Mi madre es de las que asegura que no hay complemento más versátil que un pañuelo. Y tengo que confesaros que cada día estoy más de acuerdo con ella. ¿Será que me voy haciendo mayor? ¡Ay!
La magia del pañuelo o foulard radica en la cantidad de formas diferentes en que puede llevarse, lo fácil que es de combinar y el juego que da en sus combinaciones.
El consejo de mi madre -que hago mío desde ya- es usar siempre pañuelos de seda. Sencillamente, no hay color entre los pañuelos de seda y los fabricados en otras fibras artificiales.
Como sabéis, la seda es una fibra natural muy delicada pero siguiendo algunos principios básicos, podemos tener los pañuelos de seda como nuevos toda la vida:
1. El lavado. Se lavan a mano con agua fría y jabón neutro. Se pueden aclarar con unas gotas de vinagre o limón. No se dejan en remojo, ni se frotan, ni se retuercen ni se centrifugan. Se tienden extendidos sobre una toalla y a la sombra. Por supuesto sin secadora.
2. El planchado. Se planchan con la plancha en la temperatura adecuada sobre una sarga o tela de plancha. No se planchan los dobleces para que las fibras de seda no sufran.
3. El doblado. Lo ideal es guardarlos enrollados y envueltos en papel de seda. También se pueden utilizar bolsas de algodón u organza, o cajas o tubos de cartón. Cualquier cosa mejor que las bolsas de plástico pues éstas les impiden respirar. Importante, a la hora de usarlos, es no apretar los nudos.
¡A disfrutarlos!. Los ejemplos que veis en las fotografías los tenéis a la venta en la tienda de Avenio.
¡Buenos días y buena suerte!