy para Monvínic, tengo mi primera entrevista: ¡no hay mejor oficina para mí en Barcelona, mi segunda casa! Y mientras espero a mi segunda entrevista, me levanto y voy a charlar con Isabelle y Cèsar. Con ellos en la barra, una pareja ante una botella de forma curiosa (foto superior, tomada con poca luz y el iPhone...lo siento). Me acerco discretamente para intentar ver el nombre del vino y leo "Mil razas". Caramba, pienso..."¿será como un mil leches pero en vino? Qué interesante!" Isabelle rompe mi aproximación silenciosa y me presenta "Joan, ¿conoces a Esmeralda y a Israel? Nos están hablando de este vino" No, no les conocía...pero "Esmeralda"?... "Un vino que tiene un precioso color de mezcla de castas y, sin más, parece uno de mis tintos/rosados/claretes preferidos"? "Serán ellos!!!???" Y vaya si era Esmeralda García (con su representante en Catalunya, Israel Burgos) y una botella del vino del que, apenas dos horas antes, Orlando me cantaba maravillas. Esas casualidades de la vida me atrapan, me sorprenden, me alteran, me enamoran, me encantan. ¡Me suceden!
En Pieros (Bierzo, León), Esmeralda y Jesús tiene puestas sus esperanzas personales. Suelos de pizarra, mezclados con tierras de arcilla profunda, roca madre muy abajo, viñedos entre 80 y 200 años y un nombre para la bodega que quiere rendir homenaje a las abuelas que, con su esfuerzo, hicieron posible su realidad, hoy. Un vino, este Mil razas, de 13,8% de alcohol, que mezcla, ¡en efecto!, todas las variedades de la zona en una sola vinificación, con un 25% de raspón: mencía y alicante (garnacha tintorera), entre las tintas; jerez (palomino fino), godello, treixadura, donablanca, garnacha blanca, malvasía, jijona, entre las blancas. Levaduras indígenas, mínimo sulforoso total (10 mg/L!). Unos pocos meses en madera de la zona, castaño, y a la calle. Necesita el vino algo de reposo, centrarse en botella y encontrar sus mejores condiciones gastronómicas (miren la foto inferior: yo no estuve nada lejos con esa fastuosa y fina terrina de caza, con conejo de protagonista) pero apuntó unas maneras tan interesantes, que no me resisto a este apunte dominical: rústico y fino al mismo tiempo. La fuerza y acidez de la jerez en equilibrio con los aromas de la alicante. Cerezas en alcohol, fresas salvajes, cielo azul y tierra roja. Arcilla y sal. Ciruelas algo pasas. Fragancia y sapidez. Amabilidad y tensión. Versatilidad y autenticidad. Lleva el vino un mínimo filtrado que no parece sustraerle aromas ni sabor. Orlando llevaba razón y yo me quedo, de regalo, con el nombre de una nueva bodega, Pagos de nona, que creo que nos seguirá dando alegrías.
Postscriptum. Y de golpe me doy cuenta de que la tienda que va a vender este vino a partir de la semana que viene es la que está más cerca de mi casa. Bajo, doblo la esquina sin bajar de la acera y: El celler del Ninot!!! Gente con sensibilidad y que se está abriendo a todo tipo de vinos. ¡Qué suerte la mía!