(Marek Ostrowski y Pawel Swieboda, Politika, 30/06/2011, Varsovia)
Hoy, 1 de julio, Polonia asume la presidencia de la UE. Gracias a su transformación política y a su éxito económico, puede ayudar a Europa a salir de la crisis, como expone el principal semanario de Varsovia.
La presidencia polaca de la Unión Europea comienza con buenos augurios. Desde hace un tiempo, Polonia va viento en popa, hace lo que hay que hacer, con sus propios medios, sin recurrir a los magnates de la publicidad ni a las relaciones públicas.
De momento, todo va bien. Pero con la campaña electoral para las elecciones legislativas [en octubre], bastará cualquier nimiedad para que los medios europeos, más bien condescendientes, se dispongan a desenterrar los estereotipos sobre “el descontrol al estilo polaco”. Más allá de cuestiones técnicas, Polonia debe procurar establecer alianzas y cuidar sus relaciones con el Parlamento Europeo.
Si el Gobierno polaco quiere que su presidencia tenga sentido, tendrá que reflexionar sobre como puede dejar una huella duradera. La presidencia belga [del 1 de julio al 31 de diciembre de 2010] dejó una buena impresión a pesar de que Bélgica no tenía Gobierno. Trató cuestiones difíciles, con negociaciones arduas, como el problema de las patentes.
Hay cabida para ideas grandiosas, ya que los problemas que se plantean en Europa son inmensos. Nos podemos preguntar si un país cuyo PIB representa tan sólo el 5 % del de la Unión y que sigue aspirando a formar parte del euro puede tratar cuestiones económicas al mismo nivel que los más grandes.
Un nuevo acuerdo favorable para los países del sur y del norte
El Gobierno polaco no puede negar las evidencias: Europa se encuentra en una encrucijada. La periferia de Europa arde por la falta de pericia económica de los últimos años y las revueltas sociales que corren en riesgo de desbordarse.
Polonia podría afirmar que es algo que apenas le incumbe, ya que, desde el punto de vista económico, lo está haciendo bastante bien. La tentación de actuar sería aún más fuerte ahora que van a iniciarse las negociaciones presupuestarias, con grandes sumas de dinero en juego. Lo más sencillo sería decir a los socios que dejaran todo como está y pedir 100.000 millones de euros a los países ricos, en concepto de contribución justa [que se les debe a los países que han entrado más recientemente, es decir, sobre todo a los países de la ex Europa del Este].
Desde hace años, Polonia agita la bandera de la solidaridad, pidiendo a Europa fondos para los nuevos países miembros. Hoy se plantea el problema de la solidaridad financiera para salvar a los países del sur. Esto influirá en la solidaridad tradicional de que la se aprovecha Polonia.
Podemos defender nuestros intereses y mantener silencio, confiando en que se produzcan acontecimientos favorables. Pero también podemos plantear una “nueva narración”, para erigirnos como defensores del espíritu europeo y artífices de un nuevo contrato, favorable tanto para el sur como para el norte del continente.
El segundo asunto es sin duda el de la vecindad europea. Leemos con envidia y admiración el discurso de Barack Obama sobre los cambios en Oriente Próximo y África del Norte. Toda una obra maestra. En él, la revolución árabe se presenta como un nuevo capítulo de la lucha por la independencia de Estados Unidos. Barack Obama dice a los jóvenes árabes que son como los estadounidenses. Debería servir de ejemplo a los dirigentes europeos. Pero en este aspecto, a Europa le asaltan dudas y aunque se encuentra más cerca de estas regiones, carece de garantías sobre la finalidad de estos cambios.
La importancia de los próximos seis meses para Polonia en Europa
Para Polonia constituye un desafío. Tenemos que demostrar que la historia europea no es la del dominio de otros continentes, sino la del triunfo de la democratización, que hace veinte años estaba lejos de ser una realidad en nuestras regiones.
Polonia debe presentar la experiencia de su propia transformación e insistir en la creación de un representante especial que se encargue de las reformas en el mundo árabe. Este puesto debería reservarse a un político de Europa Central de gran envergadura. Se debería obligar a la UE a elaborar un plan ambicioso para apoyar la transformación, que incluya la liberalización del comercio y una ayuda financiera, y al mismo tiempo garantizar su colaboración en la creación de las instituciones del Estado de derecho, de medios de comunicación independientes, es decir, de todos los mecanismos que han contribuido a nuestra propia transformación.
Los que darán el veredicto final sobre el éxito de la presidencia polaca son la opinión pública, los medios de comunicación y los analistas, no los funcionarios europeos.Todo el mundo se acuerda del discurso de Tony Blair en el Parlamento Europeo en 2005. Le aplaudieron incluso los diputados que no eran afines a él. El primer ministro Donald Tusk debe seguir esta línea, hablar de su visión de Europa y no de los aspectos técnicos de la presidencia.
Los próximos seis meses tendrán más importancia de la que pensamos para Polonia en Europa. Se dice que un país no es miembro de la Unión hasta después de haberla presidido. Los romanos pensaban que sólo los ricos saben observar la realidad con valentía. En la Unión Europea, los principiantes suelen limitarse a un programa mínimo, para evitar fracasos. Por lo general, la historia no se acuerda de ellos. Polonia debe demostrar que aunque sea principiante, es consciente de su fuerza y su valor.
Economía
La nueva locomotora de Europa
Para La Repubblica, el inicio de la presidencia polaca de la Unión Europea es el momento de hacer balance del camino recorrido por el país desde el fin del comunismo y la adhesión a la UE. En un reportaje, el diario romano relata cómo el país de Solidaridad ha cambiado profundamente en los últimos años:
“Desde la ventanilla del avión de la LOT aproximándose a Varsovia, los rascacielos en el horizonte evocan a Miami, Sidney o Shanghai. El Boeing desciende todavía un poco más y descubrimos un océano de mansiones de nuevos ricos. El aeropuerto recuerda a Munich y la maleta llega en cinco minutos. Bienvenidos a la nueva Polonia: el país que, tras la revolución de 1989 y con el apoyo de Mijaíl Gorbachov, inició la caída del muro y que presidirá la UE a partir del próximo 1 de julio. La economía despega — es la segunda locomotora de Europa, detrás de Alemania — y la política goza de estabilidad. En el Parlamento no hay ni extremistas ni camorristas, sino un consenso entre los liberales en el poder y los post-comunistas en la oposición para apoyarse y defender los intereses del país”.
Una de las claves del éxito de Polonia se encuentra en su incorporación al sistema alemán, que ha alimentado el crecimiento de una economía vital y productiva, muy alejada de las burbujas inmobiliaria y financiera-especulativa de España o de Irlanda, señala La Repubblica, para quien la nueva prosperidad se aprecia a simple vista: “en Gdansk, en Cracovia, en Poznan, en Torun y en cada ciudad con encanto, donde los centros históricos se han restaurado con acierto, llenos de tiendas y llenos de gente joven”.