(14/12/2011, Paco Soto, Varsovia)
Polonia recordó ayer el 30 aniversario de la instauración de la ley marcial por el general Wojciech Jaruzelski en un clima de división y críticas a los gobernantes por parte de la derecha ultraconservadora (el PiS de Jaroslaw Kaczynski) y grupos radicales.
El 13 de diciembre de 1981, el régimen comunista sacó a los militares a la calle para acabar con las luchas obreras y populares dirigidas por el sindicato independiente Solidaridad, que estaban poniendo en peligro el sistema dictatorial. La ley marcial, que duró hasta el 22 de julio de 1983, provocó un centenar de muertos. La mayoría de los dirigentes opositores al comunismo -unos 10.000- fueron encarcelados o tuvieron que exiliarse.
30 años después de aquel episodio trágico, Jaruzelski, hoy un anciano de 87 años enfermo de cáncer, sigue pensando que la declaración del estado de sitio fue inevitable. El general pide perdón por el dolor causado, pero considera que optó por «un mal menor» que salvó a Polonia de «una catástrofe».
El PiS de Kaczynski y diversos grupos de la derecha radical, pero también víctimas de la ley marcial, consideran que Jaruzelski tendría que estar en prisión y acusan a los gobernantes democráticos de haber evitado que la justicia actuara contra los jerifaltes del antiguo régimen. Las declaraciones del ministro de Exteriores, Radoslaw Sikorski, pidiendo a Alemania, el antiguo enemigo de Polonia, que lidere la UE en esta etapa de crisis sirven de pretexto para que la derecha radical politice este 30 aniversario.
Miles de personas salieron ayer a la calle en Varsovia para defender «la soberanía amenazada». Los manifestantes, apoyados por artistas, profesores e intelectuales, lanzaron consignas contra Sikorski. La noche del lunes, unas 400 personas se manifestaron ante la casa de Jaruzelski. Y represaliados por el general criticaron la utilización del dolor por parte del PiS. El presidente del Gobierno, Donald Tusk, apeló a los polacos a «permanecer unidos». Por su parte, el exlíder de Solidaridad, Lech Walesa, se siente «orgulloso de no haber recurrido a los métodos que pretendía imponernos el adversario. Si lo hubiéramos aceptado, habría habido muchas más víctimas. El no empleo de la fuerza fue nuestra fuerza».