Visitando una bodega conoceremos sus viñas, su sala de elaboración y crianza, sus vinos, su climatología, su historia… pero lo más placentero, y esa es mi opinión personal, es conocer a su gente y sus proyectos. Un gran proyecto, ilusionante y prometedor, es el llevado a cabo por un empresario sevillano con mucho de gaditano en la comarca de la Janda, entre Conil y Vejer. Ramón Iglesias Pérez hace realidad una ilusión que anda de la mano con la naturaleza, respetándola en todos los sentidos y participando en el ciclo natural de la vida. Bodega Sancha Pérez es el nombre de la misma, en honor al antiguo dueño de esas tierras (Sánchez Pérez), y retoma el cultivo tanto de la vid como del olivo en un término que, antiguamente en los siglos XVII y XVIII, estaba muy ligado a nuestra cultura vinícola y oleica. Su agricultura es totalmente ecológica, teniendo cultivados árboles frutales (ciruelos) y variedades de plantas aromáticas (lavanda, romero, laurel, tomillo,…) muy beneficiosas para la zona por su acción polinizadora e inmensamente positivas para la vid, ya que estos insectos (ej.: la mariquita) atraídos por estas plantas combaten las posibles enfermedades sin necesidad de añadir insecticidas ni fungicidas químicos. Es decir, hacen un favor a la naturaleza de la zona reforzando su biodiversidad, a la vez que respetan la esencia del vino, su naturalidad.
Ramón Iglesias en la sala de crianza
La razón o excusa de la visita a esta bodega fue la asistencia a la poda invernal de la vid que en esta zona siempre se realiza por estas fechas y de la cual os contaré más adelante y por encima de qué va. Cargado con mis dos niños y acompañado por mi buen amigo Benjamín Colsa, ponemos rumbo, como si de una aventura se tratara, a esta curiosa bodega. El acceso del camino que lleva a la bodega está un poco escondido, si no estás muy atento te lo pasas, pero el caminito es para llevar un 4x4 o similar, ya que en época de lluvias se vuelve casi intransitable por la gran cantidad de fango y enormes charcos que nos encontramos. Después de unos 2km de “caminito”, por fin llegamos a la finca. Desde el primer momento ya te avisan de cuál es su filosofía… ECOLOGIA, plasmada con grandes letras pintadas sobre la fachada de entrada en 4 idiomas junto al nombre de la bodega. Ramón nos recibe con los brazos abiertos y nos enseña toda su finca, desde las viñas sin labrar hasta la pequeña bodega. Nos explica cuál es su forma de entender el trabajo en el campo, respetando siempre el hábitat de la zona y participando en la riqueza de su naturaleza, siempre con cultivos ecológicos. De la elaboración de sus dos vinos lo más significativo es que, después de una cuidadosa selección manual en bodega, el mosto fermenta en tanques de acero con remontados diarios (bazuqueos) y después es trasegado a otro tanque para la fermentación maloláctica donde el ácido málico se transforma en láctico y pierde gran parte de esa aspereza que podríamos encontrarnos del vino en boca. Sus vinos son madurados durante varios meses en barricas de roble francés para que ganen en estructura y aromas terciarios, y finalmente se afinan en botella durante otros meses redondeándose.
Volviendo al tema de la poda invernal, puedo deciros resumidamente que esta es la poda por excelencia y la más importante en el ciclo de la vid, ya que de ella depende en gran medida la cantidad y calidad del fruto del año que se avecina, y por consecuencia del vino. Se debe realizar durante el invierno cuando son constantes las bajas temperaturas, en el período de reposo vegetativo o como se dice también “cuando la vid duerme”, ya que prácticamente no corre savia por los sarmientos, la cual está acumulada en tronco y raíces, evitando el debilitamiento de la planta y de su salud. El fin de este ejercicio es mantener la forma de la cepa según el sistema de conducción elegido y de camino ralentizar el envejecimiento de la misma cortando su alargamiento excesivo. Existen diferentes tipos de poda según el sistema de conducción, pero en la zona del Marco de Jerez la más utilizada es la clásica de “vara y pulgar” o “jerezana” en la que se alternan cada año la vara con 8 yemas (de aquí nacerán los racimos de uva) y un pulgar con una yema, que será la vara del año siguiente. La vara se podará en corto, convirtiéndose en el pulgar del año siguiente, y así año tras año.
Unas 10.000 cepas de cuatro variedades de uva son las que están cultivadas en esta finca desde el año 2009: tempranillo, cabernet sauvignon, tintilla de Rota y petit-verdot. Pero Ramón tiene como preferidas la autóctona tintilla de Rota y la casi autóctona petit verdot. Y digo casi autóctona porque esta noble variedad de origen francés, más concretamente de la afamada zona de Burdeos, se ha adaptado a la zona sur de Andalucía como ninguna otra. Se nota que a esta variedad le viene estupendamente bien el clima de esta zona, muy caluroso y con gran insolación en la época de verano, ya que tiene fama de ser un poco rebelde a la hora de madurar en climas menos calurosos, de ahí su nombre “pequeña verde”, por la cantidad de uva verde (no madura) que seguía en el racimo cuando ya era la época de vendimia para muchas otras variedades, es decir, es de maduración tardía. Sólo tenemos que rebuscar un poco en los tintos que se están haciendo en la provincia de Cádiz para darnos cuenta de que cada vez son más las bodegas que se dan cuenta de su enorme potencial y la vinifican de forma independiente para sacar un buen vino monovarietal. Ejemplos de estas bodegas son Luís Pérez o Hermanos Holgado, dos bodegas también con gran proyección junto a la protagonista de hoy, Sancha Pérez. Esta es la primera añada en la que el enólogo de esta bodega, Miguel Gómez Lucas, que por cierto es gaditano y enólogo también de Compañía General de Vinos de Cádiz (Bod. Regantío), saca unas 400 botellas de este 100% petit verdot ecológico, ya que el otro vino con el que la bodega lleva un par de años contiene un pequeño porcentaje de esta variedad acompañando a otras dos variedades, tempranillo y cabernet sauvignon. Pero es sobre este monovarietal ecológico sobre el que os quiero hablar ya que fue la botella elegida para llevarme de esta bodega. Tenía curiosidad sobre qué cualidades tendría este vino teniendo en cuenta las particularidades de la variedad respecto a la composición del terreno y la escasa proximidad al mar. Y aunque me hayan advertido de que, debido a su juventud y a la potencia y estructura tánica en boca de esta variedad, lo dejara reposar durante algo más de tiempo en botella, no me he podido resistir y he tenido que abrirla arriesgándome a cometer un infanticidio vínico. Vamos a ver que nos cuenta:SANCHA PÉREZ PETIT VERDOT 2011
100% petit verdot de cultivo ecológico.Conil de la Frontera (Cádiz).8-10 meses en barricas de roble francés.14,5% alcohol. Producción de 400 botellas.20€ aprox.
MIRADASu color es muy cubierto e intenso, opaco, recordándonos a la picota muy madura con un ribete morado casi inexistente. Esta característica está directamente relacionada no sólo con la naturaleza de la variedad sino con su elaboración, encaminada a la máxima extracción de sus componentes tanto aromáticos como cromáticos. En este caso, gran culpa de esto lo tienen sus remontados con bazuqueos, como ya antes mencioné, que consiste en romper la masa sólida de uvas o “sombrero” con remontados del vino para que este extraiga la mayor cantidad de colorantes, aromas y demás componentes polifenólicos, es decir, su fin es que el vino final sea lo más personal posible.Su movimiento en copa es medianamente denso, dejando una lágrima coloreada que baja por el cristal lentamente.
FRAGANCIASA copa parada ya sobresalen intensos aromas muy varietales y con raza pero muy aglutinados, así que después de rotar varias veces la copa y seguir mostrándome esa “timidez”, decido realizar un jarreado enérgico en una jarra decantadora para que se expresen abiertamente y de camino suavice esa supuesta astringencia que supongo me encontraré con seguridad en la fase gustativa. Y así es. Aparecen aromas potentes que nos avisan de la estructura que puede tener el vino en boca. Muchísima frescura y fruta madura que se conjugan con la madera para regalarnos un deleite de sensaciones. Complejidad, frutosidad, carácter, concentración y profundidad. Fruta negra como las moras y las ciruelas maduras, melocotones rojos, algún tostado sutil y virutas de lápiz que nos ceden la barrica, pimienta negra, hoja de tabaco, fondo a tinta china y grafito…
SORBOEn boca es una gozada… frescura y concentración, algo difícil de conseguir en un vino tinto. Ah!, y acierto de pleno con el jarreo del vino. Estructurado, envolvente, tánico, varietal, intenso, sabroso, carnoso y equilibrado donde acidez, dulzura, alcohol y tanicidad se funden en uno solo para deleitarnos. En el final de boca vuelven la fruta negra, los tostados, las especies, el final seco y terroso… una persistencia de libro que nos acompaña durante mucho tiempo.
Lo que más me ha gustado de este vino es su frescura, una frescura atlántica que nos demuestra cómo una variedad de uva que necesita mucho sol para madurar correctamente y expresar lo mejor de sí, puede regalarnos un vino que aunque tenga 14,5 grados de alcohol no es para nada demasiado cálido.
Gracias Ramón por compartir con nosotros parte de la costa atlántica en forma de vino.