Piero Manzoni 1933-1963, Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Palazzo Reale, Milán, marzo 2014. Foto: Camilayelarte
Piazza Duomo frente al Palazzo Reale. Milán, marzo 2014. Foto: Camilayelarte
Poesía y belleza no son dos de los adjetivos que me vienen a la cabeza cuando pienso en Piero Manzoni sino más bien otros como humor, ironía y ligereza, entendida ésta a la manera de Italo Calvino, pues una de las mayores aportaciones de Manzoni al arte de los años sesenta fue precisamente la de sacarle peso al arte, del mismo modo que Calvino hizo con las figuras humanas, los cuerpos celestes y las ciudades. Uno no se despega de la tierra corriendo o saltando, hacen falta alas, sostenía Piero Manzoni, cuya actitud sintetiza el clima artístico y de experimentación que la ciudad de Milán vivió entre 1958 y 1968, una década que el artista abandonó abruptamente a medio hacer, en 1963, al morir con tan sólo 33 años. Hablo de actitud y no de obra porque creo que el trabajo que llevó a cabo Piero Manzoni es junto con el de Yves Klein y Marcel Duchamp el más logrado en relación a la desmaterialización del objeto artístico, no porque ellos no crearan objetos, lo hicieron a diferencia de los artistas conceptuales que llegaría tras las década de los sesenta, sino porque su aportación fundamental para la historia del arte se haya en la actitud que tomaron en relación a la naturaleza del arte, a pesar de que dicha actitud dejara restos materiales. La actitud de los tres es lo más cercano que el arte ha estado jamás de la vida.
Piero Manzoni 1933-1963, vista parcial de la exposición. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Marcel Duchamp sostenía que las obras de arte viven y mueren como los seres humanos, que hay un momento, unos cincuenta años tras su creación en la que la obra de arte pierde la vida y pasa a ser historia del arte. Piero Manzoni murió hace cincuenta años y a pesar de que no me atrevo a decir que sus obras estén muertas, si por obra entendemos la actitud, sí tengo mis dudas con respecto a que una exposición museográfica pueda mantener o transmitir el mensaje de sus obras. La exposición en Palazzo Reale es un ejercicio de fetichismo no causado por los organizadores de la muestra sino por el propio sistema del arte.
Piero Manzoni 1933-1963, vista parcial de la exposición. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Piero Manzoni 1933-1963, detalle de un Achrome en muestra. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Piero Manzoni 1933-1963, vista parcial de la exposición, en primer término el Socle du monde (1961). Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
La exposición è bella, una retrospectiva en toda regla donde podemos ver claramente las aportaciones de Piero Manzoni a la evolución del arte: la superación de la pintura como espacio de representación, el arte como concepto, el arte relacional y la crítica al sistema del arte. Estos temas no aparecen articulados en el discurso expositivo pero se deducen al ver las obras en muestra. Los grandes protagonistas de la exposición son los Achromes, probablemente la producción más numerosa del artista, el manifiesto pictórico cero, la tabula rasa que rompe con el subjetivismo del expresionismo abstracto, una pintura blanca en yeso y caolino, una superficie liberada, vacía, un espacio total de significado ilimitado que no representa, simplemente es y que irá evolucionando desde las telas arrugadas, al algodón, la fibra en forma de pelo o los panes, los Achromes abren y cierran la exposición. Superada la problemática pictórica, Manzoni da un paso más hacia el arte conceptual con las Linee, simples líneas trazadas sobre papel encerradas en estuches que no deben ser abiertos (aunque la historia lo haya hecho) una obra imaginada por el espectador, mental, anti-retinal, un pacto tácito entre el artista y el público. Sin éste último el arte no tiene sentido, el público es parte fundamental para la creación de la obra, así lo demuestra el pedestal sobre el que subir para convertirse en obra de arte o la invitación a ingerir los huevos duros con la huella dactilar del artista, consumir la obra de arte, digerirla para no dejar rastro, o sí, en el caso de la mierda de artista enlatada y sellada para su distribución mercantil, cuyo valor es el equivalente a su peso en oro.
Merchandising relacionado con la exposición en venta a la salida de la exposición. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Reproducción de la Merda d'artista empaquetada y sellada con la huella dactilar de Piero Manzoni en venta por 30€, la reproducción incluye el peso de la mierda. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
Souvenirs varios de la exposición. Palazzo Reale, Milán, 2014. Foto: Camilayelarte
No puedo evitar sentir cierto desconcierto ante la suerte de la obra de Manzoni, su burla al mercado del arte junto con los restos de los huevos duros me provocan cierta tristeza, cualquier actitud crítica para con el sistema acaba siendo absorbida por el propio sistema, algo parecido a lo que pasa con las réplicas del urinario de Duchamp.
El mercado del arte no acepta burlas, la mierda de artista vale más que su peso en oro, sé que el valor no está en el objeto, es decir en la lata o su contenido sino en la significación que la actitud artística de Piero Manzoni ha tenido en la evolución de la historia del arte, de ahí su valor dentro del mercado, pero aun así no puedo evitar sentir cierto desencanto ante el resto del huevo duro conservado en una vitrina. A lo largo de la historia ha habido arte efímero, muchas de las prácticas conceptuales han propuesto arte efímero pero la necesidad de un registro objetual se impone no sólo por la voluntad de hacer historia sino porque el mercado del arte así lo requiere. ¿Sin mercado del arte hay historia del arte? personalmente creo que no.
Hay una obra de Piero Manzoni que me parece de las más poéticas y conseguidas de su trabajo, se trata del Socle du monde, un pedestal con la inscripción girada al revés, un zócalo que sostiene el mundo, el mundo y la vida como obra de arte. Esta obra está presente en la exposición y me ayuda a leer la muestra no como una monografía de la trayectoria de Manzoni, encerrada en una cronología concreta, sino como una invitación a entender el arte y su sistema como espectáculo sin que la actitud de Piero Manzoni pierda un ápice de actualidad, alertando claramente que hacia dónde debemos dirigir la mirada no es hacia la lata o el huevo duro sino hacia lo que el sistema ha hecho con ellos.
Piero Manzoni 1933-1963
Palazzo Reale
Milano, Italia
del 26 de marzo al 02 de junio de 2014
Precio: 11€