Revista Vino

Palazuelo 2005 por Raúl Pérez

Por Jgomezp24

Soy admirador del Proyecto/Bodega/Vino Matador. He hablado de él en otras ocasiones y procuro estar al tanto de las novedades que salen, tanto como de ir repitiendo aquellos vinos que más me han gustado de ediciones anteriores de la revista. Unir la creatividad de un artista plástico con la de un artesano de las cepas es algo estimulante y muy bonito. Me gusta y me interesa seguir los resultados. Entre mis preferidos, siempre han destacado tres: el vino de Hidalgo con Scully (excepcional, sin duda, ese palo cortado del pago de Miraflores); el de Clouet para Alfaro (vino tranquilo, antes de la segunda fermentación en botella y del champagne, hecho en botas de Sauternes: para llorar) y esta mencía 2005 de Raúl Pérez (en la DO Bierzo) con obra de Palazuelo. Desconozco los límites de la complicidad entre ambos artistas y no sé si hablaron mucho o poco de la obra y del vino con la que iba a beberse esa obra (y viceveresa: de la obra con la que iba a verse ese vino).  El caso es que la relación entre el mago/maestro Pérez y Pablo Palazuelo funcionaba bien en las dos botellas que había bebido de esta unión.
Cierto es que la mencía de Raúl tenía una opulencia y un empaque que desbordaban la obra de Palazuelo (en la etiqueta, inferior, la véis), pero no lo es menos que la síntesis y la sencillez casi prehistóricas de Palazuelo conectaban a la perfección con el perfil más oscuro y austero de la mencía, que lo tiene. Hasta que llegó 2014 (para este 2005: 9 años). La última botella que he bebido de esta mencía que tanto me gustaba, muestra ya claros síntomas de agotamiento, de cansancio, de estar llegando al final de su vida como obra de arte que era. Mientras, la contraparte de Palazuelo sigue ahí, viva y rampante, desafiando el paso del tiempo con casi desbordante juventud. Con las otras uniones que he citado, ambas obras de arte siguen su camino juntas, con fuerza y claridad. Aquí, han empezado a separar ya sus caminos. Mucha evolución en el vino de Raúl Pérez para ser un 2005 (en cualquier caso, para uvas en terreno pizarroso, fue una buena, casi gran añada en España), tabaco, hojas secas, cedro, ceniza, calor de hogar. Pizarra oscura y de paso algo lábil (le cuesta afianzarse en el paladar), ha perdido casi por completo las trazas de la fruta que llevaba y queda ya con los ropajes de los aromas terciarios de su vida con la madera y en botella, bastante extremos. Algo desequilibrado en boca en relación con lo que la nariz te dice: esa nariz (poderosa) de evolución no encuentra ya un apoyo firme en el vino en boca. Ciruela pasa. Poso de café. La historia fue hermosa mientras duró pero me da la sensación que está llegando a su fin.

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