La semana pasada se estrenaba La desaparición de Eleonor Rigby con bastante carga dramática y desde dos puntos de vista de dos padres que pierden a su hija. Esta semana se puede ver en la cartelera otra historia de desapariciones de doble óptica de temática distinta, ya que se trata de un thriller en toda regla como Perdida en el que se analiza como la frialdad de una persona hacia la desaparición de su esposa, le convierte en el principal sospechoso de haber cometido un delito.
Cuando Nick Dunne llega a su casa después de haber estado con su hermana, descubre que su mujer ha desaparecido sin dejar rastro. Los medios de comunicación se extrañan que un marido se muestre tan frío ante el hecho en la rueda de prensa, con lo que todas las sospechas recaen sobre él.
La dirección ha correspondido a David Fincher, un maestro del thriller de las últimas décadas como demostró con la sorprendente Seven, protagonizada por Brad Pitt y la no demasiado recordada, pero inquietante Zodiac. Este realizador adapta el bestseller de Gillyan Flynn, que es, a su vez, la guionista que expresó su temor al trabajar con un director al que admira.
Este largometraje es realmente bueno y la mejor recomendación es no desvelarles nada de la trama policial porque está repleta de giros argumentales que, continuamente, te mantienen en vilo. Uno se queda impactado durante las dos horas posteriores a su visionado, pues estamos ante uno de los genios del suspense que ha revolucionado el género como lo hizo en su momento Alfred Hitchcock.
El reparto lo encabeza Ben Affleck, que ha conseguido que mejore mi percepción de este hombre como actor (declaraciones de la autora del libreto sobre la citada estrella: “Ben puede resultar agresivo y misterioso, pero tiene un magnetismo inexplicable que le convierte en el centro de las miradas. Aunque las mujeres sospechen de sus intenciones, saldrían a tomarse una cerveza con él sin pensarlo”). Esta estrella viene respaldada por la actriz Rosamund Pike, cuya interpretación nos parece excesiva, pudiendo achacárselo a las instrucciones del cineasta que da la impresión de que quería intensidad. Y es que, para los no que conozcan a este hombre de cine, deben saber que se caracteriza por añadir algunas escenas de gran dureza no apta para todos los estómagos.
Este largometraje es una crítica a los matrimonios que sólo intentan guardar las apariencias, sustentándose en superficiales mimbres, lo que les lleva a caer en la hipocresía, el cinismo y el egoísmo, donde el amor se deja a un lado para manipular y ser infiel a la pareja.