Hoy, y más allá de los terribles atentados en París por parte del grupo terrorista-militar-político Estado Islámico, pude debatir en mi muro de Facebook con un amigo francés de la infancia. El tema: el discurso de guerra del presidente francés Francois Hollande, que además supone la instauración de un estado de alerta máximo dentro de sus fronteras.
Francia fue el primer país en bombardear al califato autodenominado Estado Islámico (en Siria e Iraq), con el discurso de la libertad y el peligro que representa el terrorismo para la sociedad occidental. El riesgo desde el comienzo no fue sólo el de una posible respuesta dentro de aquella guerra no declarada, como resultaron ser los atentados en París de este 13 de noviembre, donde murieron más de 120 personas.
Le Pen pide que Francia deje de acoger inmigrantes. (Click para leer la nota).El peligro es además la oportunidad que los hechos recientes representan para otro actor político que ha crecido en los últimos años gracias a su discurso ultra nacionalista, xenófobo y eurófobo: la dirigente del Frente Nacional, y futura candidata a la presidencia de Francia en 2017, Marine Le Pen.
En el mundo existen los árabes musulmanes y los árabes no musulmanes. Hay musulmanes en todas partes del planeta sin necesidad de tener un aspecto físico definido. Dentro del mundo musulmán también existen dos grandes ramas: el sunismo y el chiismo. Incluso hay países con gobiernos pertenecientes a una de estas dos ramas (u otra), pero con la mayoría de su población perteneciente a la rama contraria, y lo inverso.
Dentro del Islam (la religión) hay un mundo de diferencias y formas de entender y vivir la religión. Pero para Marine Le Pen, a partir del ataque en París al semanario Charlie Hebdo, en enero de este año (adjudicado a Al Qaeda de la Península Arábiga), todo se simplifica a un “si viene de fuera y además habla árabe, es un peligro para Francia”.
Los marcos de referencia a favor de Le Pen
En su libro No pienses en un elefante, el lingüista George Lakoff resalta la importancia del lenguaje para construir marcos de referencia. Es decir, los “lentes” con los que los partidos políticos le transmiten una idea o un hecho a los ciudadanos, inyectándole su perspectiva particular para beneficio propio.
Para Lakoff, quienes hablan desde el marco de referencia del opositor político, fortalecen su idea. Ellos mismos llevan la batalla del discurso a la cancha de su oponente y por lo tanto están en desventaja.
Por eso, los atentados terroristas adjudicados a un grupo extremista musulmán, la declaración de guerra de Francois Hollande contra el Estado Islámico, e incluso el término de “guerra de civilizaciones” usado irresponsablemente por el Primer Ministro francés, Manuel Valls, en junio de este año (y que la derecha rápido enmarcó en los medios como “guerra de Occidente vs Islam”), lo único que hacen es encuadrar la problemática en los terrenos en los que Marine Le Pen quiere luchar.
El discurso de la ultraderechista es claro: “en Francia hace falta empleos, pero en vez de darle prioridad a los franceses, el gobierno está permitiendo, con las facilidades que brinda la Unión Europea, la entrada de demasiados inmigrantes que ponen en peligro no sólo el bienestar de los franceses, sino la identidad nacional”.
Y en casos de emergencia y miedo como el de Francia y Europa, un político puede transformar muy fácilmente a cualquier musulmán en un peligro para los ciudadanos de su país. Incluso peor: cualquier árabe o africano negro (quienes representan la mayor cantidad de inmigrantes en Francia) es una amenaza para la identidad nacional y los ciudadanos franceses.
Agréguele el adjetivo “blancos”, para ser aún más claro, aunque el Frente Nacional ha modificado su discurso para atemorizar también a los ciudadanos franceses hijos de inmigrantes, que tampoco ven con buenos ojos la llegada de más “competencia” para los puestos de trabajo.
Y el golpe maestro que dio Le Pen (sin mover un dedo ni abrir la boca), fue lo anunciado por Francois Hollande este lunes: una “Patriot Act” a la francesa para proteger a la República del terrorismo islámico.
Así, lo que probablemente un gran sector de la población francesa veía antes como algo extremo en el discurso de Marine Le Pen, ahora tendrá bases políticas y legales impulsadas por el mismo Hollande. Y tal vez a partir de ahora no suene tan extremo para muchos el tener medidas contra la inmigración o la libertad de circulación entre las fronteras de los países miembros de la Unión Europea.
El juego del discurso ya está en la cancha de Marine Le Pen. Ahora falta esperar a ver si las nuevas acciones y el discurso bravucón de Francois Hollande convence a los franceses para votar por el próximo candidato del Partido Socialista en las elecciones presidenciales de 2017, o si se da un vuelco a favor de Marine Le Pen y el Frente Nacional, o de Los Republicanos de derecha (antes llamado UMP), comandados por el ex presidente Nicolas Sarkozy.
En 2016, y a pesar del temor que todavía existe por el discurso de la ultraderechista, los hechos podrían jugar a su favor. En lo que respecta al encuadre del problema, ella ya ganó la batalla.