
He de confesar que de la autora, Constance Fenimore Woolson, poco sabía hasta la fecha más allá de que era escritora y amiga de Henry James, autor cuyo postfacio, por cierto, se incluye en esta edición.
Nacida en Claremont (New Hampshire) en 1840, Constance Woolson siempre estuvo muy unida a su padre, "el amor de su vida" y de su fallecimiento en 1869 nunca logró recuperarse. Fue por estas fechas, con veinte y tantos años y considerándose ya una solterona, que empezó a mirar hacia la literatura como un proyecto de vida. La posterior muerte de su madre, con la que había viajado por el país, le permitiría llevar su propia vida y viajó a Europa siendo Italia, Alemania, Suiza, Francia o Inglaterra sus lugares de residencia. Pero fuera de su hogar se sentía extranjera y esta soledad, junto a sus problemas de sordera y su depresión, pudieron ser las causas de su muerte en 1894 en Venecia al caerse por la ventana de su apartamento. ¿Suicidio o accidente? Nunca se ha podido determinar.
Y las bellas montañas y el ambiente rural de Carolina del Norte- evocaciones de los recuerdos de Constance junto a su madre- serán el escenario de la única novelette o novela corta de la autora, Por el bien del comandante. En Far Edgerley viven los Carroll, la familia más notable del pueblo. El viejo comandante- respetado y admirado por su porte, bondad, dignidad y valor en la pasada guerra civil-, su esposa- una mujer pequeña, menuda y aniñada- y el hijo de ambos, Scar, configuran el núcleo familiar, que ya al comienzo de la narración se ve aumentado con la llegada de Sara, hija de un primer matrimonio del comandante.
Constance Fenimore Woolson
Far Edgerley con su nuevo y joven reverendo, Frederick Owen; Flower, el campanero; los miembros del coro parroquial; la viuda Hibbarb y sus patos; el mayordomo segundo, Godfrey Ashley, y su hija;... crean el ambiente de este pequeño pueblo de montaña a lo Cranford aunque sin que lleguen a tener los personajes la individualidad de la que Gaskell dotó a los suyos. El epicentro de la acción es la residencia de los Carroll en donde el comandante se recupera de una pasada enfermedad. Pero la historia se nos presenta bajo un prisma en el que la dicotomía realidad/apariencia se manifiesta a distintos niveles. Así la visión que el pueblo tiene de la enfermedad del comandante y de la frialdad de Sara, la percepción que de la relación de esta con el nuevo visitante del pueblo, un músico de cuyo pasado nada se sabe, tiene el reverendo o el modo en el que ve el comandante a Madam Carroll,... todo puede ser reinterpretado desde una nueva perspectiva. La apariencia es el modo en el que nuestros sentidos perciben la realidad aunque en ocasiones esa apariencia disfraza y oculta esa realidad. El lector irá descubriendo poco a poco la verdad que subyace tras las cortesías de una sociedad anclada en los convencionalismos sociales.
Y lo que se esconde nos hará pensar en el Amor- conyugal y filial- y su poder transformador al ser la causa de la metamorfosis de los amantes- a veces con sacrificios pero otras con engaños y mentiras- para aproximarse al modelo objeto de deseo del amado o amada. Y todo en una historia bien contada, al ritmo lento de este pueblo sureño y con su dosis de intriga, y en la que, como ocurre siempre, el pasado regresa y el presente ha de reajustarse y asimilarlo o, quizá, aparentar.
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Siguientes reseñas de Ardicia ya en el horno: En la niebla y Los millones.
