Revista Arte
Perdidos, abandonados, olvidados, rechazados; algún Arte, como los recuerdos, acaban así.
Por ArtepoesiaEn una primaveral noche de 2010 fueron sustraídas de su lugar en el Museo de Arte Moderno de París varias obras de arte allí expuestas. Entre ellas La Pastoral, del pintor fauvista Henri Matisse (1869-1954), pintada en 1905, es una creación representativa ya de un claro impulso revolucionario en el Arte promovido por este atrevido artista francés a comienzos del siglo XX. La realidad es que cuando unas obras de Arte son robadas, si no aparecen pronto, lo más probable es que tarden muchos años, décadas quizás, en ser recuperadas, si es que alguna vez lo son.
En otros casos, las creaciones de Arte desaparecidas o perdidas, defenestradas también, no fueron ya robadas, apropiadas malamente para saborear su belleza o cotizar su valor. No, fueron destruídas libremente, olvidadas ya tras una pérdida buscada, calculada, y nada menesterosa. Así varias obras de la pintura moderna padecieron su destino cruel, desidioso, marginal, desconsiderado y fugaz. La pérdida en estos casos es la consecuencia de decisiones humanas, por el rechazo a veces de lo que aquéllas suponían. Es como el recuerdo humano, defenestrado por las insidias de lo pasado, de lo omitido, o de lo indeseado ya.
Cuando el artista mexicano Diego Rivera fuese contratado en 1933 por el Rockefeller Center de Nueva York para pintar un mural en su entrada, el pintor decidió entonces componer una inmensa creación a la que llamaría El Hombre en la encrucijada. Finalizado en mayo de 1933, fue inmediatamente cubierta por una lona que nunca se descubrió. Meses después, a principios de 1934, el muro soportador de ese Arte sería destrozado por completo. Al parecer, el pintor habría dibujado figuras en él de destacados comunistas, hecho que llevaría al ignominioso acto vandálico. Fotografías tomadas durante el proceso de creación, permitieron a Rivera recrearlo -recordarlo- luego en otro lugar.
La pintora mexicana -y amante de Rivera- Frida Kahlo terminaría en 1940 su obra La mesa herida. En esta obra la autora plasmaría todas sus obsesiones y casi toda su tumultuosa vida. Incluye en ella su mascota -un pequeño venado-, los hijos pequeños de su hermana tenidos con su amante -el propio Rivera-, un esqueleto como símbolo del horror de su accidente años atrás, que la dejase desde entonces dolida y angustiada hasta su muerte. La creación sería exhibida en una exposición surrealista en México años después. Luego la colgaría en su propia residencia, hasta 1946 en que se la regalase al embajador ruso. Un año después de su muerte, en 1956, sería expuesta por última vez en Polonia. Desde entonces, La mesa herida, no ha vuelto a verse jamás. Continúa desaparecida desde entonces.
Con los años perdemos la memoria, los recuerdos cosidos a ella también. Así, los seres a veces sufren del mismo modo el destino de estas obras. O son ignorados, o son perdidos, o son rechazados, o están desaparecidos en la vida o en el recuerdo de los otros. ¿Qué razón oculta está detrás de estas desapariciones? En el Arte o son razones espurias o son razones odiosas, o son motivos de ofensa -¿ofender el Arte, ofensa de los seres animados?- por rechazo ideológico o moral. ¿Son motivos realmente para defenestrar las obras de Arte? Evidentemente, no. Y los seres ¿lo son también?, ¿también deben tener las mismas causas sus olvidos?
Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino del este al oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel,
quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del genero humano,
que ayer, simplemente, perdió un paraguas en un tren.
Discurso en la oficina de objetos perdidos, de la poetisa polaca (premio Nobel 1996) Wislawa Szymborska.
(Cuadro La mesa herida, 1940, Frida Kahlo, obra desaparecida, ignorado su paradero, The Gallery of Lost Art; Fotografía de Frida Kahlo; Autorretrato de Diego Rivera, 1941, EEUU; Imagen del Mural El Hombre en su encrucijada, 1933, Diego Rivera, destruído en 1934 de la entrada del edificio Rockefeller Center, Nueva York; Obra Retrato de Sir Wiston Churchill, 1963, del pintor Graham Sutherland, desaparecida o destruída por los herederos del retratado un año antes de fallecer, 1964, al parecer tal era el desprecio que les producía la obra; Óleo Jarrón con Viscaria, 1886, del pintor Vincent Van Gogh, titulada errónemente Escobas y amapolas rojas, robada del museo Mohamed Khalil de El Cairo, Egipto, en 2010, todavía continúa perdida; Lienzo de Matisse, La Pastoral, 1905, robado en 2010 del museo de Arte Moderno, París, aún desaparecido.)
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