Un octavo aspecto para una educación de calidad adaptada a nuestros tiempos es una educación concientizada en la responsabilidad social y ciudadana.
Hoy, más nunca es necesario que las escuelas fomenten valores para una persona integral con conciencia y responsabilidad social y ciudadana.
La escuela, como institución educativa, tiene que ser la formadora de esta conciencia social responsable entre los jóvenes de la actualidad, que se percaten de que son parte de una sociedad, que su identificación como individuos y todos sus logros son precisamente dentro de una sociedad, y que ellos son también responsables de lo que sucede dentro de ella.
Que la escuela misma es un grupo social y lo es no solamente porque en ella participan seres humanos, sino por su interacción y convivencia, y todos los que pertenecen a ese grupo son responsables de su desarrollo.
Estos jóvenes ahora estudiantes y futuros profesionales, son los que lograrán el cambiar y cimentar el cambio esperado en la sociedad en general, y promover el crear verdaderas instituciones socialmente responsables en donde el desarrollo humano sea el valor supremo, considerando el dinero como lo que realmente es, un recurso económico, un medio y no un fin.
En suma, darse cuenta de que somos seres sociales, y aprender a ser socialmente responsables.
Los valores desde la perspectiva de la responsabilidad social [1]
Los valores juegan un papel muy importante cuando nosotros tomamos decisiones en diversas situaciones y es responsabilidad nuestra en que repercuta de manera positiva o negativa a la sociedad.
Todos los seres humanos adquirimos distintos valores a lo largo de nuestra vida y los cuales nos permiten establecer relaciones con los demás miembros de una sociedad.
En nuestra inclusión integral de la cual incluye los valores nos acerca a comprender la responsabilidad que tenemos como miembros de una sociedad de entablar relaciones de acuerdo con la escala de valores como son:
Ya que nuestros actos repercuten de manera directa o indirecta, positiva o negativa hacia las demás personas que nos rodean.
Estos valores, antes mencionados, nos deben llevar a ser genuinos ciudadanos y responsables socialmente, preocupados y comprometidos con el bien común, con lo público. Implica desarrollar las competencias necesarias para la convivencia y el ejercicio de una ciudadanía activa y responsable. Competencias comunicativas, de escucha y diálogo. Competencias para tomar decisiones y evaluarlas, argumentar y defender su postura, valorar la diversidad y saber llegar a acuerdos. Competencias para vivir y trabajar juntos a los que son diferentes, para ser capaces de valorar y de respetar la diversidad de costumbres y opiniones. Competencias para resolver los conflictos mediante la negociación y el diálogo, de modo que todos salgan beneficiados de él, tratando de convertir la agresividad en fuerza para la creación y la cooperación. Competencias para interinar con los otros diferentes, para valorar y aceptar las diferencias culturales, de raza y de género, sin convertirlas en desigualdades. Competencias para tratar con cortesía, para colaborar, es decir, trabajar juntos, para decidir en grupo, para considerar los problemas como retos a resolver y no como ocasiones para culpar a otros. Competencias para el servicio y la solidaridad y para oponerse a todo lo que amenaza e impide la vida: injusticia, desigualdad, discriminación, manipulación, conformismo, violencia, corrupción, entre otros.
Para educar esta dimensión sociopolítica, se requiere de una pedagogía del diálogo y la participación. El diálogo implica búsqueda permanente, creación colectiva. Dialogar supone aceptar que toda persona sabe, que no todos saben lo mismo, y que estos saberes necesitan relacionarse y confrontarse para que de ellos nazca un nuevo saber, diferente a lo que se pensaba al comienzo. Por eso, es importante nuestra propuesta de realizar "diálogos socráticos". (Ver: Diálogo Socrático)
El diálogo implica problematizar, hacerse preguntas. El diálogo en los espacios educativos sólo es posible en un ambiente de respeto, confianza, escucha y humildad, para reconocer que la verdad se va haciendo y construyendo en el compartir de ideas, reflexiones, investigaciones y experiencias.
Por otra parte, el diálogo verdadero es una práctica no exenta de conflictos, ya que no suele establecerse desde las coincidencias, sino desde las opiniones, puntos de vista, valoraciones y proyectos diferentes. De ahí que la pedagogía del diálogo debe asumir también la pedagogía del conflicto y la negociación, como medios para superar las diferencias y construir acuerdos básicos para la acción colectiva.
Para gestionar educativamente los conflictos hay que vivirlos en términos de lealtad y de disponibilidad a la autocrítica, para así superar los prejuicios y suposiciones.
El verdadero diálogo implica la participación y la cooperación. El hecho educativo debe convertirse en un hecho comunicativo y comunitario. Se educa en comunidad, con la comunidad y para la comunidad. El equipo, y no el individuo aislado, debe ser la unidad educativa básica y medio principal para el desarrollo de la dimensión sociopolítica. Equipo directivo, de educadores, educandos, miembros de la comunidad. Toda la escuela se transforma en un equipo, unidos en la identidad y en la misión, en el que cada uno asume su tarea con entera responsabilidad, cuida y se preocupa por todos los demás.
Todos aprenden y aprenden de todos: aprenden a compartir, a ser solidarios, a resolver los problemas y los conflictos mediante la negociación y el diálogo, a comprometerse en la búsqueda del bien común.
Para una educación genuinamente democrática y gestora de democracia se debe optar por una gestión democrática en la dirección de las escuelas, constructora de organización, centrada en lo pedagógico y con un liderazgo educativo compartido. (Ver: Gestión educativa estratégica)
La conciencia ciudadana se hace realidad asegurando instancias organizativas y cauces que garanticen el proceso de participación. La participación es una manera de entender la vida y las relaciones humanas, que posibilita convertir la escuela en un lugar donde se viven situaciones de vida democrática y se desarrollan las convicciones democráticas. Para ello, es necesario crear un clima de participación: un ambiente propicio para las relaciones interpersonales y grupales, que estimule el discernimiento con libertad crítica y autocrítica.
La participación en las estructuras de dirección de la escuela y programas educativos busca promover valores en tres ámbitos. En lo personal, la participación promueve el desarrollo integral de los actores del proceso educativo: criticidad, creatividad, solidaridad y compromiso. En lo social, favorece el pluralismo, las instancias de organización social, la capacidad de convocatoria y los vínculos comunitarios. Y en lo institucional, ofrece un testimonio coherente que asegura la permanencia de la identidad y unidad de la institución con flexibilidad histórica.
La dirección democrática concibe su trabajo como una tarea de equipos con el consiguiente reparto de responsabilidades y funciones. Se basa en la participación y el desarrollo coordinado de la acción y se asume como una forma compartida de tomar decisiones. Conlleva el pensar la escuela o el programa educativo como tarea colectiva para convertirlo en el lugar donde se analiza, discute y reflexiona conjuntamente sobre lo que pasa y sobre lo que se quiere lograr. Busca romper la fragmentación de las intervenciones de los agentes educativos y convoca a todos a la construcción del proyecto educativo, concibiendo la escuela como unidad funcional de acción, planificación, evaluación, cambio y formación. Es el camino para saltar de la cultura de la subordinación a la cultura de la coordinación.
La finalidad de la organización es el crecimiento de los actores: educandos, padres y madres, miembros de la comunidad, educadores, y se concreta en la construcción de los equipos de trabajo. Sus actuaciones deben centrarse en actividades pedagógicamente ricas como la coordinación del proyecto, el estímulo, motivación y formación de los educadores, la cohesión de los equipos, el fomento del entusiasmo y la innovación, la preocupación por la calidad. El liderazgo pedagógico convoca a todos a la integración en un proyecto común que se elabora y desarrolla en colaboración.
[1] En este aspecto, hacemos referencia a la "Colección programa internacional de formación de educadores populares, La educación popular y su pedagogía - Federación internacional Fe y Alegría" y reflexiones personales