Revista Sociedad

Pegaso

Publicado el 10 mayo 2022 por Salva Colecha @salcofa

Mira que soy ignorante. No se como podía yo vivir pensando que Pegaso era un caballo blanco con alas salido de la sangre de Medusa, aquella señora con cabellos hechos a base de serpientes venenosas que te dejaba de piedra si la mirabas. Pegaso era un caballo que además de ser de bastante malas pulgas tenía el poder de hacer brotar el agua allá donde pisaba. Algo como el de Atila pero al revés, no está mal el asunto, verdad? Y más sabiendo que el agua no es que nos sobre.

Eso le decía yo a Paco el otro día en el café y él, que es más terrenal que yo, me contaba que Pegaso era un camión mítico de cuando todavía nos quedaba algo de industria automotriz propia en este país. Unos camiones de verdad, de esos que cargaban con todo y se atrevían a cruzar Despeñaperros o La Bonaigua lloviese o hiciese Sol. ¡Y yo que se! Con lo de Pegasus podía referirse hasta a una canción mega antigua de Olivia Newton-John.

Lo que ni Paco ni yo podíamos sospechar es que al final Pegasus sería el nombre de una especie de megaportera chismosa (con perdón del gremio de la portería) elevada a inteligencia artificial. En resumen, uno de los mayores escándalos de la política actual, otro más, que seguro que nos va a amenizar más de una tarde. Seguro que después de diez días de sainete esto todavía va por el primer acto. Más que nada porque en un país que intente ser medianamente democrático esto es totalmente inaceptable y en una República bananera el hecho de haber sido pillados ya hubiese tenido alguna consecuencia que mejor no pensar. Pero aquí parece que ni lo uno ni lo otro, el río de las dimisiones tenía que haber bajado crecido y no quedarse sólo en una «sustitución» de la directora del CNI. Pero claro, por estas latitudes “dimitir “ ya sabemos que suena a ruso y eso hoy en día está mal visto.

Si es feo ir fisgoneando al enemigo mucho más es hacerlo con los aliados y que encima te pillen. Lo primero podría justificarse pero lo segundo no dice nada bueno del marujo en cuestión, ya se dice que “el que no se fía no es de fiar” y el refranero no suele equivocarse.

El asunto es raro, pero raro de narices. Se supone que los israelíes inventaron la versión 2.0 de ir aplicando la oreja a un vaso de cristal pegado a la puerta y vendieron el invento a unos pocos países que podían pagar muchos fajos de billetes por ello, con discreción eso sí, no vayamos a pensar que lo de los derechos y la democracia no va con nosotros. Si eso es así y la herramienta en cuestión se vendió sólo a unos cuantos gobiernos, entonces, ¿Cómo es posible que aparezcan los indepes diciendo “Espanya ens espia” y después, el Gobierno, presunto espía, sale diciendo que a ellos también les han “metido oreja”? O alguien miente o hay un tercero espiando a unos y a otros, sentado en un banco con un periódico con agujeritos, lo cual resulta más inquietante todavía ¿no crees? Si desde Madrid se ha espiado a los indepes sin mediar autorización judicial sería algo feo pero si también se ha escarbando en los móviles de Gobierno, entonces ¿Quién ha sido? ¿Ha fallado la seguridad como una escopeta de feria? Seguro que tarde o temprano veremos alguna otra cabeza más caer en el canasto de mimbre, porque el papelón de la inteligencia es complicado. Si han espiado mal asunto pero si han sido incapaces de proteger al mismísimo presidente, peor todavía.

Lo que parece claro es que si escarban el teléfono del presidente ¿Qué no podrán hacer con nosotros, pobres mortales? Tranquilos, lo que se dice tranquilos no nos deja. A este paso acabaremos sustituyendo las mascarillas por unos gorros de papel de aluminio para que no nos vayan leyendo la mente por ahí. Volveremos a recurrir a lo de los vasitos de yogures unidos con un hilo, parece más discreto.


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