Revista Cine

Partisan, la pérdida de la inocencia

Publicado el 28 octubre 2015 por Patrick Bateman @CinefiliasO
Partisan, la pérdida de la inocenciaPartisan es el debut en la gran pantalla del cineasta australiano Ariel Kleiman, que después de dirigir distintos cortometrajes ocupando siete años de su vida, nos presenta su primer largometraje con Vincent Cassel a la cabeza del reparto.
La película parecía ser una de las clásicas ‘rarezas’ proyectadas durante la 48ª edición el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, su onírica y enigmática ‘presencia’ en el trailer, además de su interesante argumento, captaron mi atención desde el primer momento, pasando directamente a la selección de visionados del certamen.
Alexander es un niño: juguetón, curioso e ingenuo. En un paraíso escondido, es criado y entrenado como asesino a sueldo por su padre y mentor Gregori, al que Alex venera. Cuando entra en escena Leo, un chico dispuesto a cuestionar la autoridad de Gregori, Alexander comienza a pensar por sí mismo, sus miedos toman forma, y el mundo idílico de Gregori se desenreda.
La propuesta de Kleiman no puede sonar más atractiva y concluyente. Filmada en unas localizaciones periféricas, que recuerdan a la Serbia de la posguerra, la película toca valores humanos y morales, primando sobre la unión familiar, conceptualmente similar a El Padrino de Coppola.
Con un punto de partida sustancial y enérgico, Kleiman plantea una situación compleja que, lamentablemente, tiene lugar en países con conflictos bélicos; donde niños son reclutados para la milicia o ‘afiliarse’ a las mafias.

Reparto coral

Partisan presenta ese cruel reflejo, en el gran paso que supone abandonar la niñez dando paso al adulto, y dados los hechos, conlleva la pérdida de toda inocencia y compasión. Partisan es una película en la que la factura técnica; especialmente la fotografía y la dirección de actores, es, quizás, su punto más fuerte.
Partisan, la pérdida de la inocencia
Con una minimalista pero arraigada puesta en escena la película de Kleiman cuenta con un reparto coral de personajes secundarios, como una coreografía de bailarines detrás de la artista pop del momento. Ya que ninguno llega a ser presentado con la atención y dedicación que se le presta a los personajes de Gregori y Alex, claramente los protagonistas absolutos.
De manera, que la interpretación recae sobre Vincent Cassel (Cisne negro), que como casi siempre, realiza a la perfección un papel controvertido y oscuro, como el que aquí nos presenta; el de padre y mentor autoritario, un papel que interpreta con facilidad y soltura.
Partisan, la pérdida de la inocencia
La otra estrella figurante es el desconocido Jeremy Chabriel, pianista y amante de la música que casi siempre tiene una melodía en los labios. Éste planeaba tomar clases de actuación, cuando sus padres se enteraron del casting de Partisan lo presentaron al mismo, y aquí lo tenemos en su papel de Alex, hijo y alumno de Gregori. Con tan solo 13 años el pequeño francés-australiano nos hipnotiza con su inquietante y profunda mirada felina de ojos azules en cada plano.

Fascinante score


Partisan, la pérdida de la inocencia
Destacar por encima, la banda sonora de Daniel Lopatin (The Bling Ring), de corte minimalista y coros angelicales en momentos cumbres. 
Personalmente, lo que me ha fascinado es el tema The Hardest Thing To Do, una balada a medio tiempo entre la melancolía y el pop ochentero, que en la película se introduce de manera diegética en la secuencia del karaoke.
Compuesta especialmente para el film por Metronomy, el grupo de música electrónica de Robyn y Joseph Mount. Pero atención a la frikada, lo han hecho bajo el seudónimo de Tony Primo y Nixxie.
Sin embargo, a pesar de todo halago en distintos puntos del film, a partir de la mitad del conjunto, el guión escrito por Kleiman junto a Sarah Cyngler, co-guionista de los cortometrajes de Kleiman, parece perder el rumbo sólido e interesante del inicio.
Aunque se deja ver, vamos perdiendo paulatinamente el interés y perspectivas en su desarrollo y desenlace, afectando a la intensidad que intenta transmitir en el final.
Y es que la película toma un camino ordinario y sin alma que, finalmente, no acaba de situarse en un punto claro. Algún día le daré una segunda oportunidad, algo en mi interior dice que la merece.
Partisan, la pérdida de la inocencia

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista