Revista Cultura y Ocio

Pajarito en mano

Publicado el 11 agosto 2014 por María Bertoni

Hace varios años Gabriel García Márquez dijo que el periodismo era el mejor oficio del mundo y yo puedo garantizar que esa vez Gabo también dijo la verdad. Después de cincuenta años de ejercicio del periodismo, creo que sigue siendo el mejor oficio del mundo. Lo que no quiere decir que no vea frente a los nuevos medios de comunicación por lo menos señales amarillas, señales amarillas que indican que el mejor oficio del mundo puede resultar dañado por el ejercicio desaprensivo del poder monopólico sobre los medios de comunicación”.

Pajarito en manoAntes del extracto del discurso ofrecido siete años atrás en Monterrey, México, cuando le entregaron el premio a la trayectoria en la VI convocatoria de la Fundación Para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Rogelio García Lupo recuerda la experiencia de haber avistado el zeppeling que zurcó los cielos de Buenos Aires: “Yo tenía tres años, tres años y medio… Fue la primera noticia periodística que tuve en mi vida”. Con la articulación de estos dos episodios tan distantes en el tiempo arranca A vuelo de pajarito, documental que Santiago García Isler filmó sobre su padre, figura admirable del periodismo argentino. Lo que sigue a esa introducción es la reconstrucción de lo que hubo, de lo que pasó, de lo que el homenajeado realizó entre cierto reconocimiento prematuro de la vocación y el galardón al ejercicio talentoso, lúcido, comprometido, incansable de la profesión.

El testimonio de ‘Pajarito’ (apodo de Don Rogelio) constituye el eje central de un retrato enriquecido con declaraciones de colegas y amigos, con anécdotas en boca del propio García Isler, con material gráfico, radial, televisivo, con la crónica de la entrega de la hemeroteca particular que García Lupo le cedió formalmente a la Biblioteca Nacional.

A modo de separadores, primeros planos de torcacitas, gorriones urbanos y brevísimos cortos animados terminan de darle forma a una película hecha con amor filial evidente, aunque libre de cursilerías, solemnidades y otros desatinos que más de un hijo comete cuando pretende rendirle honores a su padre. En este sentido, el presente retrato cinematográfico comparte virtudes con aquél que Stéphanie Argerich le dedicó tiempo atrás a su madre Martha.

Para quienes admiramos a García Lupo es un placer conocer no sólo su versión autobiográfica, sino las apreciaciones de quienes lo estiman, entre ellos, hombres que también son referentes: Osvaldo Bayer, Eduardo Galeano, Horacio Verbitsky, Daniel Divinsky, Juan Gelman (cuya intervención conmueve especialmente).

Asimismo la película nos ofrece la oportunidad de asomarnos a un capítulo de la historia de nuestro periodismo, pocas veces abordado: la participación argentina en la fundación de la agencia Prensa Latina. En esta instancia los espectadores nos encontramos con el interesante testimonio del cubano Juan Marrero, con material de archivo donde aparece Rodolfo Walsh y con la mención (lástima, sólo la mención) de Jorge Masetti.

El tributo a García Lupo es extensible a un tipo de periodista que parece en vías de extinción, tal como sugiere el breve diálogo entre el homenajeado y su congénere Bayer, o la anécdota en torno a la condición ad honorem del trabajo que supuso la edición y publicación del periódico de CGT de los Argentinos. Ahora (todavía) más que en sus años de actividad profesional, Don Rogelio re/aparece en escena como rara avis de nuestro escosistema mediático.

La cámara de García Isler lo captura para nosotros y de esta manera nos convierte en ornitólogos chochos con semejante espécimen al alcance de la mano. La experiencia es recomendable no sólo para los fans de Pajarito sino para los argentinos atentos a la evolución (o involución) del ejercicio periodístico en nuestro país.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista