Revista Cocina
Hoy parecía un buen día para acudir a Platea, me gusta saber como funcionan las cosas cuando ya están rodadas, y Platea Madrid, a mi juicio, lleva ya el tiempo suficiente, casi dos años, para mostrar su mejor cara, su verdadero mérito. Como decía, al ser Viernes Santo, presumíamos, mi mujer y yo, menos presencia de público, pues las veces anteriores, había sido verdaderamente incomodo. Realmente, había mas clientes de lo que pensábamos, pero en número mucho más razonable que en las ocasiones anteriores, y además, llegar y aparcar, sí ha sido muy cómodo y sencillo.Solo nos hemos movido por la zona conocida como El Patio, no en vano estábamos en el centro de ocio gastronómico más grande de Europa, según indican a modo de mensaje llamada, su propia web.Hemos comenzado por, La hora del Vermut, me gusta el vermut rojo, seco, y servido como debe de servirse, y así fue, se pueden degustar distintas marcas, casi todas las conocidas, y bastante de las menos conocidas, y con los sabores secos y suaves que las mismas ofrecen. Las gildas, muy ricas, de las mejores, ah, y un pimiento choricero relleno de queso, magnifico.En la Despensa Marina, hemos parado para conocer, sus otras, pues el resto de la oferta no nos resultó demasiado convincente, a destacar, el aspecto tan poco apetecible de las gambas, la oferta, que menos, apetecible nos pareció, un supuesto; pulpo a la gallega, que sin probarlo, parecía todo menos lo que decía ser, seguramente, el pulpo tendría buen sabor, no lo sé, pero el plato en cuanto, al corte del pulpo, la presentación, la sal, el pimentón, el aceite, nada tenían que ver con verdadero pulpo a "feira". Les aconsejo un stage mínimo de dos o tres días, por ejemplo, por La Gran Pulpería. Las ostras muy bien, muy buenas y frescas.Enseguida, notamos algo que es más que manifiesto, al menos en la zona del patio, que no es otra cosa, que la incomoda falta de mesas, ya sé, que no hay más espacio, pero la falta de mesas hace el sitio muy incomodo, así y después de estar a punto de conseguir una, nos hizo un finta una señora bajita, pero más rápida que Raúl, en plena forma, con lo que nos quedamos con un palmo de narices.Un espacio, que a priori gozaba del mayor interés por nuestra parte, no es otro que la conocida como Pintxoteca, qué decepción, qué lástima, prometo ir otro día, qué decepcionante, esperábamos algo similar a sitios con oferta tipo: Martínez, tipo Gandarias... a los establecimientos medios-altos del casco viejo de San Sebastián, y no, lo siento, pero no, y además a años luz, qué difícil es encontrar en Madrid una buena barra de pinchos, y además, estando tan de moda, espero volver como digo, y probar las novedades del chef, según indican a bombo y platillo en su publicidad.No hemos tardado mucho en reconciliarnos, entre recuerdos de anteriores visitas a lo que fue el cine Carlos III, y lo hemos conseguido en Aires de Dehesa, magnifico lomo embuchado y queso parmesano en cucuruchos, así como los bocados de jamón ibérico con trufa, con ligero tomate, buena calidad, de verdad. Nos llamó la atención la oferta de vinos, escasa y protagonizada casi en exclusiva por el grupo Freixenet, omnipresente con sus marcas y sus denominaciones, siendo de ellos, al menos, el único vino, en la carta de, los: Rueda, con Fray Germán, Ribera del Duero, con Valdubón, Albariño con Vionta, el Mía del Penedés... el resto de la carta poco relevante, para un lugar con tanta estrella, creo que seis, me parece una oferta muy pobre por lo escasa. Hemos dejado para el último lugar, la que presumíamos una propuesta digna de confianza e incluso, reconozco en mí, con ciertas expectativas, como es; Mamá Framboise. Desde el colegio de curas, no me había sentido tan dirigido. Entras, en un lugar que, de aspecto, a mí me recuerda a los locales de la multinacional belga, Le Pain Quotidien, entras, como digo, y no sabes donde puedes dirigirte.Y lo haces, simplemente con la pretensión de conocer la oferta para tomar algún dulce de postre con el café, como pensábamos, y tras un corta vuelta, nos dirige un señor a la esquina de una mesa, estando más de la mitad del salón sin ocupar,de nuevo me dirige a un mostrador, donde pido el café, el té helado, y un denominado, en su carta: churro de hojaldre de mantequilla, al que al solicitarlo, se me indica que no son los churros normales que solemos conocer, parece que no fui capaz de ofrecer cierta garantía de buen conocedor de productos a la vendedora, para a continuación, cobrarme y darme una especie de letra que simula una C, para que la traslade a la mesa, y colocarla sobre un imán. El café, bueno, el té helado, según mi mujer bueno, pero el churro, el churro de hojaldre, pues eso un churro, en el peor sentido del término.