Por tierras de Ávila, llegamos a Cebreros, allí nos esperan dos viticultores, el primero de ellos Daniel Ramos, un tipo fantástico, nos invita a conocer sus tesoros, efectivamente son joyas lo que nos permite catar… Creo que la paciencia es una cualidad precisa a la hora de elaborar el vino y Daniel la tiene.
De sus garnachas, albillos y una pequeña parcela de sauvignon blanc salen unos vinos particulares, muy personales y que fundamentalmente reflejan el carácter de la zona. Las tinajas de barro son lo que más nos sorprende: unas ánforas grandes donde permanece el vino con sus hollejos, ya las conocíamos (por la zona de Fontanars, en Valencia hay bodegas antiguas en las que las tinajas de barro las encontramos enterradas…).
Catamos diferentes perfiles de vino, albillos que nos dejan sin habla, en especial una barrica escondida, garnachas de diferentes parcelas, interesante la comparación entre suelo de granito y suelo de pizarra… garnacha granito son vinos con más volumen, más amplios, los de pizarra más puntiagudos, con más nervio… brutales los dos.
La cata del vino que permanece en ánforas nos sorprendió gratamente, el barro no aporta lo mismo que la madera al vino, no aporta tanino pero eso lo hace más sutil y elegante, el afrutado destaca pero la tinaja permite también una microoxigenación natural más lenta y progresiva, lo que proporciona al vino características naturales y muy propias de la variedad y del suelo en el que se cultiva. Y catando y hablando… pasamos parte de la mañana. Pero esperaba una última visita.
Tras dejar atrás la sabiduría y personalidad de los vinos de Daniel, nos esperaba la guinda del viaje, Rubén Díaz y sus sorprendentes vinos. Nos esperaba en la bodega donde va experimentando con multitud de cosas que os iremos contando… pero antes visita a las viñas. Casi en la parte alta de Cebreros, descubrimos el viñedo, orientación Sur, suelo granito, cepas viejas, la esencia de Cebreros. Las vistas del valle nos permiten comprender la dimensión de este paisaje recuperado gracias a unos entusiastas como ellos, ¿que seria de la enología sin personas así?
Rubén es uno de esos entusiastas del vino, nos transmite una energía y pasión que después transmite a sus vinos, y esta actitud es contagiosa. Catamos un poco de todo, también encontramos las tinajas de barro, un amontillado sorprendente, de nuevo la albillo y la garnacha muy bien elaboradas y una sorpresa, un blanco de Chasselas, de unas cepas recuperadas… sin duda vinos con una personalidad arrolladora, como su elaborador.
Y después de descubrir este paisaje y a personas como Daniel y Rubén y sus vinos, no se puede pedir más.
Volveremos!!!