Algo que en principio parecía no existir y luego de 10 años te encuentras con que sí, si existe y sí, si podríamos costearlo si dejamos de viajar en vacaciones, si olvidamos cambiar de auto por unos cuantos años, si invertimos todo lo que poseemos, si incluimos todo lo que hemos ahorrado en mas de 15 años de trabajo, si nos sacrificamos un poco más...
Ese lugar existe y aun no puedo creer que sea nuestro, después de 3 años de retraso en la obra, incontables traspies y una lucha de 9 meses con la burocrasia de los bancos para conseguir un crédito, finalmente puedo decir que somos dueños de este pequeño Loft:
Los trabajos interminables, no veo el día en que acaben
Algunas vistas del interior y exterior de la pecerita
Aun falta mucho por hacer y a veces siento que damos dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, pero por ahora sueño con estar ahí, usar mi cocina no solo para mi y recibir a mis allegados mientras la brisa mece la copa del bucare que se asoma por la terraza.
Y como hoy estoy contenta he decidido publicar esta receta, el primer postre que aprendí a hacer de niña fue precisamente este (o algo muy parecido) en aquella época batía las claras con tenedor hasta que dejaba de sentir el brazo, al invertir el recipiente la mezcla debía permanecer inmóvil, luego al horno a cualquier temperatura imposible haciendo que los suspiros salieran, la mayoría de las veces, quemados o demasiado tostados. Nunca se me ocurrió añadirles crema ni frutas y por lo general eran tan secos que al llevarlos a la boca parecía que estaba comiendo un pedazo de tiza. Pero yo era feliz y no lo sabía porque después de probar una verdadera pavlova los suspiros nunca más volvieron a ser lo mismo.
Pero los años de comer tiza quedaron atrás y recién ahora comprendo que con los merengues el secreto es la paciencia: un horno a baja temperatura, control cada 10 minutos y dejarlos enfriar dentro del horno para que no se cuarteen, me gustan ni muy secos ni muy blandos y cuanto más blancos mejor. Acompañados con crema y alguna fruta de temporada son simplemente maravillosos.
Ingredientes:
4 claras de huevo a temperatura ambiente
1 pizca de sal
170 g de azúcar blanca
15 g de fécula de maíz (maizina)
Para decorar:
Crema batida (queso crema o crema pastelera también sirven)
Pulpa de parchita (fruta de la pasión, maracuyá)
Azúcar glass
Frutas de temporada (pueden ser fresas, moras, mango, melocotones en almíbar o incluso kiwi)
Instrucciones:
Pre-calentar el horno a 110 grados centígrados
Colocar papel encerado y aceitado o una lámina de silicona (silpat) sobre una bandeja de horno
En una batidora eléctrica batir las claras con la pizca de sal, añadir gradualmente el azúcar hasta que el merengue se torne brillante y firme.
Incorporar la fécula tamizada lentamente con movimientos envolventes mezclando con una espátula de goma.
Con la ayuda de dos cucharillas formar las pavlovas sobre el papel encerado o el silpat. (dos medianas o cuatro individuales)
Hornear por 30 minutos o hasta que los merengues estén firmes al tacto.
Apagar el horno y dejar enfriar las pavlovas dentro hasta que lleguen a temperatura ambiente.
Retirar de la bandeja y guardar en un contenedor cerrado a temperatura ambiente hasta el momento de servir.
Preparar la crema batida endulzada al gusto con azúcar glass y pulpa de parchita y añadir las frutas de temporada.
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